LONDRES. Las tropas fieles al coronel Muammar Gadafi reprimían este fin de semana las protestas civiles en las calles de Tajura, en Trípoli, con gases lacrimógenos. Con esta escenografía de la violencia estatal, la exhibición contundente de armamento no ha pasado desapercibida en Nueva York y Bruselas. El temor a que la dictadura libia esté utilizando los recursos nacionales para abastecerse de liquidez con la que costear la represión, ha provocado la resolución 1970 de las Naciones Unidas, en que insta a la inmovilización de "los fondos, activos financieros y recursos económicos bajo control, directo o indirecto, de individuos y entidades" de la administración del país. Así, el cerco internacional sobre las propiedades del clan Gadafi se ha extendido ahora a la Autoridad Libia de Inversión o LIA, el fondo de capital soberano del país al que pertenece Oilinvest.
Parte de Oilinvest, que agrupa las propiedades industriales petrolíferas de Libia, es la firma Tamoil, que comercializa combustible y productos lubricantes en España a través de tres delegaciones, seis centros mercantiles, cuatro sedes distribuidoras y cerca de 30 estaciones de servicio, con una plantilla de 103 empleados y un volumen de negocio superior a los 220 millones de euros, según las cifras aportadas por la compañía.
En Alicante, Tamoil canaliza sus productos a través de varias distrinbudioras de hidrocarburos. En Valencia lo hace a través de Ecoroad, un distribuidor de lubricantes de gama alta, que trabaja a través de la empresa familiar de transportes Virosque, encabezada por el ex presidente de la Camára de Comercio de Valencia, Arturo Virosque, como se puede observar desde la propia web del transportista.
Además, la empresa mantiene una filial de gestión en Xixona (la sede social se encuentra en L'Hospitalet de Llobregat). Tamoil comercializa combustible, carburantes y lubricantes en España desde 1989, aunque el grueso de su actividad se reparte entre Alemania e Italia, junto al principado de Mónaco, Holanda y Suiza. Dispone de 2.700 estaciones en la Unión Europea y su producción en 2010 arrojó un valor cercano a los 7.500 millones de euros.
"Un motivo más que posible para congelar los flujos de capital que se mueven en el conglomerado de LIA", explica Hammad Ahmed Mir, de Barclays Bank, "es el intento de evitar que ese dinero vaya a para a las manos de Gadafi, claro". En efecto, Downing Street ha sido el primer Gobierno europeo que se ha atrevido a secundar la recomendación de las Naciones Unidas con una orden que impide los tratos de la City de Londres con la Compañía Libio-Árabe de Inversión Exterior y el Banco Libio-Árabe Exterior ─que efectuó en 1995 la compra de las 6.000 hectáreas de la finca malagueña La Resinesa, cuyo proyecto de urbanización ha bloqueado recientemente el gobierno español.
Exento, eso sí, ha quedado el British-Arab Commercial Bank, asociado al gigante británico HSBC.
GIDDENS, GADAFI Y LA LONDON SCHOOL OF ECONOMICS
Lo cierto, sin embargo, es que incluso la elite industrial del Reino Unido ha comenzado a guardar una distancia prudente: Pearson, patrón de la editorial Penguin y del grupo Financial Times, ha suspendido el pago de dividendos para impedir que la derrama llegue al fondo soberano libanés, que posee el 3,27% de sus acciones.
La veda contra LIA se evaporaba el viernes en Londres con la dimisión de Howard Davis, el director del santuario académico inglés por defecto, la London School of Economics (LSE). Saif al-Islam, hijo del coronel Gadafi y brazo derecho del régimen, consiguió doctorarse en la LSE en 2008 con un trabajo en el que se aprecian hasta 12 instancias de plagio, eso sí, tras donaciones de entre 350.000 y 1,75 millones de euros.
La puntilla ha caído sobre el cuello de Davis, además, tras las revelaciones de Wikileaks sobre un programa exclusivo de formación ejecutiva de la LSE para 400 oficiales libios, entre ellos 70 jueces y 30 funcionarios diplomáticos. La institución se ha negado a ofrecer detalles sobre la suma total de dinero recibido, su destino o las consideraciones internas para el repago, lo que Ashok Kumar, presidente del sindicato de estudiantes de la propia LSE, ha descrito como "indicativo de la falta de transparencia y de discusión abierta en el seno de la escuela".
De las salpicaduras tampoco se ha librado el venerado sociólogo Anthony Giddens, quien fuera director de la LSE cuando en el año 2002 admitió al pequeño de los Gadafi como estudiante. Giddens no sólo viajó previamente a Trípoli para reunirse con el clan, sino que escribió un desafortunado artículo para el diario The Guardian en el cual cantaba las bondades del coronel Gadafi, quien había de "liderar la evolución de Libia hacia la democracia". Los fondos de las ofrendas de Gadafi padre provendrían del capital nacional de LIA. Kumar, de hecho, ha declarado que "la posición de los estudiantes es que se trata de un dinero robado a la sociedad libia, y que hay que devolverlo".
De la isla, no obstante, únicamente ha sido devuelto a Trípoli hasta el momento un barco cargado con moneda libia por valor de cien millones de libras esterlinas, que llegó días atrás al puerto inglés de Harwich.
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