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¿Cómo sienta un rescate a manos del Banco Europeo y el Fondo Internacional? Irlanda ya lo sabe

Londres Plaza / VÍCTOR JIMENEZ. 21/11/2010

LONDRES. La entrada al edificio del Banco Central de Irlanda, por la calle Merrion, de una docena de asesores procedentes del Fondo Monetario Internacional para meter mano a los presupuestos del país es uno de esas pesadillas que, probablemente, deben haber mantenido despierto al primer ministro irlandés, Brian Cowen, durante las últimas semanas. La desazón llegaba este jueves a su fin. La pesadilla es real.

"Los periodistas lo van a tener crudo para encontrar imágenes de 'ciudades fantasma' como en España", dice un perito catastral irlandés, Bill Nowland. ¿En serio? Las cifras oficiales del colegio de agrimensores señalan que existen parcelas todavía en estado de construcción incompleta que suman más de 100.000 viviendas. Y por otro lado, es más sencillo plasmar la caída de la economía irlandesa con una fotografía del cáncer inmobiliario, que buscar una representación escrupulosa a la ola de resentimiento que ha cubierto la isla mientras organismos financieros exteriores toman las riendas de su erario público. "El gobierno va a sacrificar hasta el último vestigio de la democracia irlandesa y nuestro bienestar económico", ha declarado el grupo de presión ciudadana Alianza por la Gente, una especie de Salvem el Botànic valenciano a la céltica.El premir Brian Cowen (a la izquierda), con Olli Rehn, comisario del comité europeo de asuntos económicos

La Coalición contra la Deuda, una asociación que comparte posiciones con la Alianza, ha recibido además el apoyo de instituciones globales como Oxfam y Amnistía Internacional para alzar "una llamada a la mobilización de la sociedad civil contra los buitres y abusadores que han desembarcado aquí desde la Unión Europea y el Fondo. Estas instituciones", les recrimina la Coalición, "son las defensoras de la locura de los mercados libres que el gobierno irlandés abrazó con tanto entusiasmo durante la pasada década, y que nos ha conducido a la situación desesperada en la que nos hallamos hoy". A la ciudadanía de Irlanda se le está calentando la boca.

A SUFRIR, LOS DE SIEMPRE

No les falta razón, explica Fergus Finley, de la sociedad benéfica Barnardos, quien asegura sentirse incluso "avergonzado" porque los irlandeses no hayan levantado ya "barricadas contra los recortes de servicios públicos que se nos echan encima". Según Finley, los análisis de las intervenciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) en otros países arrojan conclusiones profundamente pesimistas sobre el futuro que se le aproxima a Irlanda.

En la primera fila de víctimas, aparecen las familias cuya economía es más vulnerable: incrementarán el uso del crédito privado con intereses usureros; la violencia doméstica aumentará debido al desplome dramático de la calidad de vida; y empeorará el hambre infantil, como también ocurrirá con las esperas para acceder a tratamientos médicos.

Después del jueves en que Irlanda cedía un pedazo de su soberania financiera, en Cork, al sur de Irlanda, un padre se suicidaba con sus dos hijas lanzándose cuesta abajo en su automóvil, "un buen hombre" ─en palabras de sus amigos más cercanos─ "del que nunca hubieras imaginado que pudiera cometer un acto semejante". Como cualquier otro día, el goteo de noticias fluye. Ahora, sin embargo, todo parece hablar del infierno en el que el país ha descendido.

En Kilbeggan, en las comarcas del interior por las que atraviesa el río Brosna, la empresa de procesamiento de carnes Dubia acomete la reforma de su fábrica bajo la promesa de expandir la plantilla de 218 trabajadores, aunque se sospecha que sólo provocará más contaminación sonora y hedor, de lo que la población de unos 1.500 habitantes ya venía quejándose desde años atrás. Mientras, al norte, los vecinos de la comarca de Cavan se revuelven contra el director de personal de la mancomunidad, Joe McLoughlin, quien, tras revisar las cuentas regionales, ha emprendido una severa restructuración de los servicios sociales de la región porque "no podemos continuar como si nada hubiera sucedido".

