Incontestables de nuestro entorno. Una oncóloga y un químico criados en entornos rurales pilotan, en cada uno de sus ámbitos, la ciencia española. Es su turno
VALENCIA. Son los años sesenta. Bonrepós i Mirambell, Moncófar. En entornos agrícolas y humildes se están criando Ana y Avelino. Nadie sabe, ni tan siquiera lo intuye, porque no está escrito en las previsiones, que unas décadas después pasarán a ser la Doctora Lluch y el Profesor Corma. Ella la mejor oncóloga de España según el consenso publicado, pionera en el avance contra el cáncer de mama. Él Premio Príncipe de Asturias a la investigación científica, químico con más de 100 patentes por banda, contribuyendo a la revolución de los materiales; al escribir su nombre Google lo asocia al Premio Nobel, reconocimiento para el que suena periódicamente.
Cuando alguien vuelva a repetir que a los valencianos nos faltan referentes, iconos por los que sentir orgullo, sugiéranles que escuchen a Lluch y Corma.
Eran los años sesenta y...
Ana Lluch: Mi padre se dedicaba a los plantones de los naranjos. Mientras, yo iba a la escuela pública. Tenía claro que cuanto más supiera más podría aportar, quizá porque en este ambiente agrícola la utilidad, sacar rendimiento, era lo fundamental. Por eso quería hacer Medicina. En mi casa eran claros: "tener esos estudios es para gente rica, si lo quieres te lo tendrás que ganar". La mujer del médico del pueblo me decía que estudiar Medicina no era cosa de hijos de jornaleros...
Avelino Corma: Mi padre también era agricultor, me acostumbró desde pequeño a ir al tros, mi trabajo de verano era rascar, quitar la maleza en los naranjos. Fue una gran fuente de aprendizaje. Yo observaba, él me enseñaba. Estaba destinado a ser agricultor, ir a jornal, pero ellos querían que estudiara. Gracias a una beca fui a los Salesianos de Burriana, pero me echaron... No era mal chico, pero me movía demasiado.
Ana Lluch: Te hacías demasiadas preguntas...
Avelino Corma: Y llegado el momento anuncié a mis padres que quería ir a la universidad. Mi familia hizo el esfuerzo increíble de trasladarse a Valencia. Mi padre trabajaba durante la semana en Moncófar y los fines de semana venía a Valencia. Eso no era vida, no nos veíamos. Vendieron todos los campos y compraron un secano cerca de aquí. Cada día a las cinco de la mañana nos íbamos al Mercado de Abastos y después corriendo a la universidad, aunque a la primera clase no llegaba nunca...
Nuestros protagonistas acaban de alcanzar la universidad. Son los setenta.
Ana Lluch: Veía los escalones de la facultad de medicina y temblaba. Pero al subirlos me sentía tan feliz, era algo inesperado. Mi padre murió justo por entonces y pensaba: ay, si mi padre me hubiera visto conseguir esto, si me viera subir estos escalones... Él había estado encarcelado durante la Guerra Civil y soñaba con una vida mucho mejor para sus hijos, aunque nunca lo decía, porque hablaba muy poco. Y después de subir aquellos escalones tantas veces terminé haciendo oncología porque veía que era la especialidad que más avances debía tener y no tenía, casi todo se trataba igual, eran fármacos muy tóxicos que mataban todas las células, debíamos ser más específicos, pero en aquel momento no conocíamos ni el genoma, ni la biología molecular, ni...
Avelino Corma: Para mí fue decisivo cuando en quinto curso, pensando en quedarme en el departamento de químicas, un profesor me preguntó: "Corma, ¿a usted le gusta mucho la investigación, no?". "Es una de las dos cosas que más me gustan", le contesté. Me sugirió que fuera a Madrid al Instituto de Química Física Rocasolano, allí había un apartado que era el de catálisis, y me quedé. Luego me fui a Canadá. Podía haberme quedado allí o en EEUU, pero decidí volverme. No sabía si iba a hacer mucho o poco, pero había vivido de muchas becas y quería devolverle a mi país lo que me había dado.
El tiempo progresa y Lluch viaja a Milán para traerse una de las técnicas que más ayudará a progresar en la cura del cáncer de mama. Lo hace con una rocambolesca comitiva.
Ana Lluch: Los tumores de mama dependen en un 70% de las hormonas ováricas. En Milán había una técnica, en el centro oncológico más avanzado, donde conseguían que al quitarse el tumor se supiera si mantenían las proteínas receptoras de hormonas. En función de eso responden o no a los tratamientos. En España no se hacía eso en ningún lado. Entonces decidí irme a Milán en una roulotte, con mis hijos pequeños y mi marido. Nos costaba dos días ir. Nos quedamos en un camping y yo iba a la ciudad todos los días en tren. Y el año siguiente igual, aunque nos tocó salirnos de la autopista porque no nos quedaba dinero para pagar los peajes. En 1980 empecé a aplicar esa técnica en España y a dedicarme a conquistar a los cirujanos, porque necesitábamos esos tejidos frescos recién salidos del quirófano. Creo que sirvió para comenzar a hacerse preguntas e intentar contestarlas.
