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LA OPINIÓN PUBLICADA

La marca España entra en
el debate Romney-Obama

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA (*). 07/10/2012

VALENCIA. Los debates entre los candidatos a la presidencia de EE UU constituyen una tradición de primer orden, con abundantes momentos para el recuerdo, algunos de los cuales tuvieron consecuencias claras en los resultados electorales (como podemos ver en este magnífico compendio). En España, por desgracia, no contamos con una tradición tan consagrada: tan sólo dos debates Aznar-González en 1993, dos Zapatero-Rajoy en 2008 y un Rajoy-Rubalcaba en 2011. Muy poco, aunque en las últimas elecciones parezca que el asunto ha comenzado a estabilizarse.

En la primera ocasión en la que comenzaron a retransmitirse por televisión, en 1960, se enfrentaron el demócrata John F. Kennedy y el republicano Richard Nixon. Tras el primer debate, los analistas y expertos en demoscopia pudieron apreciar un curioso efecto, desde entonces muy citado en los estudios en comunicación política: la mayoría de los espectadores que vieron el debate por la televisión pensaron que lo había ganado Kennedy, pero los que lo escucharon por la radio pensaron que el ganador había sido Nixon.

Muy pronto quedó evidenciado que la televisión comenzaba a imponer sus reglas en la política: personalización de los partidos políticos en los candidatos, mayor importancia de la imagen y los gestos, así como la necesidad paulatina de condensar más y más los mensajes, dado que ahora hablamos para un auditorio con poca paciencia. Sobre todo, si lo que se le pide es escuchar a un señor en un atril: intervenciones muy breves, de unos noventa segundos, con esporádicas interrupciones y diálogo directo entre los candidatos. Menos desarrollo discursivo y más espectáculo televisivo, podríamos resumir.

Romney: menos CNN y más TVE

El miércoles pasado, en el primer debate televisado de las elecciones presidenciales estadounidenses, el candidato republicano, Mitt Romney, puso a España en el mapa. Y, como casi siempre que sale España a colación en cualquier comentario del poder político, económico o mediático, no fue para bien: según Romney, EEUU corría el riesgo de acabar con Obama en el mismo callejón sin salida de España, vista como el paradigma del Mal.

Rápidamente llegaron las reacciones desde España afeándole la conducta a Romney. Primero la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, y después el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, abundaron en la misma idea: Romney dijo lo que dijo porque estaba mal informado. Tal vez se deba a la nefanda costumbre de leer el New York Times y el Wall Street Journal, ver la CNN y, muy de cuando en cuando, echar un vistazo también a la gran prensa económica británica (The Economist, Financial Times), dado que todos ellos llevan meses y meses advirtiendo del pésimo estado de la economía española, de la inminencia de un rescate y de la conflictividad política y social, que incluso podría llevar a la secesión de una parte del país. ¡Qué diferentes serían las cosas para Romney, parecen decirnos Cospedal y Margallo, si en lugar de leer y ver tonterías el candidato republicano se solazara con portadas de La Razón y telediarios de TVE!

¿Una nueva esperanza (republicana)?

Más allá de su referencia a España, a Mitt Romney le salieron bien las cosas en su primer debate electoral con Obama. El público y la crítica (analistas políticos y periodistas) fueron casi unánimes: Romney estuvo más convincente y claro que Obama, al que se vio distante y retraído. Una buena noticia para la campaña republicana. Y llegada muy oportunamente.

Se acumulaban las malas noticias para Romney en los últimos meses. Su candidatura, siempre oscilante entre el fervor de las bases republicanas de 'derecha dura' y el talante del candidato, más bien moderado, había acabado desdibujando a Romney como alguien sin principios claros, dispuesto a defender lo que fuera menester en cada ocasión. El público veía en él a un oportunista, y las encuestas le situaban, desde que terminó la convención demócrata, varios puntos por detrás de Obama.

Para rizar el rizo, la candidatura de Romney recibió el golpe de gracia con la filtración del vídeo en el que el candidato republicano daba por perdido el voto de un 47% de la población -del que hablaba en términos más que despreciativos- y poco después, los últimos datos de crecimiento económico y reducción del desempleo en EEUU parecían rematar la faena.

Ahora, tras la victoria de Romney en el debate, algunos se han apresurado a proclamar que el campo está abierto de nuevo. "Apresurado" tal vez sea la palabra adecuada. Es verdad que los debates pueden afectar significativamente a la decantación del voto de los indecisos, pero en este caso tal vez no sea suficiente. Salvo hecatombe, los sondeos son unánimes en proclamar una ventaja sólida de Obama, en especial en los estados clave en los que ambos candidatos se disputan, en la práctica, la victoria, merced al sistema electoral estadounidense en las elecciones presidenciales (el candidato que gana en un Estado se hace con todos los votos del Estado, en la inmensa mayoría de los casos).

Incluso cabría sospechar, pérfidamente, que Obama ha hecho lo mismo que algunos dijeron en su momento que hizo Felipe González en su primer debate contra Aznar en 1993, en el que Aznar ganó claramente y puso contra las cuerdas al entonces presidente: dejarse ganar, dar impresión de vulnerabilidad para movilizar al voto abstencionista ("¡cuidado! ¡Este señor del bigote puede ganarme!") para, en el segundo debate, vencer claramente y consolidar su ventaja. Pero esto nunca dejó de ser una interpretación conspiranoica de aquellos dos debates, una contribución más al mito de Felipe González y su carisma arrollador...
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#pray for... Pedro J. Ramírez, una vez más



El director del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, es un asiduo visitante de esta sección, no sólo por su relevancia social y por su grado de actividad en Twitter, sino, obviamente, por las cosas que dice, a menudo con ánimo de polemizar. El miércoles pasado, 3 de octubre, Pedro J. fue más allá de lo acostumbrado y utilizó la expresión nazi "Sieg Heil!", en referencia al collage que harán los aficionados del Barcelona en el Barça-Madrid de este domingo.

Pero Pedro J. no sólo nos 'deleitó' con esa referencia a la Alemania nazi, sino que luego afirmó que "Sieg Heil!" es una frase de uso común, sin connotación negativa. Algo un tanto aventurado, no sólo por lo que nos dice al respecto la historia (a la que Pedro J. es tan aficionado), sino también la ley: en Alemania, decir esta 'inocente' expresión está incluso penado con más de tres años de prisión. De manera que Pedro J. Ramírez primero tira la piedra y después pretende esconder la mano.

Para rematar la faena y defenderse de las críticas, días después Pedro J. Ramírez elaboró una teoría (poco original, todo hay que decirlo) sobre el afán uniformizador del nacionalismo y su perversa influencia en el deporte, en referencia, de nuevo, al Barcelona y el nacionalismo catalán. Claro que, como (gracias a algunos esforzados tuiteros) hemos podido constatar, Pedro J. no siempre ha pensado igual:


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Guillermo López es profesor titular de Periodismo en la Universitat de València

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