VALENCIA. Es uno de los personajes de ficción más representados en la historia del cine junto a Sherlock Holmes. El personaje de Drácula creado por Bram Stoker sigue generando largometrajes que unir a las decenas de filmes que se han realizado sobre él. 117 años después de que se publicase la novela y 83 años después de que Universal estrenase el primer Drácula (1931), con Bela Lugosi, llega una nueva revisión del clásico de la mano de los mismos estudios, Drácula, la leyenda jamás contada, que pretende descubrirnos al personaje histórico tras el vampiro, Vlad III El Empalador. Aunque la pretensión queda en eso.
Ambientada en 1462, la película muestra una Transilvania que disfruta de un prolongado periodo de paz bajo el dominio del justo y luchador Vlad III, quien vive con su amada esposa Mirena. Juntos han firmado tratados de paz para el país y se han asegurado de que el pueblo esté protegido del avance del Imperio Otomano, decidido a conquistar el mundo. Pero cuando el sultán Mehmed II exige que se le entreguen mil niños, entre ellos Ingeras, el hijo de Vlad, para incorporarlos a las filas de su ejército, Vlad se enfrenta a una difícil decisión: hacer lo mismo que hizo su padre y entregar a su hijo al sultán, o buscar la ayuda de un monstruo para derrotar a los turcos, a sabiendas de que su alma será encadenada para la eternidad.
La película está dirigida por el debutante Gary Shore y coprotagonizada por Sarah Gadon (The amazing Spiderman 2), Dominic Cooper (Capitán América) y Art Parkinson y el veterano Charles Dance, ambos en Juego de Tronos, en una coincidencia que no es casual. El galés Luke Evans es la estrella en el papel del príncipe Vlad, uno de los "más exigentes" de su carrera, según confesó esta semana en Madrid durante la presentación de la película. Aunque la exigencia a la que se refiere no es intelectual, sino física. "Los fines de semana, cuando la gente estaba en los pubs, yo estaba en el gimnasio preparando la próxima coreografía. Ha supuesto mucho compromiso, pero estoy contento", destacó Evans, en unas declaraciones que anticipan claramente cuál es el contenido intelectual de este producto innecesario y prescindible.
Al igual que la aberración Yo, Frankenstein (Stuart Beattie, 2014), Drácula, la leyenda jamás contada es una estupidez incoherente. Largometraje sin alma, se ofrece como una nueva perspectiva de la historia original pero es en el fondo un refrito que vive de la estética del prólogo del Drácula de Francis Ford Coppola (1992) y de Juego de Tronos, así como de toda clase de mediocres telefilmes como Vlad, el príncipe de la oscuridad (2000, Joe Chappelle). No funciona ni como película de terror ni como largometraje de aventuras y acaba siendo un pastiche lamentable, indigesto como unas palomitas de maíz pasadas.
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