WASHINGTON (EFE). Brasil y Argentina encabezaron este fin de semana el rechazo de las economías emergentes a las "recetas universales" del Fondo Monetario Internacional (FMI) al defender políticas "autónomas" ante los desafíos planteados por la llegada de grandes flujos especulativos a sus países.
La reunión de primavera del FMI y el Banco Mundial (BM) que concluyó el sábado en Washington amplía el disenso entre las economías avanzadas y las emergentes, que han vuelto a chocar en sus apreciaciones sobre las maneras de salir de la crisis económica.
Uno de los puntos calientes de la reunión del BM y FMI fue la aplicación de controles de capital por parte de países como Brasil y Argentina para encarar la avalancha de flujos de inversión atraídos por los diferenciales de las tasas de interés.
Por primera vez en sus siete décadas de historia, el FMI reconoció que estos controles de capital pueden ser "útiles" en determinados contextos. Si bien el organismo defendió su uso de manera "temporal", "complementaria" a otras políticas tradicionales y con "supervisión internacional".
El propio director gerente, Dominique Strauss-Kahn, escenificó este cambio de discurso al afirmar durante su alocución de apertura de la reunión de primavera del FMI y el BM en Washington que estos controles de capital ya no son considerados herramientas "perversas".
A pesar del nuevo tono, países como Brasil y Argentina, que el FMI incluyó en su informe "Perspectivas Económicas Globales" en su lista de economías amenazadas por el "sobrecalentamiento", salieron rápidamente al paso de las recomendaciones del organismo internacional exigiendo "autonomía".
El ministro brasileño de Hacienda, Guido Mantega, calificó como "legítimas" las medidas de "defensa propia" adoptadas por los países receptores de flujos, entre las que incluyó los controles de capital.
Citó a Brasil y Colombia como ejemplos de países que "ya están soportando más de lo que les corresponde en el llamado proceso de reequilibrio global".
En su intervención ante el Comité Financiero y Monetario (IMFC), principal órgano ejecutivo del FMI, Mantega culpó a "las políticas monetarias ultraexpansivas" de las economías avanzadas de ser "el principal disparador de los males económicos de hoy".
Dijo, además, que Brasil "continuará haciendo lo que considere que es necesario y adecuado a sus circunstancias para enfrentar los desafíos que surgen de grandes y volátiles flujos de capital".
Por su parte, el ministro argentino de Economía, Amado Boudou, replicó las recomendaciones del director del FMI para el Hemisferio Occidental, Nicolás Eyzaguirre, de que Argentina debería "aminorar" su ritmo de crecimiento para hacerlo "sostenible".
Al contrario, dijo Boudou en una rueda de prensa este fin de semana, lo que "debemos hacer es acelerar" más el ritmo de crecimiento, y reivindicó su propio camino frente a las "recetas universales" del FMI.
Boudou no perdió la oportunidad de recordar que el FMI fue "responsable" de algunas de "la políticas más tristes para Argentina". Aunque valoró el cambio de retórica del organismo multilateral, lo tildó de "un reconocimiento tardío". El G-24, grupo de países emergentes comandado por Brasil, México, la India y Sudáfrica, también rechazó la tutela del FMI.
En un comunicado conjunto, el grupo afirmó que los países que "enfrentan flujos de capital abundantes y volátiles deben tener flexibilidad y discreción para adoptar las políticas que consideren adecuadas".
Los países emergentes siguen respetando y valorando el rol del FMI y el BM como instituciones internacionales, pero la reciente crisis financiera que ha afectado principalmente a las economías avanzadas ha hecho ganar fuerza a su discurso en pos de una mayor autonomía en sus políticas económicas.
Las cifras dan la razón a estos países en lo que se refiere al ritmo de la recuperación económica mundial de dos velocidades, con las economías emergentes, encabezadas por China y la India, como locomotoras globales.
De acuerdo con los datos del informe del FMI, las economías emergentes crecerán a un ritmo del 6,5 % en 2011 y 2012, mientras que las economías avanzadas lo harán a un 2,4 % y 2,6 %, respectivamente.
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