VALENCIA. Cuando un emprendedor español dice que parte con su idea a Silicon Valley , el receptor de la información le mira y piensa: "la idea debe ser buena". Buena o no (en España), en la cuna tecnológica de Silicon Valley rigen unas normas implícitas que se han de tener en cuenta y que forman parte de la cultura americana. Los más optimistas hablan de Valencia como la Silicon Valley del Mediterráneo y se alaba su replica en forma de aceleradoras y eventos. Pero quitando el clima aún hay demasiadas razones con peso que ponen demasiada tierra de por medio. El catedrático de la Universitat de València, Isidre March, llegaba por primera vez a San Francisco en 1996, antes de la primera burbuja de las puntocom. "Hace 20 años había una presencia mínima o nula de emprendedores españoles", recuerda.
Casi dos décadas después ha vuelto como profesor visitante en Berkeley para retomar la investigación con la que trazar una radiografía de los españoles que deciden trasladar o fundar sus startups en Silicon Valley. Esta llegada se ha incrementado desde que se iniciara la crisis en España entre los que destacan dos modelos, los emprendedores que son cofundadores de una startup creada allí o los españoles que establecen una delegación, aunque suelen tener pocos integrantes por el alto coste de vida.
La llegada masiva de emprendedores ha provocado que se amplíe el foco, y ahora no solo se le presta atención a Palo Alto, sino también a San Francisco. También a la zona del Soma, un territorio que estaba muy degradado que ahora se ha convertido en zona de negocios y donde se han instalado prácticamente todas las startups españolas.
"La burbuja inmobiliaria y de elevados costes que está sufriendo la ciudad hace que los precios de los alquileres que estén limitados ", explica March. En un mes, con una calidad de vida más precaria que aquí, con una habitación compartida y no en San Francisco, los alquileres están a partir de 1.000-1.500 dólares. Pero a esto hay que sumarle el transporte o las compras. En el caso del coworking en la zona de Soma se puede llegar a pagar 3.000 dólares por un espacio. "Para vivir mínimamente una persona y mantener la empresa es necesario un mínimo de 5.000 euros para un mes, unos 100.000 dólares al año".
HAY QUE ESTAR EN LA ‘ONDA' DE SILICON VALLEY
Este tren de vida es difícil de asumir para muchos españoles a los que no les queda más remedio que volverse. Muchos no sobreviven más de año. Y es que no solo hay que tener dinero para sobrevivir, sino tener una idea que esté en el inicio de la ola que empieza en Silicon Valley y que duran entre año y año y medio. En este preciso momento el customer data está en valor. Se trata de propuestas de desarrollo que permiten conocer las tendencias de los usuarios con inteligencia artificial, con algoritmos que permiten la publicidad personalizada o cómo compran los usuarios.
También los wearables, pero de alta gama. "Cuando hay dos o cinco inversiones de gran éxito que invierten en propuestas de esas líneas empieza la ola", destaca March. "Existe un desfase de meses con España pero lo suficientemente grande para que cuando vaya el emprendedor español la ola haya bajado". No vale estar en las tendencias del año pasado, hay que llegar con soluciones innovadoras, disruptivas, que encajen con las tendencias y las modas.
Por este motivo, cuando en España imitan modelos de éxito de otros países es difícil dar el salto al mercado americano porque los modelos ya están replicados. "Cuando van a Silicon Valley ven que el entorno es más complicado porque aquello que en España parecía más innovador allí no es que sea antiguo pero está en fase de crecimiento y eso significa llegar demasiado tarde".
"Hay que ir con un producto que funcione y si es posible con clientes internacionales que hayan comprado la solución", destaca. "No solo hay que ir con el objetivo de la inversión, sino a vender en el mercado americano". Para March ir con algo que no está muy perfilado o no es muy innovador es muy difícil.
No obstante, cabe destacar que el tipo de emprendedor español que se establece allí suele tener más de treinta años, con un currículum denso y brillante y a nive profesional han trabajado en multinacionales. "Han vendido empresas, no son emprendedores recién salidos". "El modelo que mejor funciona es trabajar primero en empresas de allí, así se acostumbran, interiorizan sus comportamiento y se americanizan".
¿VALENCIA, LA SILICON VALLEY DEL MEDITERRÁNEO?
March no duda de que lo que ocurre en Valencia con las aceleradoras es un reflejo de lo que pasa allí. Aceleradoras promovidas por las grandes compañías, programas, concursos de desafíos. Pero hay factores que la diferencia. Por ejemplo, en el aspecto inversor. Silicon Valley es más pequeño que la provincia de Valencia, sin embargo aglomera el 35% del capital riesgo mundial, el 60% de Estados Unidos. Mientras que Valencia apenas representa el 5% del volumen en España, tal vez un 1% del que existe en la cuna tecnológica.
"Hay que subir el nivel", apunta. De hecho, las inversiones en Silicon Valley son de cuantías superiores a las que realizan los inversores españoles, que suelen se de 500.000 euros en una fase pre-seed. Allí las inversiones empiezan entre 2 y 5 millones de euros.
En los emprendedores también hay diferencias. La mente de los americanos es abierta y les lleva a apostar por la cultura de repartir y compartir. Cuando un equipo tiene una idea y quiere encontrar partners o socios para llevarla adelante no dudan en compartir equity, con sus trabajadores en primer lugar. Se trata de una forma de atraer talentos a precios altos, aunque esta opción es difícil por la legislación española.
Además, está más extendida la cultura del compartir y buscan socios para todo. Todos los partners que necesitan ofrecen equity o participación en las ventas del futuro. Éstos confían en recuperar la inversión en seis meses o un año y les prestan el servicio. "En Espña el emprendedor tiene una cultura más de retener". March también apunta al lean startup, y la costumbre que tienen de reformular. "En España nos cuesta".
Muchos emprendedores partieron a Silicon Valley cansados de que los inversores no les abrieran puertas. Para March allí es algo relativamente fácil, pero a los cinco segundos de escucharte pueden decirte que no les interesa tu idea mientras que en España no sabemos decirlo y eso crea falsas ilusiones.
Una de las valencianas que triunfa en San Francisco es Montse Medina, fundadora de Jetlore. Realizó el doctorado en Standford y puso en marcha una empresa. Estudió Ingeniería Aeronáutica en Madrid y en Standford, gracias a una beca, investigó sobre matemáticas computacionales. En Jetlore recogen información de empresas y sus ventas para darles un sentido. Predicen lo que necesitará el comprador en los próximos años. Trabajan para comercios como Ebay o Groupon.
Aunque March no recomiendo a todos los emprendedores ir Silicon Valley a montar su empresa sí que cree conveniente ir de expedición. Ir, estar un mes, observar, volverse y entonces desarrollar aquí tu proyecto.
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