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Sobre insultos, ilustrados y hemiciclos

ABELARDO MUÑOZ. 17/12/2010 "La obsesión de las élites políticas por parecer cultas inició otra ruina para nosotros. Destruidos los auténticos contenidos creativos y tapados los ilustrados, una casta de ignorantes tomó el poder y comenzó a deconstruir los restos del pensamiento moderno valenciano..."

VALENCIA. A algunas de las diputadas más lenguaraces y directas de nuestras Cortes Valencianas las machacan con impropios improperios cuando regresan a sus escaños. Mónica Oltra y Mireia Mollá lo han contado casi sollozando hartas de que las tilden de "furcias" en el sacrosanto foro de los valencianos" (¿no se parece más ese lugar a la procaz corrala de una pelea clandestina de gallos?

¿Qué es un ilustrado? En primer lugar un amoral; un agnóstico; un realista romántico curioso y poseedor del imperativo ético de conocer y disfrutar de la vida haciéndola agradable a los demás. Un intelectual, un diletante que pica en todas las disciplinas pero no profundiza en ninguna; un situacionista que vive el momento. Su peor enfermedad es el Síndrome de Stendhal, que consiste en tomarse demasiado en serio la cultura y sufrir una ansiedad permanente por abarcarla. "Me pesan los ejércitos de Atila", escribió Borges en uno de sus pocos poemas. "El que añade ciencia añade dolor", dice Descartes pero ¿quién de entre nuestros dirigentes políticos se ha molestado en leer filosofía?

La ruina que arrastramos los valencianos -como los percherones del tiro y arrastre que trajo mi bisabuelo desde la Bretaña a sus cuadras de Catarrotja- es sufrir una dirigencia política de cortas miras y vulgar. Ansiosa por subirse al AVE para plantarse en Madrid a lloriquear prebendas. En eso la cosa no ha cambiado nada. La inepcia de los políticos y la traición de los intelectuales es un fenómeno histórico del último cuarto del pasado siglo en Valencia.

Veamos. Amadeu Fabregat, que en los setenta paseaba su mantón de Manila contracultural por la calle de Cavallers y se jactaba de haber escrito un libro de ingenioso título, Falles folles fetes foc, aprovechó la colosal canonjía de dirigir un emporio -del que no tenía ni idea pues llegaba de director de una efímera revista semanal- para no solo hacer un empastre populachero despreciando a la inteligencia local sino para catapultare como empresario de espectáculos en Madrid. Lluís Fernández, que apuntaba como efebo wildeano con su libro El anarquista desnudo, no desaprovechó la siguiente canonjía, la de la Mostra; luego también se marchó para echar pestes de la ciudad. Carles Mira, un reputado intelectual nacionalista se expolsó les esparadeñes y se dedica a lanzar pestes desde Barcelona sobre nosotros, los desgraciados que nos quedamos a oler el hermoso azahar de L´Horta. Muchos 'intelectuales', que no ilustrados, nacidos en estas calles han utilizado su merodeo juvenil para luego reírse en la cara de la vanguardia valenciana.

Después, la obsesión de las élites políticas por parecer cultas inició otra ruina para nosotros. Destruidos los auténticos contenidos creativos y tapados los ilustrados, una casta de ignorantes tomó el poder y comenzó a deconstruir los restos del pensamiento moderno valenciano. La obra de Fuster se esconde en los escaparates de Octubre; por Miguel Hernández se dan de tortas; a Gil Albert lo pasearon Cipri Ciscar y Asunción como un maniquí de feria cuando mandaban. Y la subvención autonómica de museos, festivales de cine y auditorios entró a saco para a base de nepotismos y despilfarros destruir la afición al teatro y otras artes de los valencianos.

De los citados socialistas, que compartieron piso en la sede de un ministerio en Madrid, el primero adora más la paramera de Esperanza Aguirre que su Horta natal pues funciona este natural de Picanya como un fantasma cuando aparece por aquí. De Asunción ya es sabido que ha cambiado de camisa sin mucho rubor. Y frente al cinismo agresivo de los viejos dinamiteros como Rafael Blasco lloriquea una izquierda nacionalista que se esfuerza por mostrar sus bolsillos vacios.

Enric Morera, ensimismado en sus legajos en los debates de Les Corts, cuenta a todo el que quiera escuchar que rechazó de plano las ofertas empresariales para que diera luz verde a un proyecto sobre aguas en El Alcoià. "¿Cuántos pisos quieres? ", le dijeron. Morera rechazó los pisos y les fastidió el plan.

Será por eso que algunos diputados de derechas de las Corts acosan con insultos inauditos a sus dos compañeras de Compromís Mireia Molla y Mónica Oltra en las sesiones. Estas chicas tienen que sufrir de todo, como en el fútbol, los improperios susurrados de escaño a escaño. Que si desgraciada, que si mala p... que si pringada... Mireia me tiene dicho que a veces le sangra la lengua de tanto mordérsela para no responder a las provocaciones. ¿Eso sucede en Les Corts donde todos los machos van de romanos y las hembras de falda cruzada? Marga Sanz mantiene su soberbia comunista hasta la caricatura y hay rumores que señalan al rojo Amadeu Sanchis como nazareno de la Semana Santa del Cabanyal, lo cual es más fuerte de lo que parece.

Los socialistas se están despedazando a sí mismos y juegan a ver quien lo hace peor. Si el a punto de desaparecer Ricardo Peralta desgobernando a la Policía o el fallero Alarte ofreciendo al sumo sacerdote Rubalcaba todo el cutrerío de que es capaz un izquierdista de boquilla. El escándalo con los informadores en la última concentración populista del pasado domingo en el Palau de Congresos ha permitido hasta a la derecha del PP llamarlos fachas por tratar a los periodistas como a malhechores. Ni políticos, ni intelectuales, sólo oportunistas. No lo digo yo, se escucha en los transportes públicos, en los mercados y en las tertulias. Para eso, rizan el rizo algunos bromistas, sería mejor que regresaran el Conde Trénor y el Marqués del Turia, con otras viejas glorias del XIX, que eran mucho más educadas. Esos señores, al menos, no se insultaban en las sesiones parlamentarias. También es verdad que por entonces tampoco había mujeres en los parlamentos. En eso hemos avanzado, ché.

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