VALENCIA. Calle La Paz en septiembre. Este eje, que fue, de tantas cosas, provoca un deslumbramiento que va en aumento a última hora de la tarde, cuando el sol se cae y pareciera que detrás de la torre de Santa Catalina un telón de fuego procede a descolgarse y la función está a punto de terminar por hoy.
Vicente Gracia, el joyero, en el número 4, al principio de todo, me habla de la Real Sociedad de Tiro de Pichón, emplazada justo en este edificio neomozárabe, donde durante un mes, en plena Guerra Civil, los escritores contra el fascismo situaron sus cuarteles al mando de Octavio Paz. Vicente Gracia consulta mentalmente un libro que guarda de cuando entonces, en el que el poeta Luis Cernuda, encaramado en lo alto del edificio, mirando a este espigón hecho camino, escribe que ésta es, posiblemente, "la calle más bonita del mundo".
Mucho después, Raimon, en homenaje a un área donde se resolvieron los encuentros más trascendentes, canta al andar: "He caminat pel carrer la Pau / March i Fuster m'han enlluernat / Roig i Estellés se m'han barrejat / Alfaro i Ventura m'han animat".
Exageraciones poéticas al margen, La Paz guarda un magnetismo donde se conjuga la devoción por lo que supuso con su transitar elegante entre la Plaza de la Reina y la Glorieta. "Es como nuestro Paseo de Gracia, merece que se le saque un partidazo. Siempre pensé que era la calle con más clase de la ciudad", refuerza nuestro joyero protagonista para referirse a un lugar, como un río urbano, que en origen ni era largo ni era recto, sino sólo un pequeño fragmento urbano donde triunfaba, cual hype, un horno llamado de la Ceca.
Es en 1868 -me va contando ahora Rafael Solaz- cuando edificios y callejuelas van derribándose como quien se deshace de la gangrena (a punto estuvo de caer Santa Catalina en ese trance exterminador) y tras un largo proceso, casi a principios del siglo XX, La Paz consuma su transformación en avenida de la elegancia.
Los arquitectos mejores compitieron desde entonces por levantar hermosuras y los comercios emblema abrieron sus puertas. "Joyerías Pajarón Gracia, Sugrañes, Papelería Roca Rodilla, Estilográficas El Cubano, Marcos Collado, Casa Altarriba, Unión Musical Española, Café El Siglo, Corsetería Madame X, Almacenes El Águila, Flores La Camelia, pastelería La Rosa de Jericó, las oficinas de Iberia, el Club Lara, La Real Sociedad de Tiro de Pichón, la Sociedad Valenciana de Agricultura, el café Ideal Room...", enumera Solaz.
Volvamos a septiembre. El trayecto por La Paz es un tránsito por nuestra memoria (de esa que no viviste pero sientes como propia), y que hace estragos entre la zona emocional. Le ocurre al escritor Toni Sabater, autor de Dies, celebrado tratado sobre la memoria sentimental de la ciudad.
-¿Qué es para ti la calle de la Paz?, le pregunto.
-Siempre me evoca, paradójicamente, la Valencia de la guerra. Me fascina que la mezcla de belleza y cosmopolitismo que la calle destila la convirtiese durante la Guerra Civil en el centro de reunión de políticos, diplomáticos, brigadistas de camino o de vuelta del frente, de docenas de corresponsales de prensa y sobre todo de muchos de los mejores artistas o intelectuales de los años treinta que se arracimaron en sus hoteles y cafés en una nómina increíble: Ernest Hemingway, John Dos Passos, León Felipe, André Malraux, Luis Cernuda, W.H. Auden, Alejo Carpentier, Dorothy Parker, Octavio Paz o muchos otros. Atraídos por la capitalidad republicana de Valencia y por el Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, el café Ideal Room (en el cruce de Paz con Comedias) fue el centro neurálgico de su vida "civil", al margen de las funciones de gobierno o de las sesiones del Congreso de Escritores. Me gusta imaginar el Ideal Room y la propia calle como lo que fue: un nido de espías, sede de múltiples tertulias de artistas e intelectuales venidos de todas partes, de periodistas que redactaban sus crónicas entre bombardeos mientras la ciudad doblaba su población por el alud de refugiados que llegaban. O el Hotel Palace, también en la calle de la Paz, donde se alojaron muchos de aquellos escritores y que se reconvertiría después en la Casa de la Cultura, sede de infinidad de actos de aquella Valencia generosa con los refugiados, valiente, abierta y republicana.
Sucede que, después de aquello, después de ese pasadizo de historia que recorrieron los Hemingway, Dos Passos, Malraux o Carpentier, la sensación que proyecta La Paz es la de estar medio en barbecho, con la luminosidad de las estrellas que ya murieron pero cuya fulgor todavía dura por la distancia en años luz. Con la preocupación porque no sea sólo el lugar donde más fotos se hacen las parejas la casarse, justo al atardecer, sino algo más. "Esa calle cosmopolita y vibrante de la guerra es para mí el mejor símbolo de nuestras posibilidades, incluso en las peores condiciones", señala Sabater. El renacimiento será a través de la calle La Paz o no será
Comercialmente está habitada por nueve cafeterías, cuatro joyerías, cinco agencias de viajes, un consulado (el de Marruecos), seis tiendas de ropa, una de cosméticos, tres restaurantes, una sede universitaria, dos panaderías, un hostal, un hotel, una real sociedad, una tienda de tatuajes... Entre las últimas incorporaciones, la del primer 'bar saludable' de la empresa de exprimidoras Zunmo, decidida a franquiciar a partir del germen en La Paz. "Al ser un concepto cosmopolita, qué mejor ubicación que ésta", comenta su responsable, Álvaro Visquert.
