VALENCIA. Antonio Clemente, secretario general del PP después de la era Gürtel-Costa, no nos enseñará los sondeos que manejan en Madrid, como hizo con los que dan un espectacular resultado al PP de la Comunitat Valenciana después del escándalo del Bigotes, con sus variantes en trajes, contrataciones y Papa. No los mostraría seguramente porque no les gustaría, pero sobre todo porque no los tiene. Las encuestas de Rajoy buscan una cosa distinta a las de Camps.
Clemente le propuso hace tiempo a Camps dar a conocer la encuesta que mejora las expectativas del PPCV pese al chaparrón Correa, pero el presidente prefirió esperar. Eran, son, tan estupendas que había que esperar a la ocasión propicia. Entonces no estaban las cosas tan feas, así es que había que esperar y dejarlas como un golpe de efecto más de la agenda diseñada de forma expresa para preparar y contrarrestar el efecto de lo que decida el Tribunal Supremo sobre los trajes... si los cuelga o los manda de vuelta a Valencia.
Pero, ya lo han visto, el miércoles pasado- después de que el juez Pedreira se interesara por los 17 altos cargos que han contratado a la red Gürtel, hubo que salir de forma precipitada, seis días antes de que hable el oráculo con el resultado de que los valencianos prefieren en un 45% a Camps como jefe del Consell y en un 17,9% a Alarte y que la intención de voto de los encuestados se decanta en un 54,9% por el PP, frente al 32,4% que prefiere al PSOE. Total, tres o cuatro diputados más para Camps y tres o cuatro diputados menos para el actual secretario general del PSPV.
En Madrid, junto a informes que le llegan periódicamente y encuentros con algún líder valenciano significativo, disponen de otra encuesta que apunta por encima. ¿Qué apoyo recibirían Camps, Rita Barberá y Alberto Fabra? Sorpresa: primero, Barberá; segundo, Fabra y, tercero, Camps. Resultados absolutamente tranquilizadores para quien los ha encargado pensando en el futuro lejano del PP. Hay repuesto, en cualquier caso. Y, en cualquier caso, se gana. Pero ese sondeo no nos lo contarán.
¿DÓNDE ESTÁ GERARDO CAMPS?
Santiago Grisolía no era el único ausente, como es sabido, de los premios que llevan su nombre. El profesor estaba enfermo y Gerardo Camps, que se supone que iba a presidir el acto, parece que sufrió una repentina recaída de su mal de espalda. Al conseller de Sanidad, Manuel Cervera, lo pescaron al vuelo y estuvo allí como un clavo. Pero no se supo nada del vicepresidente económico. Ni aquel lejano 5 de mayo, ni aquel 6 de mayo, con el plan de infraestructuras de por medio, ni aquel 7 de mayo. No se ha sabido más. El 7 de mayo, viernes por más señas, es que nadie lo encontraba. Nadie sabía dónde estaba. ¿Problemas de espalda? Quién lo sabe. Que se lo pregunten a Camps. Mala cosa para los tiempos de crisis un conseller de Economía ausente.
HIPERACTIVIDAD Y FOTOS
Todo lo contrario de lo que le pasa a su amigo y presidente, Francisco Camps. Tras la fulgurante intervención en el pleno del jueves en las Corts Valencianes, Camps ha sorprendido en algún que otro sitio. Mismamente el viernes del chaparrón en Valencia, y sin avisar, presidió la junta del Patronato de los premios Jaime I en el propio Palau. Tan rápida fue la acción que poco se ha podido contar del encuentro.
Sólo tres líneas en el servicio de información oficial, fotos e imágenes para la tele. Tan rápida que a Rafael Aznar, flamante presidente, no le dio tiempo a avisar de que "el jefe" estaría en la mesa y en la foto. De modo que se quedaron fuera, en otras tareas propias de sus cargos, el presidente de AVE, Francisco Pons, el presidente de Cierval, Rafael Ferrando, y el presidente de la CEV, José Vicente González. Los dos últimos se encontraban con lo de Eliseu Climent y Fernando Villalonga, el Institut Ignasi Villalonga d´Economia i Empresa. Con los ¨catalinos¨.
Como siempre, y creo que advertido por un telefonazo, acudió a última hora, pero a tiempo para la foto, el presidente de la cámara, Arturo Virosque.
CURIOSA TEORÍA SOBRE EL ESTATUTO MANCHEGO
Boquiabiertos dejó la ministra de los tres medios -Ambiente, Rural y Marino-, Elena Espinosa, a los avezados en el conflicto del agua cuando se descolgó en Toledo en favor del estatuto manchego que promueve el presidente de aquella comunidad autónoma, J. M. Barreda, y que ha vuelto al corral gracias al voto en contra de los diputados del Partido Popular. La ministra rompía así un sonoro silencio en medio de la borrasca que desató el documento que en su preámbulo considera necesaria una reserva hidráulica de 4.000 hectómetros cúbicos, los suficientes como para poder condenar el trasvase Tajo-Segura y para irritar y preocupar profundamente a nuestros agricultores.
Pero peor que se haya decantado por este texto, que felizmente regresó por donde había ido a Madrid, es que se despache diciendo que el gran pacto del agua con el que sueña cualquier presidente de Gobierno español que se precie empezaba precisamente por ese documento. Y nosotros sin saberlo.
No es posible que la ministra del ramo se atreva a pronunciar tal desatino. Un pacto del agua, un gran pacto del agua debe empezar por hacer respetar la Constitución y dar al Gobierno los poderes que le otorga la Carta Magna para dilucidar sobre las transferencias de aguas en distintos territorios. Oyendo a la ministra ya se entiende que el presidente Zapatero no haya puesto ya a los presidentes autonómicos en su sitio y no haya parado este concurso nacional de egoísmos territoriales y de barones políticos más pendientes de la rentabilidad electoral que de hacer buscar la defensa de los intereses generales de todos.
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Pedro Muelas es periodista ([email protected])
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