Los noventa. Corma y Lluch son científicos consagrados en la química y la oncología. Avelino Corma recibe una llamada de Moncloa.
Avelino Corma: Un presidente del Gobierno nos reunió en Madrid a trece científicos...
¿No se puede saber quién era el presidente?
Avelino Corma: No hace falta, te lo imaginarás pronto. El presidente estaba fumándose un puro y al llegar nos preguntó: ¿la investigación para qué sirve? Yo rápidamente salté: mire, aunque usted crea que aquí no se debe desarrollar la tecnología sino comprarla, al menos usted necesitará a personas que sepan qué tecnología comprar, porque si no no podrá tener un país competitivo. Se preocupan por la inmediatez. Esa visión cortoplacista produce mucha frustración. Me provocan cuando creen que la investigación no retorna a la sociedad, y me dan ganas de esforzarme todavía más para demostrar la importancia de investigar.
Ana Lluch: Él no lucha ni por dinero ni por prestigio, porque eso ya lo ha conseguido, lo que queremos es transformar esta sociedad, tener un futuro mejor. Lo que pretendemos es que las nuevas generaciones se sigan preguntando por qué y por qué, no crean que ya no vale la pena seguir preguntándose, porque nuestro trabajo es preguntarnos por qué todo el tiempo. En las investigaciones nunca damos grandes saltos, son pequeños saltos, pero la suma de todos ellos es decisiva.
Avelino Corma: Desde hace unos años se vienen reduciendo las dotaciones para investigaciones e investigadores. Al principio, en el primer año, nos decían: uy, ves, aunque se han reducido las dotaciones no ha cambiado nada, todo sigue igual, las mismas publicaciones, los mismos trabajos... ¡Pero burros! Esto no cambia de inmediato, ya verás de aquí cinco años, de aquí seis años. Y ya lo estamos viendo.
Ana Lluch: Estamos en un pozo así de grande.
Avelino Corma: Me gustaría que ahora que hay partidos que tienen intenciones de cambiar las cosas vayan más allá, sean ambiciosos, transformadores, y nos digan qué quieren hacer en educación, en investigación. ¡Estamos ansiosos porque alguien salga con un planteamiento original, a largo plazo, posible de aplicar!
Ana Lluch: Dejemos a un lado lo antiguo, pensemos en el futuro. Es una oportunidad, por favor.
Avelino Corma: Mira los países más avanzados, el plan de investigación no cambia cada vez que entra un nuevo gobierno, no se puede funcionar a impulsos, necesitamos estabilidad.
Ana Lluch: Dad ese mensaje. ¡Estabilidad! Que no cambien por cambiar o por poner cada uno a los suyos porque si no haremos lo que criticábamos. Las personas válidas que continúen.
Avelino Corma: Simplemente les pido que den confianza a los investigadores, que vamos de buena fe, intentamos ahorrar al sistema. Si algún investigador derrocha son rechazados por el resto.
Ana Lluch: Es fundamental valorar la investigación. Si no se le valora, si da igual que cada médico publique en la revista ¡Hola! que en la New England Journal of Medicine, eso provoca desaliento. El sistema público actual ve la investigación como un gasto. He ido a la dirección de mi hospital y lo primero que se me ha dicho ha sido: en el nuevo currículum de objetivos, investigación cero. ¡Que entiendan que un sistema público se tiene que basar en el progreso! Eso se hace con la investigación, no solo aportando a corto plazo lo que el sistema quiere y ya está, porque así no progresamos.
Y agosto de 2015. En el lateral de un patio ajardinado de Valencia Lluch y Corma, que coinciden hoy por primera vez, comienzan a trabar conexiones. Materiales y aplicaciones. La química, como dijo Corma al recibir su Príncipe de Asturias, aquello que "es capaz de crear, permitiéndonos generar moléculas y materiales previamente inexistentes".
Ana Lluch: Ya tenemos un fármaco nuevo para pacientes determinadas que entra por una molécula y libera el fármaco sólo en la célula afectada. Porque lo que buscamos todo el tiempo es dañar a la célula perjudicial y no la buena, y para eso la investigación y la tecnología es imprescindible.
Avelino Corma: A determinados fármacos las defensas los toman como a un extraño los macrófagos van contra él, neutralizando su posible efecto. Al sílice sin embargo el organismo no lo percibe como extraño. Por eso hace unos años usamos una cápsula de sílice con una molécula preparada para que responda solo a los estímulos que las células cancerígenas tengan. Lo hicimos y funcionó in vitro, lo ofrecimos a varias compañías y nos dijeron que si no estaba en fases más avanzadas no les interesaba. Pero ahora ha cambiado, las empresas tienen más interés.
