VALENCIA. Aunque abandonen sus más altas responsabilidades, los grandes líderes políticos no suelen marcharse nunca de forma definitiva salvo en contadas excepciones. El poder e influencia que otrora ostentaron se mantiene latente, en segundo plano, siempre a la espera de poder dar un zarpazo y sacar pecho por sus logros pasados, cuidar a los que dejaron atrás o dar algún que otro tirón de orejas a sus sucesores.
Estos juegos de poder se observan a menudo en líderes como José María Aznar, Esperanza Aguirre, o José Luis Rodríguez Zapatero, aunque este último de forma habitualmente más sibilina y desde la retaguardia. También abundan los casos en el ámbito autonómico y, por supuesto, en la Comunitat Valenciana. Aunque uno de los ejemplos más característicos es el del socialista Joan Lerma, en estos momentos el PPCV, cuyo máximo responsable Alberto Fabra atraviesa un momento de debilidad, presenta el terreno abonado para las venganzas presidenciales.
No es extraño ver compartir charlas y efusivos abrazos entre Eduardo Zaplana y Alberto Fabra en actos públicos. Unas atenciones que el actual jefe del Consell no tiene con el expresidente Francisco Camps, con quien la relación es gélida.
Diversas fuentes del PP de la Comunitat Valencian consideran que para Zaplana esta relación es una especie de venganza fría contra Camps. El ex ministro disfruta ahora de su condición de expresidente fuera de las miradas hostiles de antaño y lo aprovecha para ejercer cierta influencia. De hecho, no ha pasado desapercibido el hecho de que Alberto Fabra haya encontrado el apoyo de Pedro J. Ramírez, al frente del diario El Mundo y con una gran relación con Zaplana, en una cuestión tan delicada como el cierre de Radiotelevisión Valenciana.
El multitudinario desayuno informativo organizado por Europa Press en Madrid el pasado martes ha sido el último escenario en el que Fabra y Zaplana mostraron públicamente su conexión, algo que habían hecho semanas atrás en el aniversario de El Mundo, donde charlaron animadamente unos minutos.
Desde la llegada del presidente al poder, se ha desconfiado desde diversos cuadros del PPCV del relanzamiento para la primera línea orgánica de dirigentes en su día muy próximos a Eduardo Zaplana como Serafín Castellano, secretario general del PPCV, o Miguel Ortiz, designado vicesecretario de Política Territorial del partido. Unos nombramientos que, unidos a posteriores movimientos, han tensado la cuerda con los responsables políticos que en su día mantuvieron enfrentamientos con el zaplanismo, así como con los que todavía guardan cariño a Francisco Camps.
CAMPS SIGUE A LA ESPERA
La buena relación de Zaplana con Fabra contrasta con la falta de sintonía entre al actual jefe del Consell y su predecesor. Desde hace meses, como han publicado diversos medios de comunicación, se especula en el PPCV con algún plan por parte de Camps para ejecutar un ajuste de cuentas político con el presidente Fabra.
Fuentes del entorno campista no ocultan su malestar por el trato recibido por el expresidente a cargo de su heredero en el Palau. Al margen de los encuentros de diputados de su cuerda que se muestran críticos con Fabra, a día de hoy todavía no se ha trazado un verdadero plan que vaya en contra el jefe del Consell. No obstante, sí se han deslizado algunas maniobras que han sido sospechosas de ser zancadillas para el actual líder del PPCV.
La desconfianza ha crecido entre diversos dirigentes populares, especialmente en la dirección del grupo parlamentario, acerca de los motivos por los que se han producido circunstancias como el informe del Consell Jurídic Consultiu (CJC), que planteba dudas sobre la reducción de diputados que abandera Fabra. Cabe recordar que uno de los miembros de esta institución es el propio Camps, y que se encuentra presidida por Vicente Garrido, que mantiene una buena relación con el expresidente.
Si este informe ya levantó ciertas suspicacias, aun más lo hizo la recogida de firmas realizada por el diputado Andrés Ballester, próximo a Camps, para el indulto del exalcalde de Torrevieja Pedro Hernández Mateo condenado a prisión por prevaricación y falsedad documental. El apoyo, que fue firmado "a título personal" por el 85% de los diputados, levantó un revuelo mediático importante y obligó a intervenir al presidente Fabra para elevar su desaprobación por este acto. Aunque Ballester insistió en que su iniciativa no escondía ninguna segunda lectura, ciertos sectores del grupo han especulado con que existió cierta intencionalidad en la iniciativa de poner en un compromiso al presidente Fabra.
No obstante, estos movimientos no pasan de ser pequeñas escaramuzas. En el grupo parlamentario hay quien sigue considerando que Camps, quien ha sido sumido políticamente al ostracismo en su escaño, no olvida el trato dispensado por Fabra. En esta legislatura, y con los problemas que atraviesa el jefe del Consell, el terreno en el PPCV está más que abonado para este tipo de venganzas presidenciales, aunque desde los sectores próximos a Fabra recalcan que Camps tiene "demasiados problemas", en una referencia al caso Nóos, como para plantearse ningún movimiento importante.
¿Líderes? no y mucho menos "grandes". Ya quisiéramos y -no sé- ya querrían.
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