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Los valencianos en los Max opinan de política

BEGOÑA DONAT. 13/05/2015 Trenzado de pareceres frente a las elecciones municipales y autonómicas de Rebeca Valls, Juan Pablo Mendiola y Carme Portaceli

VALENCIA. El próximo 18 de mayo se entregan los Premios Max y hay tres valencianos nominados: Rebeca Valls, la compañía de Sueca Maduixa y Carme Portaceli. Sus nombres pueden esconderse en los sobres donde se desvelarán los ganadores en los apartados de actriz, espectáculo familiar y dirección, respectivamente. Rebeca Valls actualiza a una heroína escénica de la rebelión de la mujer, la Nora de Casa de muñecas, en una versión de Ximo Flores y Jerónimo Cornelles para CulturArts. Juan Pablo Mendiola se ha inspirado en el trabajo de uno de los principales valedores del arte conceptual, Sol LeWitt, para el rompecabezas de danza, teatro, artes plásticas, música y nuevas tecnologías Dot, pieza de Maduixa Teatre que ya ha sido reconocida con el Premio Fetén 2014 al mejor espectáculo infantil. Por último, Carme Portaceli dirige la tragicomedia del poder El president, un texto de Thomas Bernhard donde se recrean las pequeñas miserias del más alto escalafón del poder ejecutivo.

Le hinquen el diente a la manzana diseñada por Joan Brossa o no, acudirán a la fiesta de las artes escénicas con un discurso donde los parabienes a los seres queridos se saltearán con la actualidad política y social. Desde CulturPlaza les cedemos un espacio para explayarse caso de que el micro no se abra a sus reivindicaciones y sugerencias.

—¿Qué os parece el uso de las entregas de premios como tribuna social y política por parte de la profesión?
—Juan Pablo Mendiola
: Entiendo perfectamente que pueda usarse ese espacio en el que se obtiene una cierta visibilidad para expresar, amplificar y dar a conocer una necesidad.
—Rebeca Valls:
Las entregas de premios son una ocasión que tenemos los profesionales de encontrarnos y celebrar que formamos parte de un proyecto artístico compartido. Pero también formamos parte de la sociedad y, por tanto, no somos ajenos a lo que en ella ocurre. Estos eventos pueden actuar, y de hecho casi siempre lo hacen, como altavoces para transmitir las preocupaciones de los profesionales ante situaciones que consideramos injustas, o para reivindicar un mayor apoyo de las instituciones a la cultura.
—Carme Portaceli: A mí me parece estupendo. Es lógico, estamos en democracia, mal que les pese a algunos. Las opiniones se hacen más populares cuando subes arriba de un lugar donde te escucha gente, que si las dices en tu casa. Por ejemplo, este año Patricia Arquette habló de la desigualdad de las mujeres cuando recibió el Óscar a la mejor actriz. Todo el mundo lo sabe, pero a veces hay que recordarlo.

—¿Tienes pensado qué decir en caso de ganar el premio a la mejor dirección? ¿Por dónde van a ir los tiros?
—CP:
Por hablar de la heroicidad de hacer un tipo de teatro que no es sólo entretenimiento y funciona. Y también por dedicarlo a todas las mujeres silenciadas. Como decían Las 13 rosas: "Que nadie nos borre el nombre de la historia".

La directora valenciana Carme Portaceli. FOTO: EFE.

—Carme, ¿de qué manera se puede extrapolar El president a nuestra realidad social?
—CP:
Bernhard era un gran autor que escribía obras visionarias. Pero Shakespeare, también. Todos los artistas somos cronistas de nuestra época, así que en el momento presente plasmamos las inquietudes y las preguntas que se hace cualquier ciudadano del siglo XXI. Cualquier gran obra es revisable y releíble hoy. Si no, el teatro sería un museo.

—¿Elegiste involucrarte en el montaje de una manera intencionada, para provocar la reflexión en la audiencia?
—CP:
Escoges una obra porque te divierte, resuena en el momento en el que vives y te permite hacer una lectura personal e interesante. Pero no ha sido una elección premeditado para decirle al público lo que vale un peine. Sin embargo, es cierto que me siento cómoda siendo vehículo de lo que dice este autor y que al estar en un mundo cada día más bestia, conforme pasaba el tiempo era más actual lo que decíamos.

