VALENCIA. Una de las señas de identidad del presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, es su férreo inmovilismo político. El líder 'popular', por ejemplo, no ha propiciado ninguna crisis de gobierno en toda la legislatura, pese a que ha tenido motivos más que justificados para ello. De la misma manera, tras el mal resultado en las elecciones autonómicas, tampoco ha acometido cambios en las direcciones regionales pese que en algunas de ellas los propios protagonistas habían solicitado el relevo.
No obstante, así lo informó Servimedia el pasado domingo, el máximo responsable del PP podría hacer una excepción en esta ocasión en Baleares y la Comunitat Valenciana. José Ramón Bauzá, quien ya había anunciado su adiós, formalizó el viernes por carta su abandono de la presidencia regional del partido, dejando la pelota en el tejado de Génova.
Por lo que se refiere a Alberto Fabra, su marcha al Senado se hará efectiva el próximo miércoles, lo que unido al problema de liderazgo que ha arrastrado desde su llegada al poder, invita a que la dirección nacional del PP imponga una solución provisional de cara a las generales. Pese a la 'alergia' de Rajoy a los cambios, el presidente podría dar el paso en esta ocasión puesto que lo que está en juego en noviembre son las elecciones generales o, lo que es lo mismo, su propio futuro político.
Según fuentes de distintos sectores del partido, el grueso del PPCV, incluidas las bases, respalda el relevo de Fabra antes del parón estival. Más allá de las cuestiones estratégicas personales de algunos de los aspirantes a la silla presidencial, la formación 'popular' se encuentra sin capacidad de reacción tras haber perdido la Generalitat Valenciana. Fuentes de la dirección regional del partido admiten las dificultades para diseñar una estrategia a medio plazo o una línea de oposición concreta cuando el líder se encuentra con un pie fuera de la presidencia del PPCV. En esta línea, recalcan la dificultad añadida que supone la movilización de las bases de cara a una cita electoral como las elecciones generales tras el varapalo sufrido en las autonómicas y sin que exista un revulsivo en forma de cambio en el partido.
En general, las tres opciones que más vienen sonando para un relevo al frente del partido son la actual coordinadora -número dos- del PPCV, Isabel Bonig, el líder provincial del partido en Alicante y exvicepresidente, José Císcar, y la presidenta del Comité Electoral y exportavoz del Consell, María José Catalá. Los dos primeros, aliados en los últimos meses, se inclinan en privado -al menos así lo comentan desde su entorno- por la salida de Fabra a corto plazo mientras que la tercera en discordia, próxima al actual presidente, se vería posiblemente beneficiada si Fabra continuara al frente del partido haciendo 'tapón'.
No obstante, no se descarta que Génova opte por buscar por un perfil de carácter más externo que se encuentre fuera de la pugna que vive el PPCV. En estos casos, la solución del exconseller Esteban González Pons siempre sale a escena pese a su actual condición y rango en el Parlamento Europeo.
Por otro lado, los presidente provinciales de Valencia y Castellón, Vicente Betoret y Javier Moliner, muestran una menor implicación dado que apuntan a jugar la partida interna a más largo plazo. Sin embargo, desde el entorno de ambos dirigentes reconocen que la situación "de interinidad" que vive el PPCV con el liderazgo de Fabra genera malestar en las filas 'populares' bajo su mando.
Previamente a esta decisión sobre el partido, tendrá lugar el nombramiento de Fabra como senador territorial. El siguiente paso que debe adoptar el exjefe del Consell será el de abandonar su escaño en Les Corts Valencianes y, con ello, la portavocía del grupo 'popular', un puesto para el que suenan como favoritos los mismos tres dirigentes citados antes, si bien el abanico de posibilidades en la cámara podría ser más amplio. Lo habitual para esta designación, es que primero se reúna el comité ejecutivo 'popular' y proponga el nombre del futuro síndic, una situación que favorece que Fabra pueda tener un influencia en la designación, si luego el grupo parlamentario tendría la última palabra. Todo ello sin olvidar que desde Madrid pueden intervenir en cualquier momento para señalar al dirigente que consideren adecuado para el puesto.
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