Las consultas coinciden en que la calle aguarda en espera ante alguna mínima transformación. "Que deje de ser una autopista", reclama Vicente Gracia. "Estaría muy bien que pudiera ser más fácil para el peatón o que, para empezar, Santa Catalina se iluminara".
Preguntado al respecto, el economista urbano Ramón Marrades responde: "Me parece un ejemplo paradigmático de lo bueno y malo que tiene el urbanismo de Valencia ciudad. Tiene un diseño magnífico (residencial más plantas bajas comerciales), con un fuerte peso identitario, una concentración de edificios de alto valor arquitectónico y, también, suficiente diversidad comercial, pero a pesar de ello su potencial no está suficientemente aprovechado por la mala calidad del espacio público (aceras estrechas y bolardos innecesarios) y un volumen demencial de tráfico privado".
El tráfico y la degradación comercial irrumpen como las dos principales amenazas:
"El reducido espacio para viandantes genera la percepción de congestión de turistas. El otro problema más relevante es el de la movilidad, puesto que la confluencia de La Paz con San Vicente permite atajar para cruzar el centro histórico con un volumen de tráfico excesivo; eso sería fácilmente solucionable cambiando los sentidos de las calles. El otro problema a resolver, y que muestra muy bien la eternización de los procesos de planeamiento, es el acceso al parking, y en consecuencia la reforma, de la Plaza de la Reina".
"Otro aspecto del conjunto, al que no es fácil responder desde la política pública, es el descenso de la calidad del espacio comercial y el riesgo de saturarlo de bares (en San Vicente ya está pasando). Tiene que ver con que la oferta turística está muy poco descentralizada en Valencia, disparando los alquileres y expulsando al comercio local".
Precisamente el último grito para moderar el tráfico llega de los arquitectos de Zero Estudios, una propuesta defendida por el grupo socialista municipal que plantea la conveniencia de transformar el eje de la Paz en un idílico paseo donde los coches queden relegados a un segundo plano en beneficio del carril bici y el tranvía (imagen superior). El futuro del hito entra en escena.
La calle La Paz, por donde los espías, el Ideal Room, el número 4 con Octavio Paz pontificando, las caminatas de Raimon, la calle más bonita del mundo para el poeta Cernuda, se juega no perder definitivamente su luz.
Foto de Xavi Calvo
Árboles para la calle Paz propone alguien. Creo que siempre se agradecen, pensemos en tantas ciudades de determinadas regiones. Árboles de hoja caduca necesariamente: melias (¿como en la calle Sant Vicent?), olmos, almez/llidoner..., caducifolios, por favor. Los meses soleados son muchos y largos, siempre se agradece un árbol. Pensar que los árboles ocultarían la arquitectura me parece simple y lamentable.
Creo que es un milagro que la calle Paz mantenga ese aspecto, gran parte de todo el entorno era muy semejante, hasta las grandes vías, las colecciones de fotos antiguas asombran cuánto se ha destruido. Ojalá se acierte en la remodelación de Paz, pero existe mucha arquitectura con una nobleza semejante que aunque esté rodeada de engendros se debe preservar. Ahora, tras décadas de salvajismo, resulta que en efecto la personalidad de la ciudad, para propios y forasteros, reside en lo que queda...!
Mientras discutimos si la calle La Paz debe ser peatonal, Madrid anuncia el cierre definitivo al tráfico del centro de la ciudad.
La calle La Paz debe ser peatonal cuanto antes. Con terrazas y bancos para sentarse. Y sin árboles, por favor
La calle La Paz debe ser peatonal cuanto antes. Con terrazas y bancos para sentarse. Y sin árboles, por favor
Luis, con todos los respetos, soy una de esas familias residentes y en la actualidad todos salimos en coche por la calle del Mar. No se me ocurre nada, es la actual realidad. La Calle La Paz parece hecha para el paseo. No hay entradas a garajes. Los vecinos de la otra parte salen por Pintor Sorolla. Por otro lado, los comercios desean peatones y vida en la calle, no una autopista, donde por cierto no se puede parar en doble fila. Una buena red de aparcamientos, y de transporte público que ya existen permite la peatonalizacion. Un saludo cordial
Cualquier planteamiento para La Paz tendrá que contar con las 100 familias que en ella vivimos, los dos hoteles y los comercios. Lo de "salir por la calle del Mar" no se le ocurre ni al que asó la manteca!!
El proyecto de zero me parece poco ambicioso. Valencia necesita un plan de peatonalización del centro más acorde con las grandes urbes de España y Europa. La calle de La Paz no tiene ni una sola entrada de garaje. Los residentes pueden salir y entrar por la calle del Mar. Y los márgenes del río y la plaza de Tetuán y Glorieta son suficientes para que llegue ahí el transporte público. La calle La Paz, Reina y San Vicente tendrían que peatonalizarse íntegramente. Disfrutar de un paseo por La Paz admirando sus edificios sin árboles ni mobiliario urbano que lo obstaculice sería uno de los atractivos turísticos, comerciales y culturales más importantes de la ciudad. Hay que ponerla en valor.
No tengamos miedo. Hagamos de la ciudad un lugar donde las personas disfruten. Tomemos como ejemplo Nueva York y sus peatonalizaciones, su promoción del uso de la bicicleta. Tenemos una de las mejores ciudades para usar la bici como medio de transporte.
El mayor problema de la calle de la Paz es que es el MAYOR Y CASI UNICO ACCESO AL CENTRO de la ciudad, Ayuntamiento... lo que carga el trafico y limita ampliar aceras. El segundo es la HORRIBLE CARTELERIA DE NEONES de las tiendas, sin ningún estilo ni clase. DEBERIAMOS CUIDAR NUESTROS VALORES ARQUTECTONICOS Y LIMITAR ESTRICTAMENTE ABUSOS
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