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OPINIÓN

Salvar Pelayo no es salvar la pilota

EUGENIO VIÑAS. 26/06/2015

VALENCIA. Desde que el pasado miércoles 17 de junio ValenciaPlaza.com publicara en exclusiva que el gestor del trinquet de Pelayo, Arturo Tuzón, daba un ultimátum para su traspaso, el dueño del edificio (Jaime Amorós), el único interesado en su compra (José Luis López) y las administraciones local y autonómica han acelerado sus contactos dando lugar a una semana plagada de titulares, comunicados y, quizá, el inicio de una solución. Este mismo jueves, ocho días más tarde, Amorós aseguraba que López había mejorado su oferta para un alquiler que a lo largo de los años iría acercándose a sus pretensiones mensuales, ajeno al traspaso que Tuzón pide por la licencia que es en realidad lo que está en juego.

Pelayo es ‘la catedral' de la pilota valenciana, el recinto deportivo en pie más antiguo de Europa sin que su actividad haya cesado, casi siglo y medio de cultura, un lugar verdaderamente emblemático construido antes que cualquiera de las fincas que le rodea -y de ahí parte del conflicto-, marco de las finales más importantes de un deporte genuino y que ha sobrevivido como único trinquet en la ciudad, salvo el de la Universitat Politècnica. Es una parte, para algunos un músculo vital, pero está lejos de ser ‘el todo' de la pilota.

Es posible que la urgencia excuse el despiste, pero al inédito trasiego multicolor de concejales y diputados visto durante los últimos días por allí le ha faltado un discurso global sobre el estado de la pilota. ¿Queremos salvar Pelayo o queremos salvar la pilota? ¿Es la parte o es el todo? No cabe olvidar que las prisas llegan porque un particular marca sus propios tiempos, su lícito interés como propietario de la licencia y la necesidad de darle salida a modo de traspaso. Ni el propietario del trinquet tiene prisa por vender, tal y como ya aseguró a este diario digital, ni el mecenas interesado en rescatar Pelayo a su cuenta y riesgo contaba con una situación que, en términos de negociación, no está llamado a serle beneficioso.

Es más, se da por supuesto que, de no llegar a un acuerdo el propietario del trinquet y el interesado antes del 15 de julio, el ultimátum llevará a los Tuzón a abandonar la gestión sin contraprestación alguna. Ese es el horizonte que se propone. Y se da por supuesto que las instituciones no encontrarán, de otro modo, la vía legal a posteriori para hacer viable la recuperación de la actividad de Pelayo, quedando sepultado entre fincas para siempre, siendo una ruina personal para su propietario y ejerciendo de presión sobre todos los implicados que no lograron llegar a un acuerdo en tres semanas tras 147 años de actividad. Otra forma de verlo, la de Arturo Tuzón, es que ya ha sumado dos trimestres fuera del plazo que en su foro interno quería soportar (hasta el 31 de diciembre de 2014), pero la venta no era precisamente una tarea sencilla teniendo en cuenta el nivel de protección 2 del edificio que, por patrimonio, impide que se le pueda dar un uso distinto al de jugar partidas de pilota valenciana.

QUÉ ES DE LA PILOTA

Val Net es la empresa que gestiona el transcurso profesional del deporte. Todos los grandes jugadores, la élite, un número algo superior a los 30 entre los profesionales de escala i corda y de raspall, son asalariados suyos, además de algunos autónomos que por diferentes motivos funcionan de forma independiente (los menos). En sus 10 años de trayectoria los salarios que ha podido ofrecer, generando circuitos y profesionalizando definitivamente el deporte, solo han disminuido progresivamente. Fuentes consultadas aseguran que alguno de los grandes jugadores, al inicio de esta breve época dorada y reciente de la pilota, podían llegar a cobrar hasta 3.800 euros netos. Actualmente, tras las constantes rebajas salariales, lo más destacados en ningún caso alcanzan los 2.000 euros mensuales.

La pilota es profundamente dependiente de las ayudas públicas, algo que no tendría porque ser una barrera... excepto cuando estas, sin mayor motivo que la ausencia de recursos públicos, no llegan. Los números presentados ante los profesionales en torno a las pasadas Navidades de 2014 reflejaban unos ingresos que se dividen en tercios casi idénticos: la actividad propia de las partidas, desde las entradas hasta els marges que de las mismas se generan (porcentajes de las apuestas por juego); los patrocinadores que gestiona Val Net y las ayudas públicas. Con los patrocinios en caída libre y la ausencia de subvenciones (dos tercios de los tres tercios seriamente dañados), la pilota valenciana entró en colapso a finales del año pasado y fue el ya citado José Luis López, actual mecenas de este deporte, el que dio un préstamos personal sin intereses de 500.000 euros, como adelanto a cuenta y riesgo y a la espera de que las administraciones cumplan con lo adeudado.

De esto tan solo hace unos meses y la situación es compleja por numerosas razones. Una de ellas, que las subvenciones de las que se habla y por las que López ha avanzado tan abultada cifra no están firmadas en su totalidad, sino apalabradas en alguno de los casos según reflejan diferentes fuentes. Esas instituciones ahora tienen nuevos inquilinos y se desconoce el porcentaje de promesas, pero desde luego se da por hecho que ese dinero adelantado, el que debería soportar un año de actividad de pilota a la espera de la reacción de dichas administraciones, difícilmente se cubrirá con lo que figura como 'pendiente de cobro'. 

