VALENCIA. "¿Puede la política fastidiar la economía?", pregunta en la facultad de Los Naranjos un profesor de Teoría Económica a un alumno asustado. "Por supuesto que sí, señor," contesta éste, "y hay muchos ejemplos que lo demuestran", continúa, dejando el miedo de lado, y acto seguido, cargado de coraje, se permite una respuesta audaz mirando a los ojos al profesor: "Y, ejem, señor, el maniqueísmo político mucho más". El docente entonces golpea con el puño la tarima, se levanta y exclama satisfecho: "¡Muy buena respuesta, caballero, eso es justamente lo que pasa ahora mismo en nuestro país y eso es lo que debemos evitar para conseguir desarrollo".
La secuencia académica es significativa pues revela el sordo rumor de motores económicos, de los lobbies de la economía, que a toda máquina se disponen a romper muros para poder disfrutar de un provechoso mercado. En este inicio del milenio cibernético en el que el clientelismo político crece en las autonomías patrias como rebollones en un buen otoño, las vanguardias empresariales toman posiciones cual un ejército de cruzados para evitar la contaminación política que conlleva las corruptelas. A ningún empresario le gusta salir en los periódicos si no es para publicitar su buena cuenta de resultados.
Mejor una economía saneada, con libertad de movimientos, que la servidumbre al gobierno que cambia de color de continuo, piensan los más espabilados. En cambio hay otros que deben esperar con el ordenador-cartera entre las piernas en la antesala de las consellerías de turno con la dignidad por los suelos. Escuchar cómo un señor que no tiene ni idea del funcionamiento industrial le habla de la producción y cosas así mientras echa miradas rasantes a su bolsillo para ver dónde está la mordida.
A los industriales lo que menos les gusta es jugar al tocomocho y menos ser víctimas del timo de la estampita, que si bien sigue funcionando con éxito en las calles -como demuestra la reciente detención por parte del CNP en València de una banda que llegó a recaudar casi 100.000 euros con el timo- también lo hace a gran escala como demuestran las desoladoras nuevas que cada día levantan los fiscales anti corrupción cada vez que miran bajo la alfombra.
Pero los señores de la industria saben defenderse y pronto desplegarán su capacidad de choque para conseguir modernidad en Europa y no cutrerío regional. Por eso el inminente diciembre de recesión salvaje vendrá marcado por una justa de caballeros con buena armadura en Brusselas (política económica en estado puro).
Fernando Villalonga, presidente del Insituto Ignasi Villalonga y cónsul general de España en New York city, defenderá al frente de su división de ataque, la famosa Euroregión del Arco Mediterráneo. Le ayudarán en su cometido, entre otros, nuestros diputados europeos Andrés Perelló, socialista y Rosa Estarás, del PP, que harán las veces de pajes de alcurnia. De políticos eficaces interesados en el crecimiento económico de nuestro territorio más que en asuntos de comisiones.
Llevan ya tiempo organizando esta movida los empresarios y banqueros cuyos intereses lindan con el Mare Nostrum. Lo del arco mediterráneo no se refiere al arco de Ulises contra las sirenas pero es para algunos casi como una rebelión contra el Estado y sin embargo la cosa tiene su lógica.
Lo explicó con claridad meridiana Fernando Villalonga, hombre al que se conoce bien por estas latitudes como escualo económico, alto ejecutivo bien informado, estuvo en Telefónica, y muñidor de alianzas beneficiosas para los caballeros del dinero.
De lo que Villalonga y los suyos quieren convencer a los políticos de Bruselas, antes de que estallen estas Navidades pálidas que no blancas, es la necesidad de tomar muy en cuenta el 40 por cien del PIB hispano que producen las autonomías bañadas por el mar de Homero. Un tejido empresarial que va desde el Mar Menor hasta el Rosellón y que se basa en miles de empresas de sectores muy variados.
El lobby de Villalonga quiere conseguir que el Arco Mediterráneo salga de una vez del armario y juegue su auténtico papel: el de ser uno de los lobbys económicos más potentes de Europa. Para ello necesita convencer a los políticos de Bruselas (en algunos casos, merendones que calientan su butaca azul pensando en qué añada de Burdeos pedirán en el almuerzo) de que nos incluya en las redes prioritarias del transporte europeo.
Precisamente la Comisión Europea revisa este año el mapa de infraestructuras de transportes y el lobby de los empresarios mediterráneos quiere estar muy presente en el tema. Ya tienen preparado su lema: 'La Euroregión del Arco Mediterráneo, puerta de Europa'. También en estado de revista la tropa de su acorazada Brunete: los ya mentados eurodiputados, más personalidades del universo económico y político tan diversas como el incombustible Jordi Pujol que ya fue, además de molt honorable, presidente de la asamblea de regiones en Europa, y Adam Austerfield, director de proyectos para Europa de la megaprestigiosa London School of Economics (por cierto, y aunque no venga a cuenta, el roquero crápula Mick Jagger, se licenció en esa escuela londinense. ¿A que es difícil de creer?).
Y como no hay batalla sin enemigo ya hay fuerzas ideológicas que intentarán zancadillear este proyecto. Pero barrunto que con poco éxito porque este proyecto de lobby homérico declara su intención de "convertirse en la gran puerta de entrada meridional de la Unión Europea para el tránsito intercontinental, facilitando un gran ahorro de costos logísticos al comercio exterior de un espacio de influencia sobre más de 80 millones de ciudadanos".
Son argumentos de peso. Estos caballeros de la tabla arqueada son los que están en la mente de ese profesor y ese eufórico alumno de la facultad de Económicas
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