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CARTAS DESDE BOLONIA

Michel Houellebecq, el incómodo monstruo que aterroriza a Francia

JOSÉ MARTÍNEZ RUBIO. 19/01/2015 El escritor ha traspasado todos los límites de lo literario para convertirse en un personaje público, molesto e inquietante

BOLONIA. Nadie como Houellebecq, su cara, su cuerpo, sus instintos, para reflexionar sobre la muerte, debieron de pensar Gustave Kervern et Benoît Delépine; la muerte, que no es otra cosa que el vacío, el dolor, la soledad y sus derivados. Fue entonces cuando le propusieron rodar el "poema fílmico" (según palabras de los directores), la película Near Death Experience, donde el personaje protagonista, un oficinista interpretado por un Houellebecq demacrado, se escapa a la montaña dispuesto a suicidarse. Y él aceptó.

Aceptó también el papel protagonista de El secuestro de Michel Houellebecq, dirigida por Guillaume Nicloux el mismo año, 2014, probablemente por diversión y seguramente por descreimiento. Nadie supo hasta qué punto estaba interpretando a su personaje, cuánto había de verdad o de mentira en sus palabras y pensamientos en el guión. Y es que para entonces, Houellebecq había traspasado todos los límites de lo literario para convertirse en un personaje público, molesto e inquietante, del que nadie parece saber realmente lo que está pensando: "Me preguntan muchas veces en qué pienso y siempre respondo que nada, pero es que es la verdad, a menudo no pienso en nada", explicaba con media sonrisa mientras Kervern y Delépine soltaban una carcajada.

Sus manifestaciones sobre la actualidad francesa y sus excentricidades, como desaparecer por una temporada o vestir como un vagabundo en las entrevistas de televisión, son vistas por una buena parte de la sociedad francesa como un gesto de provocación constante. Si algo tuvieron sus novelas, fueron dos cosas: éxito y polémica. O al revés.

Cuando en una de las escenas de la película de Nicloux, el escritor pregunta a sus secuestradores que quién va a pagar el rescate, uno de ellos, enojado ante el silencio de sus cómplices, le grita a la cara que siendo un personaje tan relevante será el Estado, será François Hollande... Y cuando se hace el silencio, Houellebecq responde: "¿Hollande? ¿Estás de coña?".

JE SUIS HOUELLEBECQ

Los acontecimientos recientes en Francia situaron al escritor en el ojo del huracán. Una vez más. Pero esta vez de forma dramática. Su nueva novela, Soumission, salió a la venta el mismo día que se produjeron los atentados contra la revista satírica Charlie Hebdo.

La mañana en que habrían de morir asesinados doce trabajadores en la redacción, el 7 de enero, Charlie Hebdo lanzaba su último número precisamente con una viñeta satírica de Michel Houellebecq. "Las predicciones del mago Houellebecq: en 2015 pierdo mis dientes, en 2022 hago ramadán". Un círculo morboso, lleno de casualidades y puntos de contacto, sobre el que Emmanuel Carrère algún día hará una novela.

Soumission ficcionaliza una Francia entregada en 2022 a la cultura islámica: François Hollande acaba de agotar su segunda legislatura como Presidente de la República y los resultados de las elecciones presidenciales obligan a los franceses a elegir, en segunda vuelta, entre el fascismo de Marine Le Pen, que crece como la espuma estos días, o la fascinación de un prodigioso líder musulmán, que finalmente es apoyado por los partidos tradicionales, el PSF de Hollande y la UMP de Sarkozy. Y a partir de ahí, Houellebecq imagina lo que significaría el advenimiento de un musulmán en la presidencia de la República francesa.

No había más que sinopsis y algún artículo premonitorio en prensa. Se había filtrado algún fragmento, no se sabe si por piratas o si por pura estrategia editorial. Pero lo cierto es que un día después de su salida a venta, el escritor tuvo que anular su campaña de promoción y escapar de París hacia el campo o la nieve, según informó su editorial, Flammarion. Y el escándalo abundó de tal modo en la paranoia social que hasta el Primer Ministro francés, Manuel Valls, consideró oportuno aclarar lo que muchos consideraron una verdad irrenunciable, pero que en realidad no es más que una estupidez: "Francia no es Michel Houellebecq... ni la intolerancia ni el miedo".

HOUELLEBECQ ATERRORIZA A FRANCIA

En 2001, con Plataforma, se introdujo en el sórdido mundo del turismo sexual. Su novela relataba el deseo, entre el instinto y la vulgaridad, de un hombre de cuarenta años, Michel, que contrapone sus viajes a Tailandia en busca de encuentros sexuales con la grisura de su vida de funcionario y de francés; a su vuelta a París, decide formar una empresa dedicada a organizar viajes sexuales para sus compatriotas. Lo acusaron de cínico, de porno, de misógino y finalmente de incitar el odio racial y religioso al recrear un ataque de terroristas islamistas y declarar en una entrevista que "el Islam era la religión más estúpida del mundo". Fue absuelto en sentencia judicial, pero nunca más se le consideró inocuo.

Su anterior novela, Las partículas elementales (1998), había incomodado a la sociedad bienpensante, pero no era más que sexo e intimidad: la frustración de Bruno, biólogo molecular, que le lleva a despreciar todo contacto físico, frente a la voracidad sexual de su hermano, Michel, profesor de literatura, cuyas conquistas, encuentros y fracasos lo conducen paulatinamente a la reclusión en un centro psiquiátrico.

