VALENCIA. Fue la primera mezquita cristianizada después de la Catedral, el 9 de octubre de 1238, tras la entrada del rey Jaume I en la ciudad. Es, pues, uno de los templos más antiguos de Valencia. La iglesia del Salvador, ubicada en la calle Trinitarios, está llena de historia. En todos los sentidos.
Los trabajos de restauración realizados por el arquitecto Pablo Griñena han sido una auténtica colección de hallazgos. Los descubrimientos han ido más allá incluso de lo que esperaban los artífices de los trabajos. "Siempre se tiene alguna teoría pero no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar realmente", admitía el arquitecto este miércoles.
El último de estos hallazgos se ha producido cuando se ha dejado al descubierto el aspecto original de su fachada principal de estilo gótico, en la que ha aparecido una ventana de grandes dimensiones tallada en piedra. La fachada, explica Griñena, estaba recubierta de una capa de cemento de entre 4 y 7 centímetros. Es la primera vez que se ve esta ventana desde la última rehabilitación global del edificio que llevó a cabo el arquitecto Manuel Fornés y Gurrea entre 1825 y 1829. Es decir, dos siglos después, la iglesia recupera su aspecto original.
Todo cuanto ha rodeado a esta obra ha estado marcado por el azar en el mejor sentido de la palabra. La misma financiación de los trabajos ha sido posible gracias a la donación de herencias de dos familias valencianas afincadas en Madrid, quienes han subvencionado la obra.
Dice Griñena que en este tipo de inmuebles es habitual encontrarse la huella de diferentes épocas. Con todo, el caso de la iglesia del Salvador es espectacular porque, prácticamente, es un compendio de todos los estilos arquitectónicos. Así, además de la fachada y la ventana gótica se han descubierto restos de gárgolas renacentistas que se creían perdidas en la fachada del ábside, la portada lateral barroca y neoclásica, y hasta una ventana a lo que creen es la cripta.
Asimismo, durante los trabajos de restauración también se ha recuperado la policromía original de la cornisa, así como de la hornacina situada encima de la portada y de estilo neoclásico. Pero aún hay más. Debajo de la bóveda neoclásica que ocupa la mayor parte de la iglesia yacen, a buen seguro, los restos de la bóveda gótica original, que se pueden intuir viendo la bóveda del coro, la única que queda de este estilo.
UNA VENTANA GÓTICA DIFERENTE
Las obras en la iglesia del Salvador se iniciaron en el mes de junio, se han dividido en tres fases y han concluido ahora tras medio de año de trabajo. Antes de iniciar las obras, como es preceptivo, Griñena y su equipo realizaron una exhaustiva investigación sobre el edificio, estudios que continuarán ahora después de la restauración. "Han aparecido muchos datos que nos han aportado mucha información sobre la evolución arquitectónica del templo", explica Griñena.
Entre los elementos encontrados en la última fase de las obras destaca la gran ventana central gótica tallada en piedra que por motivos que actualmente se están investigando perdió el remate de arco apuntado que le corresponde. Asimismo, se ha "rescatado la policromía original de la cornisa, de tonos similares a la encontrada en la fachada lateral, y un óculo que servía para iluminar lateralmente la entrada a la capilla de la comunión".
Además, se han descubierto los primitivos muros de tapial valenciano originales que cuentan con diversos orificios, llamados mechinales, que son originales del momento de la construcción del muro primitivo. Estos orificios son los restos que dejaba el sistema de madera que permitía construir el muro y que servía a la vez para ir ascendiendo. Algunos de estos mechinales muestran las restauraciones realizadas durante los últimos siglos.
Asimismo, se ha recuperado el aspecto y la policromía azul original de la hornacina de la parte inferior de la fachada principal. Sin embargo "en el resto de esta parte de la portada no quedaba ningún rastro de la policromía pero se han encontrado huellas de que fue repicada para eliminarla", añade Griñena.
Tras los trabajos, la iglesia del Salvador se descubre así como una mina de arte, parafraseando la descripción que hizo Cervantes del Tirant Lo Blanch, un viaje por la arquitectura en el que las huellas del pasado se superponen las unas sobre las otras, hasta conformar el conjunto que hoy se puede contemplar ya restaurado.
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