Ana Lluch: Absolutamente, ahora la investigación básica está menos aislada de la investigación aplicada. Por eso la industria debe estar informada de aquello que necesitamos para aplicar. Debemos dejar de tener esas dudas sobre la industria privada. Yo les debo decir en el laboratorio que necesidades tengo. Eso empieza a ocurrir. La industria empieza a dejar de pensar que cuanto más enfermos traten más ganan, porque eso no es lo efectivo. Han pasado a apostar por medicamentos específicos que sean muy útiles para algunos enfermos. Así ganamos en eficacia. Porque siempre hablamos del cáncer de pulmón, pero es que en realidad hay 20 tipos de cánceres de pulmón diferentes, y para cada uno de ellos hay una investigación y unos fármacos.
Aunque revolotean la edad de jubilación, no es un destino que esté entre sus planes. El futuro. ¿Qué soñáis poder alcanzar?
Avelino Corma: Me dedico a la catálisis. Piensa en una reacción química, el catalizador lo que hace es aumentar la velocidad de la reacción y dirigirla al producto que tú quieres. Pues bien, sueño con poder diseñar catalizadores que puedan tener reconocimiento molecular, que nos pudieran dar el producto que queremos. Ya estamos en eso. Hemos logrado pasar de procesos industriales que necesitan varias fases y ya estamos consiguiendo que gracias a nuestro catalizador se haga en una sola fase y con más concreción. Lo hemos hecho con una compañía americana pero se está aplicando en una fábrica española. Eso ha permitido, fíjate para qué sirve la investigación, que la producción no se vaya a China. Eso lo puedes hacer porque has creado una base de conocimiento. Si no la creas no podríamos conseguir todo lo demás.
Ana Lluch: Me gustaría conseguir que en el cáncer, que es a lo que he entregado mi vida, veamos la posibilidad de vencerlo, no sólo cronificarlo, sino vencerlo. Estamos en la punta del iceberg de ese objetivo. Es posible hacerlo, pero para ello necesitamos investigación de calidad, aquí somos pioneros en ello. Aprovechémoslo y no lo desperdiciemos. Sueño, sí, con que algún día pueda decirles a todas mis pacientes, y no sólo al 70% o al 80%, una frase: os podéis curar.
Serie ‘Amores de verano':
1. Beatriz Garrote y Antonio Penadés: la dignidad encuentra representantes
2. Cuchita Lluch y MacDiego, una unión explosiva ante el problema valenciano
3. Román de la Calle y Senior revueltos ante el anhelo: redignificar la cultura en Valencia
4. Maribel Doménech y Josep Gavaldà: convertir el Cabanyal y l'Horta en las Galias de nuestro tiempo
5. Ana Lluch y Avelino Corma, los científicos valencianos que sí ofrendan nuevas glorias
Ana Lluch no es sólo la oncóloga más prestigiosa de este país, es mucha más, es la persona más accesible, cariñosa, humana...que he conocido en el mundo de la medicina. Y encima progresista. ¡Un lujo en este país de mediocres!
Que gratificant és saber que hi ha gent,ja madura,que passen els seixanta i encara tenen el neguit de la lluita,del treball i l'alé de la investigació.Gràcies Ana per saber apropar-te a les teues pacients i dedicar un ratet del teu temps a escoltar-les ,malgrat tenir uns llistats de pacients interminables.La teua tasca no te preu. Gràcies.
Que bueno ver a la gente que nos guía como debemos trabajar
Felicitats als dos, especialment a la doctora Lluch que conec per haver tractat a ma mare. Excelent persona i excelent doctora.
Deseo dar publicamente las gracias a la DRA.Lluc: a ella y su equipo debo agradecer que aun estoy viva !! Diez años de vida, y los que me queden un regalo de Ana gracias a su extraordinaria capacidad de trabajo y empatia con las mujeres afectadas por cancer de mama. Gracias mil. ROSA.
Ojalá el sueño de estas dos grandes personas se cumplan porque este sueño debe ser el de todos
Que gusto dar ver gente tan entregado, inteligente, y de altísimo nivel....y además valencianos. Tienen toda la razón, la investigación es primordial y el futuro
Eixes glòries ens pertanyen a Nosaltres els Valencins. A més són la prova de què madrid sense les colònies no té res. Ni esportives, ni científics, ni polítics, ni artistes ni res de res. Madrid és la capital de la "terra erma". Forat negre d'un estat inexistent. Igual, per cert que les caixes d'estalvis robades i els bancs valencians enfonsats.
Y la aventura de Avelino (y de Jaime Primo Lillo) empezó en un trozo del parking del Politécnico convertido en laboratorio en que se veía a los investigadores trabajando a través de la puerta acristalada que daba al Departamento de Física. Talento, mucho trabajo y generosidad. ¡Qué diferencia con la mediocridad que reinaba pocos metros más allá! Y el magisterio humano de profesores como Jaime Primo (supongo que Avelino es igual). Al menos en este caso se ha reconocido la valía.
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