El amor, como cualquier sublimación psicoanalítica, no existe en sus personajes. Solo existe el deseo, manifestado por la represión o la exacerbación, solo existe el narcisismo o la vanidad, los instintos colmados o frustrados, y como base de todo ello, un nihilismo atroz, la constatación de que en el fondo somos animales que escondemos nuestras miserias atendiendo a nuestra familia, escribiendo sobre el amor o haciendo bien (mal o regular) nuestro trabajo.

El mapa y el territorio (2010) confirmó la agudeza de su escritura con las heridas abiertas de sus anteriores trabajos. En esta ocasión la vacuidad sobrevolaba el mundo del arte, las galerías, los catálogos, las exposiciones fotográficas, todo en París y con nombres reconocibles. Jed Martin, el protagonista, amparado por la fortuna de su padre, arquitecto, se introduce en estos círculos parisinos, de catering, champagne y cocaína, y reflexiona sobre la condición contemporánea del arte, su valor, su precio, sus ínfulas... de nuevo la vanidad y el vacío.

Uno de las frases de presentación que acompaña a la última exposición de Jed, una colección de fotografías de mapas Michelin, es precisamente la que da título a la novela: "el mapa es más importante que el territorio". La representación es más importante que la realidad. La opinión, más importante que la verdad. Esta es la base filosófica de la especulación: considerar la imagen por encima de la cosa misma, una operación que se regodea en el vacío de los tiempos.

LA CRÍTICA SIGUE ANCLADA EN MAYO DEL 68

Nunca se le perdonó tanto atrevimiento. La crítica literaria lo vapuleó: en realidad suponía una contestación clara a los postulados progresistas de mayo del 68 que, si bien no habían logrado sus objetivos programáticos, aún conservaban cierta mitificación en el mundo del arte, las letras, la cultura, la educación y el periodismo, con los consabidos tópicos sobre el civismo, los valores republicanos y la importancia de la cultura para el desarrollo ciudadano. Parches o placebos para aplacar la conciencia de un país imperialista. Por supuesto, no iban a permitir que nadie cruzara las líneas de lo políticamente correcto en nombre de la libertad, porque en su imaginario básicamente la libertad (y todo eso) la encarnaban ellos.

'Charb', director de 'Charlie Hebdo', con un ejemplar de la revista.

"¿Nihilismo irresponsable o simple sátira literaria?", se preguntaba Arianne Chemin, crítica de Le Monde, a propósito de Soumission, con una sospechosa equidistancia. Mientras su colega de columna, Raphaëlle Leyris, lo calificaba de libro tramposo, falsamente neutro y de una ambigüedad y una ironía perversas.

"Cuando me propusieron escribir a finales de diciembre sobre Houellebecq, no quise hacerlo. No tenía ganas de interesarme por él, porque él no se interesa por lo real, que siempre aparece escondido, invisible, huidizo, sino por la realidad visible, que él interpreta en función de su melancolía y apelando a nuestras pulsiones morbosas... cosa que no me gusta", escribió la escritora Christine Angot la semana siguiente a los atentados contra la revista Charlie Hebdo.

Si Francia ha creado el horror de las banlieues, si ha construido un Estado multicultural efectivo con grandes bolsas de marginalidad, cuando su identificación republicana falla en las escuelas sencundarias donde algunos estudiantes se niegan a guardar un minuto de silencio por los atentados del pasado enero y se sienten más cercanos a Coulibaly que a Charb o Cabu, quizás la retórica bienpensante no ayude a entender el origen del mal.

Houellebecq molesta por su desprecio explícito, y sobre todo porque quizás tenga razón. El nihilismo, el fracaso social o la exclusión puede llevar a una sociedad a abrazarse al fascismo de Le Pen (que desde 2002 viene tentando al poder) o a cualquiera que, desde otro lado (como el Islam) prometa un mundo peligrosamente auténtico.

Lo que ocurre es que el escritor no nos toma por imbéciles y no escribe novelas de tesis donde los buenos son buenos y los malos son malos, y eso parece haberlo entendido Marianne, revista de izquierdas. Esa es su ambigüedad perversa y su fuerza. Es ficción, pero a estas alturas ya no lo es tanto. Señalar el vacío no debería ser entendido como un atentado. La corrección política, en cambio, sí debería ser entendida como un límite.

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3 comentarios

Monso escribió
21/01/2015 15:52

He leído el artículo con gran interés y con gran placer. Felicito a su autor.

Carlos escribió
20/01/2015 11:25

Análisis muy certero, la verdad. Siempre me he tomado las novelas de Houellebecq como ensayos "ficcionados" podríamos decir. Me hablan de partes de la realidad, de la cultura contemporánea, de nuestras sociedades occidentales, pobres, que cantaba Michel Cloup. Es por esa razón por la que sus novelas molestan tanto. Si se publicasen como ensayos o tesis, estarían fuera de circulación, incluso en Francia, donde no se permiten los chistes antisemitas y se (mal) toleran los islamófobos. Diría que es una de las razones por las que sus novelas son objeto de debate incluso en un telediario de máxima audiencia. Su proyección como personaje, su construcción como personaje ficcionado aderezado de experiencias personales merece otro artículo. De hecho, parece una creación paralela a su trabajo literario. Cada vez que Houellebecq autor escribe una novela, escribe un nuevo capítulo de Houellebecq personaje (antisemita, misógino, depravado, cínico, islamófobo, etc.) si nos empeñamos en confundir autor y personajes.

Michel escribió
19/01/2015 20:30

Felicidades, muy buen artículo, he leído casi todo Houellebecq y sigo lo que ocurre en Francia, y lo ha clavado

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