—¿Qué hay de ti, Rebeca, te enrolaste en Casa de muñecas con la vista puesta en una reivindicación de la mujer?
—RV:
Casa de muñecas es una obra que reivindica la dignidad como ser humano y la libertad de la mujer en un mundo regido mayoritariamente por hombres. El alegato final de Nora continúa siendo de plena actualidad y es en sí mismo un acto de valentía. En nuestra sociedad todavía seguimos viviendo situaciones desiguales, de abusos y de violencia de género. Lo bonito de Nora es que no es desde el inicio una luchadora, sino que toma conciencia y se convierte en una luchadora. Es todo un viaje con el que cualquier persona, sea hombre o mujer, puede sentirse identificado y aprender. Cuando Bramant y Culturarts decidieron contar conmigo para este personaje, desde luego que pensé en poder provocar reflexión sobre la situación. Involucrándome hasta el alma. Por eso hago teatro.

—Vuestro caso, Juan Pablo, es diferente, ya que Dot está dirigido a un público familiar, pero ¿está entre vuestros objetivos la formación de espectadores críticos?
—JPM
: Si a algo aspiramos, es a que la experiencia de asistir a nuestros espectáculos sea estimulante para los niños. A nivel creativo, plástico y también lúdico. Entendemos que la formación de un espíritu crítico es algo implícito en el hecho escénico.

Un momento del espectáculo 'Dot'.

—¿Qué crítica principal le haríais a la situación actual de las artes escénicas en nuestra comunidad?
—JPM: La situación es complicada por que se suma la crisis propia del sector a la económica, que en nuestra comunidad se ha hecho especialmente dura. Para mejorar la situación de las artes escénicas es necesario hacer partícipes activos a todos los agentes del sector. Si algo se ha echado especialmente de menos ha sido la falta de escucha hacia el sector cultural por parte de las instituciones. En estos meses, se están manteniendo contactos con los diferentes aspirantes a ser responsables de la política cultural de la comunidad. Es un paso.
—RV
: En lugar de avanzar, retrocedemos. Somos una sociedad capaz de comenzar a montar un gran proyecto, y no somos capaces de acabarlo, pero sí de desmontarlo y tratar de volverlo a montar a partir de los escombros del anterior y derribarlo de nuevo. La Comunidad Valenciana ha estado en ocasiones en vanguardia -en teatro, en danza, en tantas cosas- y ahora hemos vuelto otra vez a la retaguardia. A veces da la impresión de que aquí a los artistas se les tolera, pero no se cree en ellos. No hay soportes de ningún tipo. Ni dirección alguna. Es una pena. No creo que se valore la cultura para nada.
CP: Desgraciadamente lo que ha sucedido en esta comunidad, totalmente rescatada y deprimida, es que todo se murió. Lo que ocurre en Valencia ya no ocurre en el resto de España. Ha habido un desmantelamiento total y en ese sentido desconozco lo que pasa y, por tanto, no puedo hablar. Sé que hay mucha gente válida, que está luchando y espero que la situación cambie para que puedan salir a la luz. Pero, sobre todo, espero no hayan acabado con sus sueños, porque es el problema más grave.

—De hecho, Carme, hace tiempo que ya no vives ni montas espectáculos en Valencia.
—CP:
Monté El enemic del poble en 2000, y Sopa de pollastre amb ordi en 2004, y ambas fueron un éxito maravilloso. Las experiencias fueron fantásticas. Pero después de eso fue borrón y cuenta nueva, nunca más volví.

—¿A qué respondió ese "borrón y cuenta nueva"?
—CP:
Intenté volver y ni siquiera se me recibió. Nadie me escuchó ni me contestó a los mails. Es esa cosa irracional de país fascista, de país de ignorantes que hemos heredado, esa falta de respeto por los profesionales que habíamos superado y hace poco ha vuelto de forma sorprendente. Cuando te vas al extranjero te hablan te hacen sentir un ser humano, y en este país parece que sean una mierda. Es vergonzosa la falta de atención hacia el que tienes enfrente.

