VALENCIA. En el año 2009 el festival de verano Sagunt a Escena programó hasta 12 espectáculos en las naves de las antiguas siderurgias del Puerto de Sagunto. Esa temporada de teatro y danza estival la abrió Rafael Amargo con un espectáculo inspirado en textos de García Lorca, y llegaría hasta aquel residuo de la historia, hasta aquel símbolo del vacío y el abandono de la reconversión industrial de los años 80 reconvertido milagrosamente en recinto cultural, la Compañía Nacional de Danza, por ejemplo, o compañías reconocidas en toda España representando a Lope de Vega, Calderón de la Barca y cosas así.
Sagunt a Escena, con sus altibajos, se consolidaba por aquellos años como un festival de teatro y danza que se quería comparar a los de Mérida, Almagro u Olmedo, cada cual con sus apoyos específicos y con un espíritu diferente. Si bien estos se centraban bien en el teatro clásico antiguo o bien en el teatro español de los siglos de oro, al amparo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Ministerio de Cultura (RIP), universidades y gobiernos autonómicos, Sagunt podía aspirar no solo a integrarse en un circuito consolidado, como es (o era) el de la dramaturgia de los grandes nombres de la comedia nueva, (Lope, Calderón, Tirso de Molina, Rojas Zorrilla, Mira de Amescua, Ana Caro, Ruiz de Alarcón o Guillem de Castro), el umbral del teatro moderno en toda Europa, sino también a revitalizar el gran caudal teatral y cultural que podía ofrecer Valencia, en tanto que producciones propias, en comparación (al menos numérica) con los otros festivales.
Junto a Sagunt a Escena, el Festival Medieval d'Elx se convertía (tras 18 ediciones) en un punto de referencia de los amantes de las artes escénicas en la Comunitat, promocionando otro caudal patrimonial inacabable, como el medieval, especialmente al amparo del Misteri d'Elx, esa joya religiosa que aún sobrecoge por su belleza y su majestuosidad. El Festival Medieval, además, cultivaba un vínculo mucho más ciudadano, de modo que abundaba el teatro de calle, los espectáculos musicales o los mercadillos medievales (simulacros donde venden peonzas, crêpes y aceite de Eslida, pero que sirven de continuum ciudadano durante los días de festival).
Sagunt cerró las naves industriales y centró su actividad en el Teatro Romano y sus alrededores, redujo las partidas presupuestarias cuando ese ente llamado CulturArts centralizó las actividades teatrales y audiovisuales promocionadas por la Generalitat Valenciana e intentó salvar un festival de ámbito nacional llenándolo de Teatro Off, es decir, teatro callejero (a veces mera ambientación, salvo honrosas excepciones).
El resultado es que en 2014, tras el progresivo declive de un proyecto ambicioso, encontramos tres producciones valencianas interesantes (Romeu, el héroe ¡vencer o morir!, dirigida por Panxo Barrera; Revolución, de Arden Producciones y Sala Russafa, dirigida por Chema Cardeña; La metamorfosis, de Proyecto Titoyaya, cuya coreografía corre a cargo de Gustavo Ramírez Sansano) y cuatro obras clásicas de largo alcance: Anfitrión, la refundición que realiza Molière de la obra de Plauto, Antígona de Sófocles, Pluto de Aristófanes y El Eunuco de Terencio. Poco más. En el Off Romà, a esperar sorpresas agradables o a dejarse llevar por sonidos de DJ o por la insufrible moda de los musicales (sucedáneos del género), en esta ocasión en honor a Nino Bravo. Nada menos.
VALENCIA Y ÁREA METROPOLITANA
Este año surgió en Russafa un tipo de actividad teatral que se había instalado en otras ciudades como Madrid y Barcelona: el microteatro. obras de corta duración, a razón de tres euros, mientras disfrutas de una caña o una copa de vino en compañía de los amigos. Quizás la necesidad del gremio de vivir de su trabajo le ha obligado a renovarse e innovar el tipo de actividad que presenta al público y eso en principio no debería representar un problema, pero siempre que la promoción institucional acompañara con espacio, visibilidad y financiación ese despliegue cultural que reclama Valencia. En cambio, sin ese contrapeso de lo público, la operación (con éxito o sin él) trasluce los mimbres de la precariedad con que se teje la profesión. ¿Qué obra de referencia podría surgir de tal desinterés institucional? Hablamos de actividad viva, pero también de patrimonio: ¿qué es la cultura sino el cruce de los vivos con los muertos?
Del Teatro Principal esperamos un par de obras inteligentes por temporada y luego que lo llenen de conciertos (de Raphael a Obrint Pas) o de musicales (esa moda, ese sucedáneo, etc.). Y no es que uno esté en contra de los conciertos o de los musicales, pero sí de llenar el grueso de la programación con este tipo de eventos. Del Teatro Rialto esperamos que acoja ciclos como el del año 2009-2010 donde se podían ver obras de Gaspar Aguilar o Guillem de Castro (se representaron un total de tres, pero nos hicieron ver que el barroco valenciano tenía cosas que mostrar). Mucho pedir. Del Teatre Talía, al menos que no lo cierren (y es poco pedir) y que traigan algo de Chéjov (aunque aburra), Mihura (qué tiempos) e incluso obras que han sido nominadas en los premios Max (hubo alguna vez que sí).
Y sin embargo, el raquitismo de la ciudad contrasta con el páramo que supone la actividad teatral pública en el entorno metropolitano (Valencia no se ha creído metropolitana ni en los mapas ni en las ideas). El circuito, financiado por las administraciones públicas, que permitía la representación de obras en L'Horta Sud o L'Horta Nord ha acabado desapareciendo de forma tajante. ¿Qué llega a los pueblos? La labor de activación ciudadana a través de la promoción del teatro era impagable, y más cuando numerosas localidades contaban (cuentan) con escuelas de teatro para niños y jóvenes. El ambiente cultural (o su ausencia) influye en las condiciones de vida de la sociedad (y de actividad económica, si se quiere).
El Teatro Off, más allá de su concreción saguntina y callejera, es un error.Actualmente no hay comentarios para esta noticia.
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