BERLÍN (EFECOM / Gemma Casadevall). Si estuvieran en periodo electoral, a Merkel podría tentarle desempeñar el papel de anfitriona inflexible -más de la mitad de los alemanes son partidarios del "Grexit" (salida de Grecia del euro)-, mientras que a Tsipras le correspondería atacar el presunto "austericidio" impuesto desde Berlín.
Ni la líder alemana ni su homólogo griego están presionados por las urnas y sí, en cambio, por la necesidad de mostrar cierto ánimo conciliador, mientras Atenas concreta las reformas que se ha comprometido a presentar a sus socios en los próximos días.
Son muchos los frentes abiertos entre dos países y dos líderes casi en las antípodas uno de otro: a un lado, la conservadora Merkel, al frente de la primera economía europea desde 2005; al otro, el primer ministro del país más debilitado de la zona euro, en el poder desde hace dos meses y al frente de la izquierdista Syriza.
Sin embargo, parecen condenados a entenderse, aunque sea para paliar la confrontación directa representada en las últimas semanas por sus ministros de Finanzas, Wolfgang Schäuble y Yanis Varufakis.
El gran foco de tensión de la cita es, evidentemente, la deuda griega -y la perspectiva de un tercer rescate que en Alemania se da por seguro-, a lo que se suman las compensaciones que Atenas exige a Berlín por los estragos de la ocupación nazi.
El primero afecta a toda la zona euro, aunque Alemania lo perciba como algo propio, por ser el primer contribuyente a un rescate que sube a 240.000 millones de euros. El segundo es de orden bilateral.
Ambas cuestiones son omnipresentes desde hace semanas en los medios alemanes, en forma de titulares incendiarios contra Grecia, en la prensa popular, o más elaborados, pero igualmente hostiles, en el resto.
El semanario "Der Spiegel" añadió leña al fuego este fin de semana con un montaje en su portada de Merkel rodeada de oficiales nazis junto a las ruinas de la Acrópolis y aludiendo a los recelos de los socios de la UE a los "superpoderes" de Alemania.
Los medios apuntan a diario contra Atenas, el ciudadano es partidario de la salida griego de la zona euro y la desconfianza hacia Atenas afecta no solo a los conservadores de Merkel, sino también a sus socios de coalición, el Partido Socialdemócrata (SPD).
"Sólo puede haber nuevas ayudas a Grecia si se compromete de verdad a resolver sus problemas" con un paquete de reformas "absolutamente transparente", afirmó hoy el jefe del grupo parlamentario del SPD, Thomas Oppermann, también en "Der Spiegel".
Tsipras afirmó el viernes que no hay un problema de liquidez en su país, pero hoy mismo el conservador "Frankfurter Allgemeine" afirmaba, citando a fuentes de la Comisión Europea, que al país se le acabará el dinero el 8 de abril.
Éste es el panorama que espera a Tsipras, tras su reunión del jueves en Bruselas con Merkel y el presidente francés, François Hollande, y con los dirigentes del Banco Central Europeo (BCE), la Comisión Europea (CE), el Eurogrupo y el Consejo Europeo.
No cabe esperar grandes anuncios en lo que respecta a la deuda, aunque sea por cautela y tras las quejas de algunos socios excluidos de esa cita de Tsipras en Bruselas.
Nada impediría, en cambio, un gesto conciliador respecto a las reparaciones de guerra, una cuestión que divide a Atenas y Berlín desde hace décadas y que ahora cobró fuerza, al aprobar el Parlamento griego la creación de una comisión para evaluar esas reclamaciones.
Alemania da el asunto por cerrado, en virtud de los acuerdos suscritos en 1953 en Londres con varios países y, ya en 1990, con el Tratado "2 + 4" - entre las dos Alemanias y las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial - que posibilitó la reunificación del país.
Grecia argumenta que los acuerdos de la postguerra incluían una moratoria revisable hasta la firma de un Tratado de Paz - que no llegó a firmarse nunca - y que en los de 1990 no estuvo presente.
En el "no" de Berlín han aparecido grietas y opiniones de expertos y políticos a favor de una "reparación moral", sobre todo en lo que respecta al crédito que los nazis arrancaron del Banco de Grecia, bajo el concepto de "gastos de ocupación" y ahora subiría, según "Spiegel", a 11.000 millones de euros.
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