VALENCIA. Es el pequeño precio a pagar en el altar de las vanidades de la política y los comunicadores. Apretones por formar parte de la comitiva viajera, codazos en las fotos y discursos rimbonbantes. Y de paso, un informe sobre la mesa no menos rimbonbante, plagado de datos espectaculares.
Todo sea por ese retrasado pero al final una realidad, regalo ferroviario a medida de las modernas sociedades en vías de volver a desarrollarse. El AVE no es la panacea. Lo será el trabajo que la sociedad sea capaz de desarrollar en torno a él. Justo cuando se silencien los bombos, platillos y fanfarrias.
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