A la situación previa del caos económico, antes de que López pusiera la bombona de oxígeno del medio millón de euros -y ahora se involucra en la posible compra de Pelayo como figura privada única capaz de soportar un momento crítico para el deporte y sus profesionales-, le precedió la creación de un club de jugadores de raspall al sur de Valencia y Alicante, su área tradicional. Estos jugadores decidieron, sencillamente, incrementar el precio de las partidas para los trinqueters aportando el pequeño margen extra a la consolidación al citado club. Se busca, en definitiva, crear otro sistema de trabajo ya que las partidas siguen surgiendo. Los trinqueters se negaron y se vivió durante algunos meses, en el pasado final de 2014, un ambiente enrarecido entre los jugadores profesionales, los propietarios de los trinquets y la propia gestora Val Net. Hace meses que parecen haberse reconducido, especialmente saneados por la inyección de López, pero todavía siguen los 'bandos' en estado de máxima alerta por la situación del entorno profesional deportivo.

Y es que la historia reciente de la pilota ha estado llena de sinsabores y desatinos, infortunio y, a veces, algo de mala suerte por parte de sus gestores. En 2002 se inician las obras de la Ciutat de la Pilota de Moncada. Este lugar, desconectado -aunque esa no fue la promesa política-, se terminó de medio construir en 2010, aunque la actividad fue aparenciendo algo antes. Sigue sin terminarse, ya que nada hay de la residencia para profesionales y otras instalaciones previstas en el proyecto. Ha acaparado grandes finales, de hecho para algunos aficionados "se las ha robado a Pelayo", pero no solo era una usurpación gratuita de la administración, sino el inicio de un cambio de paradigma frustrado.

LA ACTUALIZACIÓN FRUSTRADA

Durante un tiempo prolongado, la administración invirtió importantes recursos en estudiar como hacer televisivo el deporte. Así llegó el color azul a las paredes y las grandes cristaleras. La inversión del edificio se reflejó durante un breve pero intenso espacio de tiempo en las retransmisiones de la extinta Canal 9. Se llegaron a tener 12 cámaras y, ciertamente, se empezó a apreciar la velocidad del juego y su espectacularidad. No ayudaba, dicen, que la televisión cambiara de realizador a menudo sin tener especial cariño por el impulso que desde el gobierno de Francisco Camps se había decidido dar. El interés político, con Serafín Castellano y Alfonso Rus en una particular batalla (Generalitat vs. Diputación de Valencia), ya lo abordamos hace ahora algo más de dos años en este artículo dentro de la serie 'Así funciona el negocio de la pilota'.

No duraron mucho aquellas retransmisiones iniciadas en 2008, pero eran las primeras piedras de algo que la pilota valenciana reclamaba: visibilidad, actualización y modernidad en las formas. La falta de conocimiento de la sociedad del deporte es y sigue siendo la principal barrera y los recursos audiovisuales eran una parte complementaria clave a la función de la Federación de Pilota Valenciana, otra de las patas. Ésta gestiona todo el deporte, excepto el lado profesional. Los programas de Pilota a l'Escola y los jóvenes canteranos surgidos del Centre d'Especialització de Pilota Valenciana de la Generalitat (CESPIVA), con varios becados cada año, quedaban desprovistos de un impacto en medios y de una comunicación que, además de la tele, nunca se ha logrado convertir en algo lo suficientemente masivo como para que la situación con Val Net o con Pelayo no haya llegado al punto actual. 

Llegó la intención de hacer los trinquets azules (Guadassuar, Sagunt y Genovés, este último repintado finalmente de blanco). Llegaron las pelotas blancas, que no gustaban prácticamente a ningún jugador, aunque ahora se sienten también cómodos en una instalación tan moderna como la de Moncada. Se habló, incluso, de pintar Pelayo de azul. La intención era espectacularizar y modernizar el deporte, actualizarlo a una nueva realidad y conectarlo con el trabajo que se estaba haciendo en las escuelas. Pero todas estas áreas funcionaron de forma disfuncional y convivieron con grandes esponsors que prometieron mucho dinero y apenas pagaron algo (una promotora de viviendas, por ejemplo). La pilota trató de reinventarse y de impulsarse en una década, la última, que le pilló con el pie cambiado. Fue la crisis, de nuevo.

Y esas son solo algunas trazas de realidad en el mundo de la pilota valenciana actual. La influencia de los políticos, incluida la tensión ya relatada por los medios de que el gran campeón Álvaro, amigo personal de Castellano, sea el que gestione con su equipo el CESPIVA, es alargada, pero por el momento no ha servido para generar un estadio de profesionalización estable, mesurado, sostenible. No pocos son los que ven en la venta del trinquet de Pelayo en una oportunidad para hacerse valer, para volver a estar en el debate público. Será difícil con los recursos de que se dispone. Es, precisamente, el momento para reinvindicar a las instituciones que han hecho acto de presencia en 'la catedral' algo más que una foto y una solución de teletipo para este centro. Hay que tener en cuenta el trabajo realizado en las escuelas durante años, el centro del alto rendimiento, la vigencia y la juventud de alguno de los mejores actuales jugadores, la amplitud de miras territorial del deporte, el pacto de no agresión y protección entre escala i corda y raspall, las necesidades acuciantes de los trinqueters que se han convertido a su forma y según el caso en mecenas del deporte, la repercusión de una 'nacionalización' del estadio de Pelayo, la finalización y puesta en valor de la Ciutat de la Pilota y, sobre todo, la creación de sistemas de comunicación del deporte que lo conviertan dualmente atractivo: atractivo para los valencianos, grandes desconocedores de una cultura tan genuina que engancha, y atractivo para los patrocinadores, porque solo en un ecosistema de garantías, muy alejado de la actual situación con Pelayo, algo que la Generalitat Valenciana por ejemplo tiene capacidad de ofrecer con sus recursos, las grandes marcas pueden entrar a participar y a regenerar la pilota. Regeneración o extinción. Es una cuestión de tiempo, hacia la luz o hacia el olvido.

Salvem Pelayo, sí, pero salvem la pilota valenciana sobre todo.

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