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La semana de Alberto Fabra ha sido intensa: asistió a la Conferencia de Presidentes en Madrid, de donde sacó bien poco y remodeló el grupo parlamentario degradando a los imputados

VALENCIA. El pasado martes se celebró, tras tres años de ausencia, la primera Conferencia de Presidentes autonómicos de la ‘era Rajoy'. Habían sido duros para el Consell, que vio como la Comunitat Valenciana volvía a ser maltratada en los Presupuestos Generales del Estado con una caída de la inversión de un 35% respecto al anterior ejercicio. El propio presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, declaró públicamente que las cuentas no eran de su agrado e incluso elevó sus críticas al mencionar que beneficiaban a "los de casi siempre".

Además, en el Debate de Política General celebrado días antes, pese a salir airoso de los envites de la oposición, no lanzó una propuesta reivindicativa que fuera apoyada por los otros grupos parlamentarios. La causa: el condicionamiento de la reforma del modelo de financiación al cumplimiento del déficit del Estado, una cláusula que la oposición se negó a aceptar.

Con estos antecedentes, era inevitable preguntarse cuál iba a ser el grado reivindicativo de Fabra en la cita de líderes autonómicos. Desde su entorno, se preparó el terreno: "La Conferencia de Presidentes no es el foro adecuado para debatir la reforma del modelo de financiación o los Presupuestos Generales del Estado", señalaron fuentes de Presidencia a este diario. Así pues, el presidente contendría sus protestas y reservaría la artillería pesada para la próxima reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF).

No obstante, con buen sentido estratégico, logró ‘colar' dentro del documento consensuado -con guante de seda, muchos matices y el apoyo de Ramón Luis Valcárcel- una mención a la necesidad de reformar el citado sistema de financiación autonómico. Un pequeño gesto testimonial que le permitió poner un parche al papel demasiado secundario que el jefe del Consell tiene de momento en Madrid.

EN VALENCIA, DECISIONES (POR FIN)

Además, la imputación de Rafael Blasco -poco antes se conoció la de Sonia Castedo y Luis Díaz Alperi- en el caso de cooperación hecha pública esta semana ha precipitado los movimientos en el grupo parlamentario ‘popular' de Les Corts. Como había acordado con Fabra, el portavoz dimitió de sus funciones y pasó a convertirse en diputado ‘raso'.

El relevo debía ser inmediato: los favoritos, el teniente de alcalde y concejal de Urbanismo de Valencia, Jorge Bellver; el exsecretario general del PPCV, Antonio Clemente, y la exconsellera Alicia de Miguel. Fabra escogió al primero por diversos motivos: simboliza renovación en Les Corts, debilita el núcleo duro de Rita Barberá, con quien no tiene buena sintonía, atrae a un dirigente con buen perfil al que poder promocionar para incluso aspirar al ayuntamiento en el futuro y, además, ‘ficha' a un responsable político con una pequeña ‘tropa' en la ciudad de Valencia, algo de lo que Fabra carece.

Un movimiento estratégico inteligente que no ha gustado a la alcaldesa. Este viernes, se confirmaba que Bellver y también Marta Torrado (que es diputada nacional y no tenía competencias pese a mantener el acta de edil) dejaban de ser concejales del consistorio para centrarse en sus otras funciones.

El mismo jueves, ya abierto el melón del grupo parlamentario, Fabra sacó a relucir la ‘mano de hierro' y ordenó retirar de los puestos de la dirección del PP en Les Corts a los diputados imputados. Así, Ricardo Costa, Vicente Rambla, David Serra y Angélica Such, que se encontraba en la Mesa de la institución, pasaron a ser diputados ‘rasos'.

El acta, como es conocido, pertenece a los diputados electos por lo que depende de ellos abandonarla o no, algo sobre lo que se pronunció este viernes el vicepresidente del Consell, José Císcar, preguntado por la continuidad de Blasco en Les Corts: "Si yo estuviera en las condiciones en las que está Blasco y con las actuales circunstancias, lo dejaría todo y me iría a mi casa".