¿DÓNDE SE ESCONDEN LOS CULPABLES?

La prensa se hace eco del sentimiento popular: "Recuperamos nuestra independencia política contra la Gran Bretaña para ser los amos de nuestro destino, y hoy hemos abandonado nuestra soberanía en manos de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional... a causa de la incompetencia del gobierno que nosotros mismos hemos elegido".

La caza de brujas ha comenzado. La clase política al cargo, cuando aún está en suspenso el mecanismo definitivo por el que Irlanda tomará su inyección de capital, pasa la patata caliente hacia atrás: Dick Roche, ministro irlandés para asuntos de la Unión Europea, ha embestido contra el diario Irish Times, en cuyo editorial se calificaba la gestión del actual gabinete de "fracaso". Roche ha recordado a la dirección del periódico que, si echan un vistazo a la línea de los beneficios de la empresa, verán que han protagonizado, "en los últimos tiempos, las operaciones financieras más catastróficas de su historia".

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico es una de las voces que han intentado poner el dedo en la llaga: ¿cuál ha sido el error de Irlanda? "La estrategia de reestructuración del sistema bancario se ha basado en transferir créditos de baja calidad a instituciones que han recibido, a su vez, el apoyo del gobierno gracias a los fondos públicos. Aunque este planteamiento posee el mérito de preservar la estabilidad bancaria, el coste en el mercado de deuda soberana ha sido excesivo". Pero, ¿no es esto mismo lo que hemos decidido llevar a cabo en el resto de Europa y los Estados Unidos?

UN VIRUS CONTAGIOSO

El sarcasmo saca hoy la nariz bajo las carpetas rojas del chancellor de Economía británico, George Osborne, si bien en toda la Unión Europea pudimos escuchar una versión más o menos fiel de su discurso: "Irlanda no está en los márgenes de Europa sino que se ha convertido en un puente formidable hacia el Atlántico. Compañías de alta tecnología como Intel, Oracle y Apple han elegido Dublín para establecer el centro de sus operaciones europeas. ¿Qué ha provocado este milagro y cómo podríamos repetirlo en nuestro país?" Era el año 2006, las hipotecas subprime no habían conseguido todavía atraer a los titulares de los medios de comunicación, y el feroz dragón verde ofrecía el tipo de interés más bajo de los alrededores, el 1,25%.

Estos días, en cambio, el Taoiseach o premier irlandés infla las mejillas para soplar que "la solidez económica" de su país es tan insustancial como que el euroministro español, Ramón Jáuregui, repita que "la crisis de Irlanda no afectará España". Ya lo ha hecho: el coste del crédito a diez años para el gobierno español ha saltado hacia los 200.000 dólares por cada 10 millones en préstamos, con la inercia de un animal de carga doméstico que conoce el camino. Desde el traspiés griego en 2009, en efecto, la periferia europea recibe el castigo de los mercados internacionales y las inversiones exteriores buscan la salida: a veces lentamente, y en ocasiones como la de esta semana, en estampida libre.

La cuestión para Irlanda, a estas alturas del incendio, es de dónde vendrá el dinero. Si lo hace del dispositivo de apoyo comunitario aprobado en mayo, limitado a 60.000 millones de euros, el Fondo Monetario Internacional no podrá clavar la cuchara tanto como desearía. Si proviene del fondo de emergencia europeo de 750.000 millones, la opción de que Irlanda mantenga la soberanía financiera desaparecerá de la mesa de negociaciones. Si el monedero que se abre es el del mecanismo de estabilidad financiera europeo de 440.000 millones de euros, la diferencia, además, la notarán los vecinos británicos, que no tendrán que poner ni un céntimo porque no pertenecen en la zona del euro.

Y si ustedes se han hecho un lío con tantos recursos, piensen que los analistas de Credit Suisse han valorado las pérdidas bancarias de Portugal, Irlanda, Grecia y España en 1,6 billones de euros. Quizás el episodio irlandés parece una escena repetida del drama de la recesión, pero este es precisamente el riesgo: que la presión escale, Estado a Estado, sin encontrar una vía de salida. Así es como revientan las ollas.

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