VALENCIA. Vivimos una euforia valenciana como si aquí atáramos los perros con longanizas, y eso que aun no estamos en Fallas. Nuestra bilirrubina está alta porque que sin duda vivimos en la millor terreta, no del món pero sí del Estado. El Golfo de València es un microclima como los que hay en Canarias y eso se nota en la languidez con la que sucede todo. Cuando en el resto de la península llueve, graniza y truena, aquí nos ahogamos en apacibilidad.
Para empezar, la ciudad ha sido considerada quinto destino a visitar en el mundo en 2011 por la editora de guías Lonely Planet. La lista incluye ciudades como Tánger, Iquitos y New York City. Otra mejor: hemos comenzado a doblar a Barcelona en tráfico portuario, de manera que con permiso del macro puerto del este de Tánger, el de Algeciras y el de Marsella, somos ya el amarre más potente del occidente mediterráneo. Se supone que en cuanto a los cruceros, esos monstruos que son aldeas sobre el mar y que contaminan demasiado, aun estamos lejos de los deseos de Camps y Barberá de ser los primeros del mundo.
Esa euforia se relaciona en cierta manera con el derroche. La alcaldesa incombustible no contenta con el servicio de bicicletas apuesta ahora por algo que podría ser contradictorio en una ciudad agobiada por el ruido de motores. Un sistema de transporte público "individualizado" (¿) que supone poner en la calle aparcaderos de coches Smart para uso de turistas. Los taxistas ya están en pie de guerra.
Existen diversas valencias, depende del espacio en el que cada uno se mueva. Está la ciudad de los barrios históricos y la otra, la que ve elevarse edificios de lujo en las riberas despobladas de nuestra salida natural al Rincón de Ademuz.
Estos hermosos edificios neoyorquinos, por lo general vacíos a causa de la crisis, se elevarán por encima del nuevo Mestalla. La Avinguda de les Corts Valencianes sigue fría, sin mucha gente, pero sobre el osario del viejo pueblo de Campanar ya hay un casino en funcionamiento. València, tierra de jugadores y amantes.
Hay una ciudad nuclear y otra periférica. Como sus culturas. Las universidades llevan desde el pasado mes potenciando periferias, pues así se llama la mega performance alternativa que se inició a final de pasado mes y se prolongará hasta el final de este. Participantes de peso como el profesor Romà de la Calle de València, Martí Peran de Barcelona o M. H. Brousse de París, en cuyo manifiesto afirman: "Nos interesan las fronteras que tienden a hacer visibles los constantes estados de crisis contemporánea que, con sus contradicciones, nos permiten espacios de perplejidad, desde donde seguir reconfigurando el saber de lo establecido".
Mensaje de retorcido colmillo y que a fe mía sí que deja atónito. Es la abstracción académica. Periferies10 es una movida que incluye a colectivos anti sistema como Radio Malva+ Engendro y Attac Internacional, ONG creada por el intelectual francés Cassen y cuyos dardos apuntan al corazón de los mercados exigiendo la mayor de las utopías contemporáneas: justicia económica global.
Pero hay más contracultura periférica; existe vida más allá del Palau de les Arts y del campeonato de tenis en el Ágora, de las soporíferas programaciones de Teatres de la Generalitat. Si el sufrido espectador teatral de la dulce ciudad quiere distanciarse de 'Los intereses creados' de Pepe Sancho, de financiación oficial, puede ir a ver a El Brujo al Teatro Olympia, último reducto independiente y comercial de esta ciudad de suspiros. El responsable de este milagro es la saga de los Fayos, padre e hijo, audaces empresarios que ya quisiéramos muchos como ellos en la metrópoli que perdió la gracia de su río.
Russafa es ahora el segundo barrio ancestral de la ciudad dormida que ya ha arrinconado al Carmen en popularidad. Según sus usuarios, todo es más barato, hay más ambiente y aun se pueden fumar canutos en las terrazas sin que te moleste la policía.
El veterano Sporting Club, gran nave que antaño fue un ring de boxeo en la calle Sevilla y convertido en centro de acogida para artistas diversos, anda estos días promocionándose para captar socios simpatizantes. Allí tienen su taller Pepe Llácer, el escultor del hierro, y Curro Canavese, pintor de altos vuelos. Cualquier ciudadano puede entrar en el espacio artístico y observar a estos señores trabajando. Como un zoo para artistas.
La ciudad con olor a garrofa que cantara Remigi Palmero y Julio Bustamante, sigue tan freak como siempre. Dos ejemplos: el gobernador Ricardo Peralta, hombre que brincó de ser hiena comunista a bonachón y mostachudo socialdemócrata de toda la voida y que llevará para siempre en su currículo el haber tolerado las cargas policiales contra los héroes utópico del Cabanyal, publicó un artículo sobre ¡bibliotecas!
Finalmente, el polígrafo Carles Recio resurge de sus cenizas escribiendo en Levante-EMV. Este periodista veterano, autor de un ingenioso trabajo titulado 'Las otras Valencias del mundo', ha titulado su sección Eros en saragüells y aparece pinturero y, en un prodigio de diseño, acodado en su propia columna. ¿Cuál es su Valencia de todas estas ciudades, desocupado lector?
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