La empresa de Sagunto quiso darle a la naranja un uso no perecedero y optaron por explorar el terreno de la fermentación con la Universitat Politècnica de València
VALENICIA. Innovar siempre es posible y en una empresa familiar con más de cinco generaciones a sus espaldas es todo un reto. Pero esto no les paró los pies a Naranjas Ché, una cooperativa con campos en Sagunto en la que trabajan tres hermanos junto a dos personas más y en la que supieron ponerse la crisis por montera. "Retomamos las huertas, nos metimos en la agricultura y empezamos a vender por Internet", explica Guillermo Antelo, ingeniero agrónomo y director de la compañía.
Pero hace tres años se plantearon hacer algo distinto con la naranja, que no fuera tan perecedero o estacional. Barajaron la pulpa disecada, la mermelada, pero no acababan de verlo claro. Y entonces pensaron, ¿por qué no hacer vino? La idea les llegó de Sudamérica, al ver que producían vinos blancos pero fermentados con otras frutas. "Pensamos que podíamos hacerlo solo con zumo de naranja".
Si con el mosto de la uva sale el vino, ¿por qué no hacer lo mismo con estos cítricos? Gonzalo Antelo, graduado superior en Gestión Comercial y Marketing, y Javier Antelo, abogado, también se adentraron en el reto al que sumaron a Juan Alberto Anaya, enólogo, y Mohammed Ahmed, quien se encarga de los campos.
INNOVACIÓN COLABORANDO CON LA UNIVERSIDAD
Una vez tenían la idea hicieron pruebas firmando un convenio de colaboración con la Universitat Politècnica de València. "No teníamos ni idea de vinos, contratamos a un enólogo que no tenía ni idea de naranjas, pero nosotros tampoco teníamos ni idea de uvas", apunta Guillermo. Y al final, poco a poco, lo sacaron adelante. "Al principio nos salió imbebible, muy ácido y amargo".
De hecho, en la UPV se quedaron extrañados. "Estaban igual de perdidos que nosotros, es algo de lo que no tienes ni idea y vas a tientas", apunta. "No sabían por donde cogerlo porque nunca habían trabajado con zumo de naranja y tuvieron muchos problemas para filtrarlo, ha sido todo un reto en innovación".
El vino tiene una cultura de miles de años, pero ellos tenían que volver a determinar y ajustar cuando recoger la fruta, la temperatura de fermentación o el PH y todo eso lo consiguieron a través del ensayo error. A día de hoy tienen tres variedades de esta bebida fermentada -naranja, mandarina y sanguina-, pero este año sacarán un nuevo sabor, el de pomelo. "La gente lo confunde con un limoncello de naranja o un vino dulce pero es zumo fermentado igual que el vino pero con solo siete grados de alcohol y la recomendamos de aperitivo", apunta el director de la compañía, quien destaca que no existe ningún producto similar a éste.
La primera versión salió el verano de 2013, pero la investigación les costó un año. De momento, su producto funciona sobre todo en centros turísticos y gourmet aunque también lo exportan a Canadá o Reino Unido, además de distribuirlo al resto de la península. No obstante, reconoce que, de momento, no llegan a grandes superficies. El producto es algo más caro que el vino debido a que mientras que el rendimiento de la uva con el vino es del 70%, el de la naranja con el Tarongino solo es del 20-25% al tener mucha más corteza y piel.
DEL CAMPO A LOS CONSUMIDORES
Su apuesta cuando la nueva generación entró a la empresa familiar, en 2004, fue la de vender naranjas a través de Internet. "Como agricultores, en el año 2000 no ganábamos mucho ni poco, pero a veces hasta perdíamos dinero, entonces decidimos reconvertirlo dándole un valor añadido con la agricultura ecológica", apunta.
Normalmente, el agricultor no comercializa directamente el producto, pero pensaron que debían reconvertirlo aunque costara atraer al principio a los clientes. "El proceso fue lento porque la clientela la tienes que hacer, pero ahora te tiene que ir muy mal para perder tu base de 10.000 clientes, la mayoría particulares que compran una cajita cada dos semanas". Trabajan día a día, por la mañana recogen las frutas y por las tardes envían las cajas. También destaca que una de las medidas por las que optaron fue, en materia de cítricos, plantar un poco de todo y reorganizar la producción de sus 32 hectáreas para tener producto todo el año ya sea naranjas, limones o limas, entre muchas otras. "A medida que han crecido los árboles ha crecido la clientela".
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