—¿Qué carencias y virtudes tiene Valencia en este ámbito con respecto a otras regiones?
—RV:
Tenemos una profesión muy amplia y muy bien preparada, que cubre todas las parcelas de las artes escénicas. Y tenemos también buenas infraestructuras. Pero, al contrario de lo que ocurre en otros lugares, esos avances y retrocesos constantes de los que antes te hablaba han impedido consolidar un público que Juan Pablo Mendiola.vaya regularmente al teatro. Aunque el problema viene del poco valor que se nos da desde las instituciones.
—JPM: En cuanto a las virtudes, queda claro que hay muchas entre los  profesionales valencianos y tienen que ver con el talento, el esfuerzo y la capacidad de exprimir al máximo esos pocos recursos. Las carencias son siempre de recursos. Recursos para la producción, recursos para la exhibición y recursos para la difusión.
—CP: Lo más problemático es la falta de recursos, porque nos impide competir con los internacionales. Aplicar el 21% de IVA a las artes escénicas es catalogarlas de lujo. Pero la cultura para nada es un lujo, sino lo que nos distingue de los animales. A aplicar el 21% no empujas a su consumo y transmites que es un lujo sin el que puedes vivir. En cambio, se ve que sí esta bien empujar al consumo del porno y los toros, porque se les aplican un 4%.

—¿Qué iniciativa perdida recuperaríais?
—RV:
El Centro Dramático... Un centro de producción dirigido con criterios únicamente artísticos, que mantenga vivo el repertorio, permita consolidar el trabajo de directores, actores, compañías de manera regular... Que apoye la dramaturgia valenciana y que favorezca la investigación escénica. También recuperaría Canal Nou, el festival VEO, Moma Teatre, y las ayudas al Circuit Teatral para que los programadores puedan programar, y así seguir generando trabajo a las compañías.
—JPM:
Es importante la recuperación del Circuit Teatral, de Dansa Valencia como festival de referencia internacional, sería interesante poder contar con un festival como lo fue el VEO e imprescindible una programación regular en los teatros públicos.
—CP.:
Una línea, como decía Lorca, que acercara el teatro a la gente y no la gente al teatro. Con ello me refiero a la existencia de un teatro que sea entretenimiento con mayúsculas, que interese y haga reflexionar un poquito. Un programador de teatro público no solamente puede pensar en llenar llenar llenar. Es importante que haya gente, pero no puede estar todo condicionado por la reinversión del dinero de la taquilla, porque entonces estamos funcionando igual que en una empresa privada y eso es muy peligroso.

—¿Qué novedad propondríais?
—RV:
No es una cuestión de plantear novedades, sino de hacer las cosas bien hechas: criterios artísticos, creadores potentes, apoyar al Circuit Teatral; ampliar y consolidar públicos; reforzar las enseñanzas artísticas... Y cuando recuperemos una televisión pública y de calidad, incentivar la ficción valenciana, que es un excelente instrumento de apoyo para el teatro.
—JPM:
Honestamente, yo no creo que tampoco vaya a inventar la rueda. Hay compañeros que llevan años trabajando desde diferentes asociaciones, con el objetivo de poder mejorar la situación de las artes escénicas en la comunidad. Reitero que es importante escucharlos activamente y entender que un proyecto cultural debe ser común. De la sociedad. De artistas, público, productores e instituciones. Pero el impulso debe venir desde las instituciones. A veces creo que para mejorar dentro es interesante echar una mirada fuera. Estudiar los diferentes modelos de política cultural que se dan en el exterior y pensar a cuál nos gustaría parecernos.
—CP
: Dentro de las programaciones ha de haber los recursos suficientes para no trabajar sólo en audiencia sino también en investigar nuevos lenguajes escénicos. Hay que lograr lo que vemos a los extranjeros, un lenguaje cuidado, contemporáneo, libertad y excelencia.

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