VALENCIA. El premio Nadal cumple 70 años. Su primera obra galardonada fue Nada, de Carmen Laforet, un retrato intimista de la Barcelona de postguerra. Su última, una novela escrita por otra Carmen, apellidada Amoraga, valenciana, por una obra titulada La vida era eso (Destino), también intimista, un retrato de nuestro tiempo. Con ella Amoraga ha entrado en la división de los grandes autores de la mano de un premio que es el pasaporte que abre todas las fronteras.
Su juez último es ahora el público. "Lo dije en la entrega del premio. Con las nuevas tecnologías para mí es tan importante la crítica de un lector anónimo como la de un periodista especializado. A mí lo que me importa son los lectores", sostiene. A ellos se presenta ahora con la mejor de las galas, su La vida era eso, una novela nacida desde las entrañas que posiblemente sea la mejor de las ocho que lleva publicadas hasta la fecha.
Un día Amoraga tuvo noticia de la grave enfermedad del padre de unas niñas que iban al mismo colegio que su hija. Leyó los mensajes de la madre, de Viviana di Vito, que escribía en el muro de Facebook del primero enfermo y después difunto, empleando su voz. "Es la mano de Giuli la que escribe, pero Will el que habla", redacta en la novela. Giuli-Will, en la ficción; Vivi-Walter en la vida real.
Aquello le impactó. Los dos contaban lo que estaba sucediendo, como si narrarlo, escribirlo, fuera parte del tratamiento médico. "Pensé que había una novela que yo quería escribir porque en esa comunicación, en esos mensajes percibí algo especial. Querían ser un alivio; contando lo que le estaba pasando, ella quería aliviarse de lo que le sucedía. Para mí eso es Literatura. Cuando escribimos, nos evadimos del mundo que nos rodea y tiene un efecto terapéutico sobre nosotros. Cuando leemos también, a veces más", explica.
LA LITERATURA DEL DUELO, LA MUERTE Y EL PAPEL
La literatura sobre el duelo es abundante e intensa. En 2012 se publicaba en España Di su nombre de Francisco Goldman de la mano de Narrativa SextoPiso, en el que el estadounidense describe la pérdida de su joven esposa. Eugenia Rico hizo lo propio hace diez años con La muerte blanca en Planeta, sobre la muerte de su hermano; Mortal y rosa, de Umbral, sobre la muerte de su hijo... los ejemplos son múltiples. La ausencia, el dolor, es un argumento recurrente. El porqué lo explica la propia Amoraga. "Todos tenemos una vida llena de pérdidas. Todos nos hemos dado cuenta en algún momento de que hemos perdido algo. Cuando ocurre hay un duelo, y se produce un proceso. Eso lo tienes que pasar".
Una de las novedades de la obra de la valenciana es el empleo de recursos estilísticos contemporáneos. Siguiendo los pasos de autores como Lorenzo Silva, precisamente jurado del premio, quien en El blog del inquisidor (2008, Destino) incluyó posts de blog y chats, Amoraga ha empleado los tonos y estilos narrativos del mundo de las redes sociales como una forma natural de expresión. Los posts de Facebook se incardinan en la narración como lo hacían las epístolas en la narrativa del XIX. Que sean posts y no, por ejemplo, anotaciones en un diario, le dota a la novela de más proximidad y la hace más tangible para el lector. Resulta fácil sentirse implicado, empatizar con el personaje de Giuliana, comprender lo que le pasa; resulta fácil, en definitiva, emocionarse.
Otro de los méritos de la valenciana es que ha hecho esta aproximación al duelo desde fuera, como testigo, escuchando; algo que habla mucho y bien de su talento narrativo. Interiorizó tanto el dolor ajeno que para ella escribirla fue natural. "Tenía muy trabajada la novela en la cabeza. Lo que más me costó fue encontrarme cómoda con el personaje. Giuliana no es Viviana [di Vito]. Los personajes son opuestos. Tiene algo de mí, pero poco, de refilón, como pasa con todos los personajes. Quería que Giuliana tuviese su propia personalidad que, a pesar de todas las prevenciones, pudiera caer en el gran peligro de Facebook, que se acomodase a la vida virtual y se olvidara de la vida real. La hice también más introvertida, tímida, antipática. Viviana [di Vito] no es así. Yo tampoco", explica.
Un personaje protagonista que pasa por todas las fases del duelo: La negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Todo ello ante la presencia de unas hijas que desde el principio se convierten en el ancla con la vida. Unas hijas fundamentales en el desarrollo de la trama porque, y ése es un aspecto que subyace en toda la narración, La vida era eso también es una novela sobre la familia, un tema recurrente en la obra de la valenciana.
A lo largo del último año Amoraga ha ido dando pistas de la novela en su muro de Facebook. Una mención a una noticia sobre abrazos, un estado ("la vida era eso") subido un día de otoño con una fotografía de su marido y sus dos hijas, la autora ha mostrado los andamios sobre los que ha edificado esta casa. Una construcción en la que tiene asumida las redes sociales como parte de su día a día, aunque con matices. "Facebook es una herramienta para comunicarse, pero también para fantasear. Con ella [Facebook], Giuliana se comunica pero también fantasea, y es la fantasía la que le salva. La fantasía nos salva a todos", puntualiza.
Construida a partir de fragmentos de realidad, La vida era eso se revela como un libro especial, un mapa de emociones fidedigno. Con todo el gran mérito de Amoraga reside en no caer en el melodrama. Está escrita en presente, con muchos diálogos, con descripciones claras, casi abocetadas, y una honestidad tajante. Esto hace que la lectura sea fluida y que La vida era eso llegue a donde quiere llegar y lo haga con precisión de cirujano, sin aspavientos. Su prosa directa, periodística en el mejor sentido de la palabra, se convierte en su principal aliado y la libera de los ternurismos, de las poses, del manierismo. Amoraga maneja con habilidad los tiempos y las sorpresas de la narración hasta enfrentarse a la contundencia de lo inevitable. "El mundo siempre sigue girando, se marche quien se marche", asume Giuliana. El mundo sigue. La vida es esto.
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