VALENCIA. La aventura de Ignacio Tello para hacer un Ikea valenciano ha durado cinco meses. Los malos resultados obtenidos durante este periodo en Teyoland ha llevado a una rebelión del consejo de administración, zanjada con un golpe de mano que situa a Miguel Ángel San José, responsable del grupo inmobiliario Daemi, al frente de la empresa.
A través de una pequeña ampliación de capital, los accionistas minoritarios se han hecho con el control y han decidido hacer tabla rasa y replantear el negocio de raíz. A esta acción responde el cierre de la tienda a las 16:00 de la tarde de este miércoles con la promesa de una reapertura en el primer trimestre de 2014, acompañando la celebración de las ferias Habitat y Cevisama, que por primera vez se han programado conjuntamente desde Feria Valencia.
Sin embargo, distintas fuentes advierten que la continuidad de la empresa depende de la llegada de un caballero blanco que entre con una importante inyección de fondos que dé liquidez a la empresa y permita cumplir con los pagos, tanto de los proveedores como de la arrendadora del local, Feria Valencia, a la que se le deben dos meses de alquiler.
EN BUSCA DE UN SALVADOR
La debilidad de la empresa se empezó a manifestar desde sus inicios, cuando las previsiones de ventas ya empezaron por no cumplirse. En palabras del propio Tello, la apertura iba a generar un "efecto champagne" con un alto nivel de ventas y una posterior bajada hasta unos umbrales estables de demanda.
Sin embargo, el complejo no despertó el interés que se buscaba y ya durante el verano y hasta el mes de septiembre comenzó la rescisión de contratos. De la plantilla inicial de 300 empleados, se pasó a conformar un equipo de 220 trabajadores en septiembre y una remodelación de la oferta de producto más centrada en el valor precio y la variedad, ampliando la cartera de 30.000 a 40.000 productos.
Al mismo tiempo, Tello siguió con sus encuentros para buscar a alguien dispuesto a entrar en la empresa y reforzar su capacidad. Entre las más llamativas se encontró la del jeque Sheikh Hamad bin Hamdan al-Nahyan, miembro de la familia real del emirato de Abu Dhabi que, si bien visitó en centro, no mostró interés por entrar en su accionariado.
IKEA, COMO ESPADA DE DAMOCLES
La búsqueda de ese nuevo socio que permita la ampliación de capital es la prioridad del nuevo equipo, aunque distintas fuentes vinculadas al sector y a la propia empresa reconocen que no lo tendrán fácil. Aunque se acusa a Tello de haber estado demasiado centrado en la propia puesta en marcha del establecimiento, la gestión de la iniciativa también es un aspecto muy cuestionado.
La actual contención en España del consumo impide disponer de una demanda fija y estable. Además, al tratarse de una empresa de reducidas dimensiones frente a su competencia, no puede permitirse aplicar economías de escala como sí hace su competencia.
El caso más claro es el de Ikea que, tras un lanzamiento en España antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, detuvo su expansión y la ha retomado en la Comunitat Valenciana a partir del último trimestre de de 2014, cuando prevé abrir su centro de Alfafar.
De hecho, la intención de Tello era afianzar la propuesta de Teyoland antes de esa fecha, para poder tener ya una posición en el mercado que le permitiera encajar el previsible golpe a sus cuentas que generaría el centro de la multinacional sueca.
Con la decisión de cierre hasta inicios de año se recorta este periodo de posicionamiento, aunque la nueva dirección aspira a quemar etapas por medio de su nuevo plan de negocio "ajustado" a la situación actual y con una política de precios "más agresiva". Al mismo tiempo, se pretende "mejorar el servicio y la configuración" de las instalaciones, así como ofrecer una mayor gama de productos.
EL EFECTO EN FERIA VALENCIA
El nacimiento de Teyoland iba a significar para Feria Valencia unos ingresos anuales de un millón de euros en concepto de alquiler del pabellón 7, a cambio del local y de la prestación de sus servicios en vigilancia, limpieza y comunicación. El impago de estos dos últimos meses ha hecho que la feria deje de prestarlos y empiece a trabajar con todos los escenarios posibles.
La idea del complejo es poder resolver el problema generado por los pagos atrasados y seguir cobrando el tiempo que la instalación esté cerrada al público. En el caso de que la situación se prolongue en el tiempo, en "último extremo", Feria Valencia contempla la solicitud de una orden de desahucio para recuperar el uso de este espacio.
En ese caso, la feria recuperaría una instalación de 20.000 metros cuadrados en la que sus inquilinos han invertido cinco millones de euros para su completamente adaptación a las necesidades de un centro comercial, que podrían ser recuperado por la feria o arrendado a otros operadores de grandes superficies interesados en una instalación de esas características.
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