VALENCIA. La burbuja inmobiliaria explotó en la Comunitat Valenciana con una asignatura pendiente: el litoral norte de la ciudad de Valencia. El tramo de costa que se extiende desde La Patacona, la playa de Alboraya, hasta el Puerto de Sagunto, sigue siendo en buena parte un territorio inexplorado para el ladrillo.
La razón es sencilla: la autovía es una barrera insalvable para cualquier plan de adosados y playa tan al uso en la mayor parte del litoral valenciano. Es más, en la mayor parte del ese recorrido, los coches circulan pegados a una costa rocosa en la que la arena pasó a la historia. Casi en los mismos kilómetros en los que un gran polígono industrial y comercial ocupa el terreno más cercano.
Así creció la primera línea de playa del norte de la ciudad, ajena al turismo y a la tentación de la vivienda costera residencial. Sin embargo, tentaciones para cambiar eso las ha habido. Y algunas muy ambiciosas. La que se remonta más en el tiempo es la que se conoció como Ruta Azul. Eduardo Zaplana, que a primeros de los años 2000 parecía no tener límite para sus ambiciones, proyectó un plan que, diseñado por Taller de Ideas bajo la dirección del urbanista Alfonso Vegara, pretendía desplazar hacia el interior la A-7, que entre Valencia y Puçol transcurre junto al mar, con el objetivo de liberar el litoral y darle un aprovechamiento turístico mediante su urbanización.
No era lo único que incluía ese plan, que también preveía el traslado de las principales actividades del Puerto de Valencia hasta Sagunto y reubicar el aeropuerto de Valencia más cerca de ese nuevo polo turístico que se iba a crear con una nueva línea litoral virgen para levantar urbanizaciones.
El proyecto nunca llegó a ser una realidad viable. De hecho, pese a que constaba en el programa electoral del PP de 2003, el Consell de Francisco Camps lo desechó. Y eso que Zaplana aseguraba que todo ese impresionante desarrollo urbanístico, que hubiero incluído el traslado completo de polígonos industriales, centros comerciales y numerosas infraestracturas de comunicaciones, se habría autofinanciado. En la época del urbanismo salvaje todo era posible.
La idea y el proyecto durmieron el sueño de los imposibles a partir de entonces. Sin embargo, unos años más tarde, quien sabe si inspirado en el predecesor o no, la idea de reformar todo el litoral costero del norte de Valencia volvió a aparecer en unos papeles.
En esta ocasión fue el Instituto Nóos de Iñaki Urdangarin quien propuso tomar al asalto esta poco agraciada zona de la costa valenciana. Lo hizo en el mismo proyecto en que presentó sin que se sepa aún quién lo pidió ni quién lo pagó, si es que costó dinero público.
Cuando hace menos de un año ValenciaPlaza.com desveló que Urdangarin (cuando a mediados de la década campaba a sus anchas por la Comunitat) no solo había propuesto a Valencia la celebración de unos existentes juegos olímpicos europeos sino también una inmensa actuación urbanística, los ojos se centraron en las ideas que Nóos planteaba para L'Albufera y el puerto para yates que hubiera ocupado la actual huerta al sur de la ciudad.
Pero en aquel documento también había un plan para el norte, el retorno de la ruta azul, en forma de "área universitaria y científica del conocimiento", un título bajo el que se escondía una reurbanización del tramos costero entre Valencia y Sagunto (a grandes trazos), con infraestructuras turísticas e instalaciones que se prometían como un polo de investigación universitaria, sin aportar más detalles. En la inferior se puede apreciar el alcance de la propuesta (la vista es desde el norte hacia la capital).
Aseguran en la Generalitat que ese plan nunca llegó a plantearse en serio. Pero curiosamente, en aquel tiempo en que el conseller de Territorio era Rafael Blasco, hay alguna referencia periodística que asegura que la Generalitat había sacado del cajón el plan inicial. ¿O era el que había presentado el Duque de Palma, del que entonces no se sabía nada excepto en la propia conselleria? Quién sabe... Un año después (2007), ya con Esteban González Pons de "consejero sandía, verde por fuera, rojo por dentro", EGP dixit, se volvió a archivar la idea y se creó un Valencia Costa Norte del que nunca más se supo.
Cabe preguntarse si esas ambiciosas ideas tanto del Zaplana visionario o del Urdangarin vendedor de humo no acabarán por regresar pronto. De hecho, no todo en esos proyectos era tan descabellado (bueno, quizá en el de Nóos sí). El problema es, seguramente, el espíritu con el que se abordaron. El ladrillo era capaz de mover sino montañas sí autopistas. Ahora no tanto.
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