-¿Por qué se ha hecho valenciana?
-Porque en un momento de cambio me planteé diferentes escenarios. Madrid no me apetecía y además gira en una frecuencia que no es la mía. En el sur de Francia no tengo amigos. En Valencia tengo amigos, calidad de vida, mucha cultura y un cielo azul que me hace sonreír.
-¿Quizá está acostumbrada a los cambios?
-No los veo como tales y no es que me encante ir de acá para allá. Viví en Italia, en Francia... pero siempre con mis raíces en España... No hay que dejarse asfixiar por lo que uno ha creado. Puedes haberte equivocado. Una mudanza limpia mucho pasado.
-¿Utilizar el apellido de su padre es debido a que se siente más torera que artista?
-Pues mire, sí. Soy más torera. Además me doy cuenta en situaciones determinadas en las que me quito las cosas de encima dando un capotazo.
-Su página web afirma que hay que darle tiempo a los sueños ¿cuál es el que más tiempo le ha costado?
-A ese todavía no he llegado y como los sueños son estados que uno quiere conseguir en la vida no se pueden contar. Tengo un nuevo sueño relacionado con el mar, por eso al acercarme a Valencia estoy más cerca.
-¿Quiere ser capitán de barco?
-No, no quiero ser capitana de nada, ni comprarme un barco, ni aprender a bucear, ni le voy a dar más pistas.
-¿Hablamos de la edad?
-Estoy en un momento muy bueno, pletórica, fuerte y con mucha energía. La edad no es importante, es como te sientes. Lo que sí sé es que si tu cabeza está despejada y sabes reflexionar esto va a más.
-¿Cuándo era joven cómo se imaginaba de mayor?
-En mi vida nada de lo que he proyectado se ha cumplido. En los 80 quise montar una carpa de circo y no cuajó; en los 90 quise hacer cine, teatro y más de lo mismo... Cuando me centré en mi marca el tema tomó ritmo profesional. Como me estimula lo que hago, me lo paso bien y vivo de mí, es por lo que estoy creciendo.
-¿Entre sus tres hermanos hay sinergias profesionales?
-No. Podemos colaborar, pero puntualmente. Somos adultos y cada uno tiene sus cosas. Si fuéramos gitanos igual nos subiríamos al escenario con Miguel a jalearle, pero no es el caso.
-¿Qué sueños de su padre y su madre ha heredado?
-Los sueños son de uno mismo. No arrastro sueños de nadie. Bastante se tiene con arrastrar los genes que hay que ir domando. Es mejor aprender a querer los defectos, más que nada porque van contigo diariamente. Supongo que tendré más de mi madre porque es con la que más tiempo he pasado y por ser la más soñadora. He colaborado con ella en todo el proceso de creación de su Museo de los Ángeles. Acaba de cumplir 80 años y tiene una energía que muchos quisieran.
-Funambulismo, moda, cine, mimo, diseño, empresa, ¿qué más?
-Yo me quedó ahí. Me quedo con la empresa y con el funambulismo que siempre es muy útil.
-Y con el Punto del Carmen, ¿cree que es el momento oportuno para abrir un espacio multicultural en el centro de la ciudad?
-Los momentos hay que inventarlos. Si esperas a que sea oportuno te encontraras con 40 personas presentando lo mismo que tú. Hay que ser peleón en la vida y saber que los momentos de crisis permiten cribar, por lo que desaparece lo repetitivo y nace lo mejor. El mercado está saturado de lo que se vende. Se llevan diademas, todos a fabricar diademas... Es tóxico e impide que surjan los genios.
-¿En qué es diferente el Punto del Carmen?
-No somos nosotros los que proponemos, sino los artistas con sus obras. Nosotros tenemos espacio y lo ofrecemos.
-Ha crecido entre genios y artistas que han pasado por su casa. Cuéntenos una anécdota.
-Recuerdo a los doce años que mi madre nos anunció la llegada de Drácula esa noche a cenar. Era Christopher Lee. No era feo, tenía mucha presencia. Nos pasamos toda la noche mirando por el rabillo esperando verle el colmillo. Estaba acostumbrado. En otra ocasión un amigo de mi madre que trabajaba en el circo llegó con un cachorrillo de león. La cosa más mona que podías imaginar, pero cuando te lamía, la lija era del siete. La verdad es que hemos tenido muchas vivencias. Gloria Fuertes venía a casa por Navidad. Y con esa voz ronca, profunda y arrastrada recitaba: "El niño Jesus que está en la cuna, ¡toma!, ¡que no hay una!". Nos quedábamos alucinados.
-¿La Navidad vuelve a ser punto de encuentro?
-No, ahora cada uno tiene su familia y además vivimos en ciudades diferentes. Tenemos nuestras fechas. Nos vemos cuando queremos. Miguel suele estar de gala y Lucía vive en Badajoz. Hace unos cuantos años que dejamos de hacerlo porque cenábamos y comíamos todos los días.
-¿Cree que el mundo de la moda es esclavo de la edad?
-Es más nuestra manera de ver las cosas. Nos pasa a todos. Vemos una mujer y pensamos: "¡Mírala, pobrecilla va vestida como una de veinte!". En España somos muy criticones, pero por exceso de ocio y porque no sabemos mirarnos a nosotros mismos. La moda es tu personaje. Todos inventamos un personaje para relacionarnos.
-¿La mujer pasa a ser invisible a partir de determinada edad?
-Es mentira, aunque algunas sí porque mentalmente lo creen. De todos modos en algunos casos.., ¡qué suerte ser invisible! ¡Por fin! Dejan de pegarte la paliza estos tipos. Las rutinas son complicadas, aburridas y se nos olvida que hay que renovarlas o cambiarlas para recuperar vitalidad. ¿Cuántas parejas llevan tiempo juntas sin que pase nada entre ellos? Naturalmente se hacen invisibles, ellas y ellos.
-¿Siendo tan solidaria por qué le dio por diseñar joyas?
-Mis diseños de plata son fruto de mi sueño empresarial y mi fidelidad solidaria una acción que vengo realizando desde los 20 años. Creo que se puede ayudar haciendo muy poco y que todo lo que siembras lo acabas recogiendo.
-¿Por qué un pájaro como marca de empresa?
-Es un pájaro caracol. Me surgió pintando. Pasaba muchas horas con mis hijos ante una gran mesa llena de colores, plastilinas y cartulinas. Ellos me decían: "Píntame un caballo" y me quedaba a cuadros. Por el contrario, ellos no se cortaban un pelo. Así que me animé y les imité. Perdí el miedo a dibujar.
-Siempre dicen que el último amor es el mejor ¿pasa lo mismo a nivel profesional?
-Bueno, a mí me ha dejado mejor sabor un cambio profesional que uno de pareja. Empecé queriendo ser bailarina, pero exigía mucha disciplina e imponía un límite de tiempo; con el cine y teatro lo pasaba mal cuando interpretaba personajes ajenos a mí. No sé mentir. A los 40 llegué a la conclusión que si no disfrutaba y me divertía con el trabajo era porque no era lo mío.
-¿Qué se dice a sí misma para mantener el entusiasmo?
-¡Pero qué guapa soy, qué tipo tengo!... Sobre todo te animan las cosas que te dicen los que te rodean y sus miradas de amor. Bueno, y porque procuro tener mis pensamientos en su sitio.
-¿Hace algo a disgusto?
-Hoy por hoy no, pero pregúntemelo después de las navidades.
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