-¿La próxima generación estará mejor alimentada?
-No. Hay un grave descenso del consumo. La gente prescinde de la calidad. Ahora se consume lo justo y necesario. Habrá que encontrar una solución, pero dudo que nuestros líderes políticos sean capaces de encontrarla. Estaban avisados y sin embargo se empeñaron en no ver la realidad. Siguen ciegos.
-¿Qué es lo que al agricultor le saca de sus casillas?
-Darse cuenta de que vive en esclavitud, trabaja en pérdidas mientras el consumidor paga un precio muy alto. También le enerva ver los elevados beneficios que consiguen los intermediarios por un producto que no generan.
-¿Los distribuidores-culpables tienen nombre y apellido?
-Sí. Hace 40 años el mercado era diferente. Muchos producían, muchos comercializaban y muchos vendían. Hoy la concentración en los sistemas de distribución impone severas reglas que generan desequilibrios y que difieren de un país a otro. Nuestra agricultura es muy exportadora. Más del 80% se consume en Europa cuyas duras reglas resultan escasamente atractivas para las futuras generaciones.
-¿Para qué exportamos tanto si luego importamos y nos comemos los productos marroquíes?
-Veamos. Aparentemente vivimos en un mundo globalizado, pero realmente el mercado que tiene esclavos puede vender mejor; el que usa productos químicos permitidos en su país tiene más ventajas... Conclusión: la globalización nos obliga a bajar nuestro nivel de vida y parecernos a nuestros países competidores para poder vivir.
-¿Un ejemplo químico?
-El bromuro de metilo. Está prohibido en España y Europa porque contamina la atmósfera. Pero como desinfecta los suelos incrementa un 30% la producción. En Marruecos, China, Argentina y 50 países más está permitido. ¡Qué gracia!
-¿Las naranjas, de la China o de Marruecos?
-De Valencia porque aquí están regaladas. En Europa serán de la China pero a precios reventados. Al final todos cobran menos el agricultor. ¡Es un despropósito!
-Conclusión ¿qué es peor, los precios, las normas, los chinos, los marroquíes, la crisis o la climatología?
-Excepto el clima, que normalmente en esta región nos ayuda, la clave es que toda actividad profesional se realiza para obtener un beneficio económico justo y eso no se está dando. Como las pérdidas de los agricultores y muchas empresas comercializadoras son tan elevadas, Bruselas ha dado la voz de alarma y aprobado un informe que reúne a todos los que participan en la cadena agroalimentaria. El dictamen es que un eslabón, el de la gran distribución, está asfixiando y rompiendo la cadena.
-¡Vaya papeleta!
-Sí. Me preocupa porque la gente huye de trabajar en el campo, pero se queda porque no sabe dónde ir. Si seguimos así en dos años los campos se van a quedar vacíos. Hay términos municipales con más del 40% de campos perdidos.
-¿La agricultura urbana sirve de algo?
-Es una producción de autoabastecimiento como la de los balcones. Un hobby como lo puede ser la jardinería. Me parece bien que los ayuntamientos animen a sus vecinos a conocer el campo, pero eso no va a garantizar la alimentación a escala.
-¿Cuántos campos se han abandonado en los últimos tres años?
-Es posible que más de 15.000 hectáreas. y probablemente si se reactiva la economía 20.000 hectáreas más se abandonarán en los próximos años. En anteriores crisis la agricultura valenciana era colchón de empleo y generador de riqueza. Por primera vez en más de 150 años de historia, la agricultura ha perdido este papel.
-¿El asociacionismo es un seguro frente a la crisis?
-Si hubiera mayor asociacionismo la situación sería menos preocupante. Por ejemplo: la bestia negra del sector agrario es entregar el producto sin precio. Hemos facilitado a los agricultores más de 50.000 contratos tipo recomendando que cualquier transacción se haga por escrito. Ha sido papel mojado. El que domina la cadena ha impuesto sus condiciones. Es la ley de la selva. Como los especuladores tienen nombre y apellido pedimos a los políticos que legislen y actúen mejorando las reglas para permitir el juego que hoy brilla por su ausencia.
-Con tanta tensión ¿cómo se relaja?
-En mi campo, en Picassent, sembrando caquis, arroz y por supuesto naranjas.
-¿Quién prosigue su saga familiar?
-No tengo a nadie, pero esto les pasa a muchos agricultores. Ni un 2% de agricultores tiene a alguien detrás para seguir en la explotación. La gente quiere trabajar para la Administración.
-¿Por qué los tomates saben a todo menos a tomate?
-Porque son más productivos. Lo mismo le pasa al melocotón, pero como la gente no reclama...Y los que sí saben a tomate se cultivan a pequeña escala.
-¿Cuándo se quita la camisa de AVA?
-No puedo. El día que decidí ser agricultor, a los 16 años, supe que mi futuro pasaba por el asociacionismo. Viví en Europa durante el franquismo y aprendí las formas de organizarse. Hasta la democracia no pude hacer mis sueños realidad.
-¿Usted era de los que lanzaba tomates a la puerta del ministerio?
-Pues sí. Nos lanzaron los caballos, nos reventaron ovejas... era otra época. Ahora cuesta mucho manifestarse y los políticos ya no ven al campo como entonces, ni tenemos tanto peso.
-¿Y si sueltan la azada como los controladores?
-Quizá entonces nos escucharan, pero somos muchos y no demasiado disciplinados.
-¿Cocina lo que siembra?
-Soy bueno para las tortillas y verduras a la plancha.
-¿Dónde no le veremos nunca?
-Entre los especuladores que desangran el campo.
-¿La culpa siempre es del otro?
-No, el fracaso es de todos cuando somos incapaces de hablar.
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