VALENCIA. Los socialistas valencianos necesitaban subir autoestima y llegó Pedro Sánchez para darle un empujoncito. Con todos los frentes abiertos, desde el centro derecha de Ciudadanos hasta la izquierda de Podemos, pasando por el valencianismo de Compromís, el PSPV se ha convertido en un cubo en el que casi todas las opciones han echado la caña. Así que le tocaba o todo o nada.
Los hombres y mujeres del PSOE local (ya que se han dejado las siglas PSPV en la gatera para estas elecciones) se pidieron la Plaza de toros de Valencia como un órdago, pero han sabido casi llenarla en el mitin central del hombre que más gritos de "¡guapo, guapo!" se ha llevado desde la salida de Toni Cantó de la carrera electoral.
Siguiendo la vieja escuela, un par de horas antes del mediodía, los autobuses ya estaban descargando militantes y simpatizantes llegados de los principales municipios de la Comunitat bajo un sol de justicia que mitigaba su calor con sombreros de paja y botellines de agua.
En las arcadas del coso de la calle Xàtiva se cruzaban veteranos socialistas, que hacían cola para recoger su bocadillo y su bandera, con nuevas incorporaciones vía Juventudes Socialistas. La tienda de merchandising tenía más mirones que compradores, mientras los muchachos de la ONG Solidaridad Socialista intentaba ganar socios y un señor con sombrero de paja prometía la suerte con sus décimos de Lotería, cosechando un apreciable éxito de ventas.
UN MITIN POR TODO LO ALTO
En la arena, el extelevisivo Tonet de l'Alqueria Blanca, Ferran Gadea en el mundo real, ejercía de maestro de ceremonias, mientras la Unión Musical Socialista animaba a golpe de pasodoble a un público que se echaba sus risas con el humor del duo Ju Ja: "Donde ganéis las elecciones, acordaos de nosotros, que donde gobierne el PP no nos van a contratar después de esto".
El mitin estaba full equipe: pantallas gigantes conectadas al circuito cerrado de televisión, rótulos con el eslogan de campaña, megafonía potente, una cámara en lo alto de una pértiga para hacer travellings aéreos (cabeza caliente, en el lenguaje audiovisual) y, sobrevolando el recinto, ¡hasta un dron!.
Según la organización, el pequeño artilugio no pesaba más de un kilo (contando con la cámara de fotos y video), por lo que estaba libre de las restricciones y condiciones que se le están imponiendo a estas pequeñas aeronaves no tripuladas que quieren levantarse del suelo en la ciudad de Valencia. Sin embargo, el debate ya estaba animando Twitter y Facebook con instantáneas que cazaban el aparatito lo mismo que un ovni.
En todo caso, este año el mitin podía haber sido un absoluto desastre con balcón a la calle. A diferencia de otras elecciones (y muchos conciertos), todo el graderío estaba despejado, exigiendo a los organizadores un llenado real: unos 14.000 espectadores (12.884 en las gradas y el resto en la arena). En las filas socialistas se sucedían los abrazos y los palmeos de espalda por el éxito, aunque el partido de vuelta llegará el 21 de mayo, cuando sean los populares los que demuestren su poder taurino y, no sería de extrañar, desborden la capacidad de la plaza pese al viento y marea que ha azotado a la formación.
TIFOS, CALOR Y COMPROMISOS
Con casi media hora de retraso llegó la hora de la verdad. Tras el desfile de una legión de candidatos a alcalde, que Gadea enumeró municipio a municipio con añgún tropezón, llegó la hora de aclamar a Joan Calabuig; Ximo Puig y, la estrella incuestionable, Pedro Sánchez.
Tras la animosa arenga de dos jóvenes concejalas en Orihuela y la Vall d'Uixó, sube al estrado el aspirante a la alcaldía de Valencia, Joan Calabuig, vestido que daba calor sólo mirarlo: americana azul, camisa blanca y más pasión que efectividad oratoria, bajo el sol de justicia que azota la plaza.
Con sus últimas palabras, sube el volumen de la sintonía del partido y un mantenedor pide a los asistentes que levanten el papel que habían encontrado en cada asiento, formando un tifo muy futbolístico en el que (casi) se podía leer desde el centro de la plaza "Ximo, president".
El problema de estas cosas está en que quien levanta la cartulina de color no se entera del efecto y los huecos deslucen el resultado final, como ocurrió en el tramo donde se debía leer el nombre pila del candidato.
En todo caso, el aludido saltó rumboso al atril entre aclamaciones y desgranó su discurso con oficio mitinero, sabiendo levantar a un público sobradamente motivado. Primero, saludó a las agrupaciones socialista de comarca en comarca ("¿Esteu els de La Safor?"), como un aplicado consursante del extinto programa de Canal 9 ‘De punta a punta', para después entrar en materia.
Vestido con una camisola de lino blanca que le venía realmente grande y un vaquero azul marino, expuso la situación de la Comunitat ejemplificándola con casos particulares: "María José, una médico", "el padre de un niño discapacitado"... Un recurso dialéctico no muy innovador que le sirvió de puente para prometer un "gobierno decente", "comprometido", "feminista"...
No se dejó tampoco a los oponentes, tanto del PP como de "los partidos que han vuelto a Marx... pero no a Carlos sino a Groucho, cuando decía "estos son mis principios; pero si no les gustan, tengo otros". Como contraste, aseguró que los socialistas no cambiaban y, si lo hacían era para mejorar, a partir de lo cual optó por venderse él en lo personal y, con tono emocionado, recuerdó que fue el primero en su familia en tener estudios, que su compromiso había sido ser el mejor alcalde de Morella y que ahora lo era ser el mejor presidente de la Generalitat.
PEDRO SÁNCHEZ Y LA MASCLETÀ
Sin embargo, la plaza se vino abajo cuando Puig pasó el relevo a la estrella que el gradería esperaba con más ánsia: el secretario general de PSOE, Pedro Sánchez, que emerge entre gritos por igual de "¡guapo, guapo!" y de "¡presidente, presidente!". El líder lo agradece con sonrisa Profident antes de que, con voz potente y tono amable, de las gracias y exalte las virtudes de la plaza y de los intelectuales valencianos, entre los que sólo cita a Vicente Blasco Ibañez.
Sin embargo, su mensaje está claro: Valencia es corrupción y hay que regenerarla. Ni financiación autonómica ni corredor mediterráneo ni cualquier otra reivindicación: "Hay que lograr una Valencia con honra", repite tras desgranar los principales casos de corrupción por tierras valencianas.
Acto seguido pasa a la carga en la identidad socialista. Saca músculo con las victorias electorales del pasado, se reivindica como una partido fruto de la historia y no "de una torrentera", recuerda sin citarlo el mensaje de Podemos cuando clama por "un pacto entre generaciones" pero hacíendolo socialista... Nostalgia para el porvenir.
Discursea de memoria, aunque con una pequeña chuleta de claves y puntos para introducir sus frases fetiche: "nos vamos a liberar de la correa de la Gürtel", "que los corruptos no sólo pagues, si no que la paguen, "que los que no han sido austeros empiecen a serlo" fruto de la reforma fiscal, se mete con Rajoy y sus tics nerviosos...
Pero donde más emociones despierta es en el recuerdo del PSOE como padre del salario mínimo interprofesional, de la ley contra la violencia de género, de la entrada de España en la Unión Europea y del fin de ETA. "Pero la España de las oportunidades es la que vamos a hacer posible", asegura. "Lo mejor está por venir", clama antes de que una pequeña mascletà corone el final del mitin.
Ahora toca esperar y comparar con la faena que se marque el PP para saber cómo anda de salud "la casta".
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