La decisión de la Security Exchange Commission (SEC) de presentar cargos contra el banco de inversión Goldman Sachs, rey de Wall Street hasta 2008, es una evidencia más dentro de una larga serie de actuaciones punibles, opacas y temerarias que han dominado el mundo financiero durante la etapa de expansión definitivamente cerrada con su quiebra en octubre de 2008. Y contrasta con la enésima advertencia vacía de contenido con que se ha saldado la reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la UE (Ecofin) celebrada en Madrid este fin de semana.
Presidida en esta ocasión por la ministra Salgado, su único resultado tangible ha sido una nueva declaración de que que los instrumentos que se creen para salvar a los bancos en quiebra dentro de la eurozona no deben inducir prácticas de riesgo por parte de las entidades. ¿Medidas? Ninguna.
Que la decisión de la SEC sea resultado de la falta de acuerdo en las negociación con el ex gigante bancario americano para que reconociera comportamientos inadecuados, no modifica la diferencia de aproximación entre Estados Unidos y la UE frente a las prácticas que estuvieron a punto de colapsar la economía mundial y que han costado miles de millones de euros a los contribuyentes, sin que la cuenta esté cerrada todavía.
La diferencia es todavía más abismal en el caso de de España, en donde seguimos esperando alguna medida que acabe de una vez con la incertidumbre sobre cuál es la situación real de nuestro sistema bancario. Y con alguna acción para identificar a los responsables de la crisis que hoy ya nadie niega. El sector bancario es una parte fundamental de la economía que a día de hoy, y a pesar de las cuantiosas ayudas recibidas, sigue sin cumplir en España su principal función: financiar al sector privado estimulando con ello la creación de riqueza.
Pero sin discriminar a aquellas entidades saneadas de las que no lo están, y a aquellos que han respetado la prudencia financiera de los que no lo han hecho, será imposible superar la crisis actual. La decisión de la SEC demuestra que otra política es posible frente a las entidades contumaces en reorientar su situación. El Ecofin, pero más todavía el Banco de España y la ministra de Economía, podrían debieran tomar nota de ello.
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