VALENCIA. La ciudad amaneció tomada. Legiones enteras de agentes del CNP y de la Local rodeaban las inmediaciones de la Llotja y hasta los Santos Juanes estaban más tiesos de lo normal. Ni cuando se desplaza la alcaldesa del vestido sangre de toro o el Molt Honorable suceden estas cosas. Pero venían miembros de la Casa Real y a ellos hay que darles de comer aparte. Como decía con la comisura de los labios un ujier de las Cortes, "estos aun tienen miedo de que los anarquistas de la Marjal les metan un petardo en el culo, como en la popular sevillana del atentado contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia".
No van desencaminados esos cenizos pues hay que recordar que el dictador Franco jamás sacaba la nariz del siniestro Rolls que le regaló Hitler cuando visitaba la ciudad del Turia. Esperábamos todo el día con las caras pegadas al balcón y la BPS ocupando las azoteas y luego era Bienvendio Mister Marshall pero sin Pepe Isbert.
Y cuenta Merimee, en su libro decimonónico sobre nuestra tierra, que aquí las mujeres eran las más bellas de la península, rubias y de ojos azules, en contraste con los hombres "malcarados, pendencieros y siempre con la faca ceñida a la faja". Próspero se equivocaba pues en realidad el varón valenciano y su indumentaria folclórica es bastante andrógino y femenino. El mundo fallero es machista para defenderse de la inteligencia natural de sus mujeres.
Esta mañana de avatares y eventos lucía ese sol, nuestro principal activo frente a la crisis. Cardúmenes de escolares veían vetada su entrada al palacio gótico que a eso del mediodía se afeaba con ganas, atravesado de cables y generadores estruendosos. No muy lejos de allí algunos diputados autonómicos de variado signo tomaban el capuchino de la mañana en los alrededores del Palau de Benicarló.
Si el castillo repujado de monstruos rijosos que vigilan el trajín atávico del Mercat tenía su circo: escoltas, políticos, empresarios, pelotas y vasallos, no muy lejos de allí tenía lugar una sesión de cinismo político de manual.
El caso es que el reputado economista valenciano y antiguo conseller Andrés García Reche, recordó hace nada que el Consejo de Política Fiscal del Estado debe hacer un test de estrés de cada comunidad y luego informar a ciudadanos e inversores de lo mal que van las cosas. Los inversores no quieren planes, quieren leer el BOE.
Pero esa mañana del evento en la Llotja nadie hacía nada en concreto más que representarse a sí mismo, o a su caricatura. Gerardo Camps disertaba sobre lo bien que lo hemos hecho y enseñaba el monigote de la recuperación económica con el mismo espíritu que el brujo comanche le corta el pescuezo a una liebre y luego vaticina la gloria para su gente. Hablaba Gerardo Camps de logros y días antes su jefe Camps buscaba titulares con la cansina y tendenciosa cantinela de que hemos de comprar productos valencianos.
Ni uno ni otro parecen enterarse del demoledor informe del Foro sobre Innovación celebrado aquí hace nada. Un think tank que trae malas noticias para todos. La economía indígena no innova, no inventa y además está desnuda con respecto a las tecnologías de la información y la logística. Pero lo peor de todo es que su tasa de fracaso universitario duplica la de Europa. Y los diputados tan contentos.
Había dos contubernios de pasillo en la planta dos de ese palacio tan ajeno a la gente de la calle. Uno estaba formado por la comunista Marga Sanz, vestida de catequista, y la hermosa socialdemócrata Ana Noguera, que marcaba trasero con sus jeans elásticos (no es sexismo lo escrito, sino imitación del estilo Sánchez Dragó). Además, la diputada socialista es guapa de verdad y trabajadora a carta cabal.
El otro entente era a todas luces contra natura. Enric Morera, con su sonrisa de vendedor de coches usados, se daba el pico nada menos que con David Serra, vicepresidente del PP y hombre sumamente osado enjuiciando la realidad. Serra, como si acabara de dejar a sus amigos de la Tuna, bromeaba sin recato afirmando que el PP adora a Alarte y lo apoyará hasta el final, porque "es un gran valencianista" aunque por desgracia sin proyecto político.
Morera callaba cómplice y dejaba que su interlocutor soltara barbaridades una tras otra, con ese desparpajo ignorante que tienen los ventrílocuos tipo José Luís Moreno. La política es un cachondeo y yo estoy a aquí para animar el empastre, parecía decir.
Sin ápice de autocrítica o reconocimiento siquiera de algún error, David Serra tomaba al periodista como un pardillo y ejercía de personaje de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. Todo estaba perfecto, el PP en la Comunidad es Dios: la sanidad va viento en popa y Font de Mora es el mejor conseller de Educación que ha tenido Valencia, afirmación que obligó al periodista a recoger sus trastos y largarse de allí muy serio.
¿Cómo es posible que la conselleria rechazara la oferta estatal de ordenadores para los niños? ¿Y esa política perversa que persigue que haya más alumnos en la Universidad católica que en la pública? Ni una reflexión inteligente, un apunte de duda, nada.
Serra y Morera lo único que sabían era reír como el pájaro Dodo de Alicia de Carroll. Cuando alguien no entiende algo, se ríe. Eso hacían ellos. ¿Están ustedes perpetrando alianzas comarcales con tránsfugas incluidos? El líder del Bloc y el economista del PP, enrojecieron.
Abandonado ese cínico sofá, el mismísimo Ricardo Costa se puso a tiro pues se escapó del pleno para hacer sus necesidades. El periodista le saludó, Costa fingió que se acordaba del reportero. Le veo como si nada le hubiese sucedido, amigo Ricardo, ¿no le ha hecho mella el escándalo de marras? ¿Qué escándalo? Comienza a vacilar el diputado. Bueno, déjelo. Lo cierto es que se le ha puesto blanco el pelo. ¿No será por los disgustos? Quiá, dice el diputado que bajó a los infiernos y logró resucitar al tercer día. Esto me viene de familia. Y se aleja meneando esos hombros de culturista que tiene el muchacho que nunca hizo nada malo.
Y todo este sainete de pasillos en un contexto más cínico aún. Tras denostar el valencianismo político, abominar de los poetas verdaderos del País Valencià, fue la mismísima y Milagrosa presidenta de las Cortes quien leyó el manifiesto de homenaje a Francesc Bosch i Morata, ilustrado y amigo de muchas hienas bolcheviques como Carles Salvador, Sánchis Guarner, Francesc Almela i Vives y otros miembros de la intelligentsia valenciana.
Los familiares del antiguo conseller de Cultura de la República se abrazaron felices y atónitos al comprobar cómo representantes de la facción secesionista del territorio se tragaban el sapo y proclamaban en voz alta las bondades de un luchador por nuestra identidad como pueblo. Eso recuerda mucho a jugadas aparentemente sagaces pero que jamás han funcionado. Como cuando Franco invitó a Picasso a que regresara a España para darle bombo a su régimen infame. Está escrito que el gran malagueño dijo que nones. Pero aquí, en las inmediaciones del pantano contaminado, todo es posible. Esto es berlanguiano.
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