VALENCIA. Llega el buen tiempo (¿por qué lo llaman buen tiempo cuando quieren decir calor?) y cambiamos de aires, cambiamos incluso el uso que le damos a las cosas, buscamos un lugar al que huir y donde evadirnos, y con ello nuestro entorno se comunica en verano de otra forma con nosotros. Bien porque lo busquemos o porque desde junio a septiembre las cosas son de otra manera, de hecho, como han sido siempre.
El diseño de interiores deja paso a los exteriores más esenciales, al diseño gráfico pretencioso para guiris, a seguir pensando que el turismo es el mismo que era hace cuarenta años igual que se piensa que los niños de 1980 son como los de ahora. Todo un error de base gracias al cual los veranos en España nos transportan nostálgicamente a nuestra infancia.
TOPICAZOS VERANIEGOS.
El imaginario popular del verano lo componen los tópicos veraniegos, unos tópicos del siglo pasado que gráficamente suelen responder más a un no-diseño que a piezas (bien) diseñadas. Desde la carta del chiringuito, el logo de los apartamentos de vacaciones, la programación de la terraza del cine de verano, la señalética marítima del pueblo de playa, la escuela de surf o el inmortal recurso de la palmera.
Pensemos en el logo de Marina D'Or, tan cutre como fiel al producto que identifica, un claro ejemplo del mal diseño veraniego actual inspirado en los tópicos de los 80. Podría haberse hecho bien, pero no le dieron importancia.
De hecho, las grandes marcas de los principales productos típicamente valencianos (arroces, horchata y fartons), lanzan este verano algunas de las peores campañas que recuerdo haber visto, anuncios que encajarían más en un bloque de anuncios de 1988 que hoy. Veo estas cosas, cierro los ojos y empieza a sonar la melodía de Verano Azul.
LOS FESTIVALES DE MÚSICA.
De finales de los 90 a hoy han proliferado los festivales musicales de verano, y esta competencia entre ellos les ha llevado, además de a luchar por los mejores cabezas de cartel, a diferenciarse gráficamente entre un público que convive con lenguajes modernos de comunicación, y con ello tiene un criterio diferente a la hora de hablar de diseño. Lo moderno no sólo es para jóvenes.
La imagen de estos festivales, más fresca que por ejemplo la de las fiestas del pueblo, contrastan con lo kitsch hasta el punto de que alguno de ellos haya recurrido a MªJesús y su Acordeón para satirizar precisamente sobre la imagen popular del verano, una imagen más pretenciosa, conscientemente pasada de moda hasta rozar el mal gusto, que incite a ser comprada por recalcar el valor de lo barato.
¡VIVA LO KITSCH!
A mí el verano me recuerda al menú de platos combinados a la orilla del mar, a la carta de helados de 1984 (cuando salió el Calippo), me da la nostalgia que me dan los envases de refrescos, chucherías o de polos que sólo tomaba en verano (cuando sólo competían entre Frigo, la valenciana Avidesa y la vasca Miko), me recuerda a la lámpara naif, a un apartamento desangelado y a los paquetes de las mejores papas de España.
Gracias a la gente de Yo fui a EGB podemos ver como apenas han evolucionado todos estos tópicos de los que hablábamos.
Ilustraciones actuales de Sergio Toribio, todo un revival.
REFRESCANDO EL DISEÑO
Poco a poco, con esto de la globalización, empresas del negocio estival e instituciones se van dando cuenta de que su mercado internacional está acostumbrado a unos estándares de buen diseño que, ahora que cualquier playa del mundo es accesible a un Ryanair de distancia, deja a España en una posición de desventaja respecto a la de las últimas décadas.
Si cogemos los polos ochenteros como icono pop nacional, recuperamos los tópicos veraniegos e introducimos la docencia de los diseñadores de ahora, al agitar nos sale la imagen de los cursos de verano y summer workshops de escuelas valencianas como la Escola d'Art i Superior de Disseny o la Universidad CEU Cardenal Herrera.
La historia del cartel turístico nacional avanzó más durante el siglo pasado que en éste, y aunque el planteamiento de las campañas actuales no dista mucho del modelo Benidorm de torre de apartamentos, sol, playa y sangría, hay que reconocer algún exitoso intento por refrescar el diseño actual de las mismas, como el lettering de "Vacacionismo" de Laura Meseguer para la agencia Publips.
Al diseño industrial, por cierto, le señalo también este nicho como un mundo por explorar, desde reinventar la hamaca a una revisión de los estándares de toalla de playa (muy bien aquella moda del bolsillo de velcro, pero va siendo hora de que al tumbarnos no asomen los tobillos).
Al llegar el calor, incluso algunos diseñadores pasan del postureo dissenyaire al postureo por el no-diseño. Al fin y al cabo, diseño, no-diseño o mal diseño, estamos en verano, y toca disfrutar de un merecido descanso.
Mi estampado floral y yo nos vamos de vacaciones. Disfruten de la Comic Sans en el todo a cien de las colchonetas, de las horribles ilustraciones infantiles para adultos y del pringoso plastificado de la carta de tapas del chiringuito. Nos leemos de vuelta en septiembre.
jejeje Lo kitsch en malas manos hace mucho daño. Gracias, Cristina.
Dices "kitsch" como algo malo. xDDD No, en serio, buen artículo.
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