VALENCIA. "Estamos hablando de una 'galleta', no creo que sea motivo de aplicar la línea roja en cuanto a tema de corrupción". Las declaraciones del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, acerca del procesamiento por una posible agresión de la diputada Elisa Díaz, hija del ex alcalde de Alicante Luis Díaz Alperi, se convirtieron este miércoles en la 'comidilla' del día en buena parte del PPCV.
Con esta infinita sencillez, el jefe del Consell venía a explicar que propinar un 'soplamocos', sacudir un guantazo o, usando otro sinónimo igual de llano, soltar una 'sepia' en la oreja de alguien y ser procesado por ello, no entraba en el catálogo de situaciones judiciales que descalifican para repetir como diputado autonómico de cara a las elecciones de 2015.
En este caso, el acercamiento al pueblo del presidente con este término tan coloquial, no hizo excesiva fortuna en sus filas. De hecho, corrieron los whatsaps entre dirigentes de la formación 'popular' a lo largo del día haciendo chanza con la palabra usada por el líder del PPCV para explicar el incidente de la diputada en un albergue de animales.
Más allá de agradecer la naturalidad de Fabra para explicar lo sucedido, el comentario tampoco es que sea un dechado de estrategia política e, incluso, y pese a que la intención parecía la de defender a Elisa Díaz, casi más bien la dejó perjudicada. Y es que la parlamentaria, según insistió entre lágrimas pocas horas después ante los periodistas, rechaza de plano haber suministrado el citado 'sopapo' a la denunciante: "Yo a esta señora no la toqué y, encima, tuve que aguantar que me insultara, me escupiera y me pegara", manifestó, para asegurar posteriormente que no conocía a la mujer británica, también imputada por agresiones, pero que le habían dicho que era "conflictiva" y "que muchos voluntarios se habían ido por su culpa". "Y me pasó a mí, me pasó a mí", reiteró sin parar de llorar, según la información servida por la Agencia EFE.
Así pues, la maltrecha 'línea roja' apadrinada por Fabra entra en una nueva dimensión a fuerza de mamporros. El jefe del Consell especificó su criterio a los periodistas: "Saben perfectamente lo que es la línea roja en cuanto a temas de corrupción y no es ese", argumentó, para añadir que se trataba de un "desagradable incidente que tendrá que asumir como ciudadana, no como cargo público".
Al margen de la pasión que despertó en ciertos círculos del PP el uso del término 'galleta' por parte del presidente, no generó menos interés la reflexión que se desprende de las palabras del jefe del Consell: "¡Por fin, podemos dar tortas a mansalva sin dejar nuestro puesto en la Administración!", comentó un alto cargo con mordacidad a este diario.
Otros dirigentes, con menos sentido del humor, se preguntaban el motivo por el que el presidente no había respondido con cualquier argumento de guante blanco, evitando de un manotazo la polémica y limitándose a manifestar su confianza en la palabra de la diputada del PP. En definitiva, el desliz del término 'galleta' unido al concepto de la 'línea roja' terminó con un revés de comunicación del que se hicieron eco en forma de pescozón informativo algunos medios digitales nacionales.
Tomando referente cinematográfico... Esa "delgada línea roja"
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