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'EL CABECICUBO'

La Voz Kids, en busca del nuevo ‘Raulito'

ÁLVARO GONZÁLEZ. 15/03/2014 El talent show de Telecinco sobre niños artistas dispara los audímetros por el fallecimiento de una de las concursantes, mientras que no hayamos visto hasta la saciedad desde los tiempos del terrorífico ‘Gente joven'

MADRID. ¿Quieren ver algo vomitivo? Apaguen la tele y vayan a una cancha de fútbol dominguero. Como pillen una liga municipal de chavales pueden asistir a un fenómeno que debería ser perseguido por la OTAN o, en su defecto, Javier Solana con un globito con forma de corazón. Los papás de los niños futbolistas. El asco en su expresión más chabacana. Insultarán al árbitro, agobiarán al entrenador y darán instrucciones a sus retoños como se las daba su padre a Indiana Jones cuando andaba en juego birlarle a los nazis el cáliz de Cristo.

Este fenómeno miserable luego tiene su reflejo en la actitud de los chicos y se puede leer claramente en sus gestos. Sintonicen un día el inefable trofeo de Brunete de fútbol 7 y verán cómo los pequeños futbolistas imitan la mímica de los profesionales hasta a la hora de echar un lapo.

Cuando los niños imitan a los adultos en un momento dado dan ternura. Cuando lo hacen sistemáticamente, pena. Si es para ganarse la vida -la de sus padres o tutores mejor dicho- el asunto es grave.

En La Voz Kids se juega con estos fuegos. Pero es complicado criticar este formato sin caer en la hipocresía. Los ejemplos de niños prodigio en la sancrosanta historia de la música popular son frecuentes. Por citar unos ejemplos, los Everly Brothers, uno de los dúos más influyentes de la historia -este año ha muerto Phil, el rubio- cuando eran niños tenían un programa de radio con sus padres en el que ellos cantaban y su madre comentaba recetas de cocina. Era lo que hoy llamaríamos un reality sobre toda la familia. Luego a ellos les dio por la última moda, el rock, y el resto es historia.

Los Bee Gees, que tienen discos memorables en los años 60, discos de oro en todas las décadas y todos hemos hecho el ganso en algún momento de nuestra vida con su ‘Stayin´ Alive', pues cuando tenían menos de diez años su padre ya les tenía actuando por los teatros de Manchester, antes de que emigrasen a Australia.

Y tal vez el ejemplo paradigmático de todo esto sea el caso de Michael Jackson. Su padre les puso a él y a todos sus hermanos a actuar, les llevó con mano de hierro, y luego aquello desembocó en el artista pop más importante de los 80, pero, y hete aquí la cuestión, también en un célebre zumbado de tres pares cuyas excentricidades y problemillas con la ley todos conocemos y no hay forma de separarlos de sus inicios tempranos en el mundo del espectáculo con el consabido lugar común de "ej que no tuvo infancia". Hasta el mismísimo Mozart pasó por algo parecido.

El único quid de la cuestión sería distinguir entre niños prodigio, niños prodigio explotados y niños, a secas, torturados. ¿Se acuerdan de Raulito? Pues no hay más preguntas, señoría.

En el caso de la televisión actual, como ya comentamos en ‘El Príncipe', un programa con niños en el prime time no es nada casual. Las televisiones tienen una necesidad lacerante de reunir niños y adolescentes delante del aparato porque las audiencias tienen verdaderas sangrías en los segmentos más bajos de edad. Este talent-show, como ya anunció a bombo y platillo en sus primeras emisiones, tenía excelentes registros de audiencia entre los peques pese a su horario prohibitivo para críos que al día siguiente tienen que ir al colegio. Eso es oro para los anunciantes.

El asunto es que el programa ha alcanzado notable repercusión mediática porque una de las niñas que aparecían en el -es grabado- ha fallecido recientemente de cáncer. La familia quería que se emitiera el material y la cadena así lo hizo. Si uno echa un vistazo a las redes sociales encontrará críticas furibundas por esta decisión. Pero lo cierto es que la cadena no explotó esta circunstancia. Abordó el tema con elegancia y la verdad es que, se mire por donde se mire ¿qué querían que hubiese hecho? Otra cosa son las cifras. Aumentaron en un millón de espectadores la audiencia con respecto a la semana anterior, pero tampoco se puede decir que sea algo extraño cuando la noticia ha aparecido en todos los digitales del orbe.

En cuanto al programa en sí, poco aporta al formato de niños artistas. Algo tan viejo, como decimos, que vale la pena reseñar que los propios Mecano tuvieron su primera actuación en uno de estos, el terrorífico ‘Gente joven'.

Lo que tenemos aquí es lo mismo que en La Voz de adultos, un programa lleno de emociones falsificadas y casposas, pero con niños, lo cual se hace más duro de ver. Sobre todo porque el programa se apoya en melodías como de película hollywoodiense. Hay veces que uno tiene que meter la cabeza debajo del cojín. Dudo que Chuck Norris pueda ver esto sin cambiar de canal en los momentos más duros.

David Bisbal, que hace las veces de profesor de los zagales, les habla como si fuese el narrador de un cuento, de aquellos que los nacidos en los 70 teníamos en LP. Grima a tope que se dirija así a ellos. Luego Jesús Vázquez menta a la bicha cuando le dice a ‘David' un niño negro muy salado, que es "la recreación del Michael Jackson más castizo".

En otro instante, una niña se echa a llorar al final de su actuación, dice: "son muchos días detrás de esto, mucho trabajo". La pregunta que cabe hacerse en un caso así es si los menores de edad terminan sobre estos escenarios de motu propio. 

El paso siguiente en la escala de diversión pasa por disfrazar a animales con ropas de humano. Es una costumbre que ha ido remitiendo, pero alcanzó días de gloria. En Estados Unidos llegó a haber un programa entero protagonizado por chimpancés, Lancelot Link. El LP con la banda sonora está cotizado entre los fans de las melodías chiclosas. En España, por el momento, con monos sólo hemos hecho tertulias políticas.

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3 comentarios

Álvaro González escribió
17/03/2014 21:21

gracias gatete

Gatete escribió
17/03/2014 09:24

«Motu prop(r)io» sin preposición, D. Álvaro.

Paco escribió
15/03/2014 13:24

Sólo puedo decir gracias, muchísimas gracias, por descubrirme Lancelot Link.

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