X AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar Más información
GRUPO PLAZA
LA SORPRESA DE LOS RESULTADOS

24M: no es sólo una derrota

VALENCIAPLAZA.COM. 26/05/2015

LA OPINIÓN PUBLICADA

Guillermo López García

Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València
Artículos anteriores

Comparte esta noticia



VALENCIA. Las elecciones del domingo supusieron, sin duda, una sorpresa. O varias sorpresas, más bien. En primer lugar, pudimos constatar que la esperada caída del Partido Popular tenía una profundidad mucho mayor de lo esperado. Este partido no sólo pierde la Generalitat (que, según muchas encuestas, aún estaba en juego): pierde casi todas las alcaldías importantes, entre ellas las tres capitales de provincia, y -muy probablemente- las diputaciones provinciales de Valencia y Alicante; tal vez incluso la de Castellón.

En resumen: no es sólo un relevo en la presidencia de la Generalitat, sino el fin de la hegemonía que los conservadores han ostentado en el último cuarto de siglo. Las encuestas, una vez más, se equivocaron; lo cual tiene mérito, teniendo en cuenta cuántas se hicieron, y cuán variados fueron sus pronósticos.

En el haber del PP, queda la despedida del presidente Alberto Fabra. Una comparecencia elegante y con juego limpio, en la que Fabra asumió el relevo y felicitó a quienes le sucederán. Una actitud que le honra, que habla bien de él en uno de esos momentos que marcan una carrera política, y que contrasta vivamente con la de otros dirigentes de su partido, más concretamente Rita Barberá y su actitud absurdamente beligerante.

La principal sorpresa electoral, y el factor más importante para explicar el clamoroso fracaso demoscópico, fue la enorme fortaleza de Compromís, tanto en las elecciones autonómicas como en las municipales. La coalición liderada por Mónica Oltra se convierte, por méritos propios, en un actor político de peso similar al tradicional bipartidismo de PP y PSPV, y de hecho es muy probable que el previsible pacto con el PSPV se dé en condiciones de igualdad (en el reparto de poder), por más que el PSPV -también probablemente- logre retener la presidencia de la Generalitat.

Son varios los factores que ayudan a explicar el éxito de Compromís, pero querría destacar tres. En primer lugar, su sólida implantación municipal, que viene de muy atrás (tiene sus orígenes en el Bloc y su ya larga trayectoria), y que ha funcionado como base a partir de la cual trabajar y darse a conocer ante los ciudadanos en entornos muy diferentes. En segundo lugar, la figura de Mónica Oltra, crucial no sólo para ganar visibilidad pública, sino para acceder a sectores de población tradicionalmente reticentes a votar a una coalición cuyo núcleo es un partido nacionalista.

Por último, y es un factor totalmente vinculado, a su vez, con los anteriores, está el carácter de Compromís como partido valenciano, que no ha de remitirse, en determinadas circunstancias, a una instancia superior (es decir, a "Madrid"). Porque la crisis de gobierno de la última legislatura del PP no sólo ha sido económica o política, sino también identitaria. Los valencianos han tenido que soportar una retahíla de críticas y visiones negativas, emanadas desde los medios nacionales y desde la propia sociedad española, que responsabilizaban sistemáticamente a los ciudadanos de los desmanes cometidos por su Gobierno.

Con ello, uno de los principales activos electorales del PP, su capacidad para arrogarse la representación no sólo de los valencianos, sino de "lo valenciano", quedó pulverizado. Y para algunos ciudadanos, tal vez para muchos, Compromís pasó a ser la alternativa más atractiva, también en el plano identitario.

Todo ello, y posiblemente otros factores de similar importancia (el trabajo de sus dirigentes y militantes, una campaña electoral moderna y acertada, etc.), nos ayuda a entender un resultado que no pronosticó ninguna encuesta. Un resultado excelente, que permitirá a Compromís gobernar la capital, Valencia, y muchos otros municipios, y que además le da un peso enorme en el gobierno autonómico. Aunque, en mi opinión, sea insuficiente para obtener la presidencia, a pesar de que Mónica Oltra (con toda legitimidad) se postule como alternativa a Ximo Puig.

Compromís y el PSPV están condenados a entenderse. Ambos se necesitan mutuamente. Y el acceso a la alcaldía de los ya mencionados municipios, por parte de Compromís, implicará como una contraprestación lógica que la coalición ceda la presidencia al PSPV, dado que este último partido cuenta con mejores resultados (aunque sea sólo por cuatro escaños) y con la posibilidad de pactar con formaciones alternativas (fundamentalmente Ciudadanos).

El PSPV, como el PSOE en toda España, consiguió un mal resultado (el peor de su historia) si lo comparamos con comicios anteriores. Pero un buen resultado, de contención de daños, si leemos estos datos en el contexto político actual, mucho más disgregado entre varias opciones políticas, y en términos del poder efectivo que podrá gestionar el PSPV a partir de estos resultados: muchos más ayuntamientos que en 2011, más importantes, y el gobierno de la Generalitat.

Los partidos nuevos han entrado con fuerza en las Cortes (y, en líneas generales, también en los municipios en los que se han presentado); pero tampoco han alcanzado las cotas que indicaban la mayoría de los sondeos. Esto es debido, por una parte, a los magníficos resultados de Compromís, que ha desinflado un poco los resultados de Podemos (ha ocurrido justo lo contrario de lo que los sondeos pronosticaban, esto es: que Podemos dejaría a Compromís en un segundo plano). Y, por otra parte, a que por ahora, en estas elecciones (no sólo en la Comunidad Valenciana), Ciudadanos y Podemos no han logrado igualar al bipartidismo, aunque lo hayan erosionado. En realidad, ambos se han constituido en una especie de "versión mejorada" de las alternativas clásicas (UPyD y EUPV), que han sido barridas del escenario político (UPyD) o han quedado muy debilitadas (EUPV).

Se abre ahora, como es evidente, un escenario de incertidumbre, como siempre que se producen cambios, y sobre todo si se producen tras veinte años de gobiernos sucesivos de un mismo partido. Quién pactará con quién, y en qué condiciones, y qué se encontrarán al llegar a la Generalitat o al ayuntamiento de Valencia (de entrada, una situación económica dramática). Qué harán en el gobierno, qué iniciativas serán capaces de sacar adelante en condiciones muy difíciles.

Y también qué hará el PP, en qué medida será capaz de renovarse tras una derrota tan total que prácticamente no ha salvado la cara de ninguno de sus dirigentes. Todo ello en un contexto que, en los próximos meses, va a ofrecer un margen de maniobra aún menor, con un gobierno hostil en La Moncloa y a la espera de las Elecciones Generales de noviembre. De todos estos factores depende que la derrota del PP sea un hecho anecdótico, reversible en cuatro años, o el inicio de una hegemonía de los partidos de izquierda que pueda prolongarse a lo largo de varias legislaturas. Porque las hegemonías rara vez aparecen de la noche a la mañana (ni Barberá ni Zaplana accedieron al poder con mayoría absoluta, sin ir más lejos); pero tampoco se construyen solas, sin que los partidos pongan de su parte trabajo e inteligencia política.

LA OPINIÓN PUBLICADA

Guillermo López García

Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València
Artículos anteriores

Comparte esta noticia

comentarios

Actualmente no hay comentarios para esta noticia.

Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.

Escribe un comentario

Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.

publicidad