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DEUDA, ERE Y CONCURSO DE ACREEDORES

Alberto Catalá y el incendio final de la 'ruta de la seda' valenciana

A. MOHORTE. 16/05/2014 El hombre que fue presidente de Feria Valencia durante 14 años ha vivido el auge y la caída de una forma de entender la economía que ha terminado por arrastrar a su empresa

VALENCIA. La declaración de concurso de acreedores por parte de la empresa de confección de sedas de Alberto Catalá, Rafael Catalá SA, es un paso más en el descenso de quien fuera presidente de Feria Valencia durante los 14 años del crecimiento y explosión de la burbuja económica valenciana.

Cuando el pasado mes de noviembre Catalá anunció su retirada de la presidencia de la institución para dedicarse a su propia empresas, más de un patrono reconoció que era una causa más que justificada. Los tiempos habían cambiado.

Corría la década de los 90 cuando Alberto Catalá, un empresario familiar que contaba con unas buenas relaciones patronales y el respaldo de la nueva generación de políticos que había accedido al poder tras la victoria del Partido Popular, decidió recabar apoyos para dar el salto desde la presidencia de la feria Textil Hogar hasta la presidencia del complejo ferial.

Tenía su propia idea de hacia dónde tenía que dirigirse la entidad y al acceder al cargo en 1999 inició un proceso de transformación en la institución muy en el signo de los tiempos... de aquellos tiempos.

Animado por las facilidades de financiación y el respaldo tanto del Ayuntamiento de Rita Barberá como de la Generalitat de Eduardo Zaplana, se embarcó en el proyecto de convertir a la Feria de Muestras de Valencia en la de mayor superficie de España y en una de las mayores de Europa.

FUELLE PARA LA BURBUJA

La construcción ya escalaba posiciones en el PIB autonómico y el turismo ejercía su condición de primera industria valenciana, pero sectores como el del textil, el mueble o el juguete empezaban a mostrar signos de agotamiento, generando un fenómeno con denominación propia: "la crisis de los sectores tradicionales".

En el caso de la empresa de Catalá, esta se estaba librando en parte de los males de sus compañeros de actividad gracias a la labor de su presidente como a su especialización en sedas de alta calidad, su prestigio y alto al mercado internacional.

No en vano, había sido Rafael Catalá SA la que había llegado a confeccionar las telas que vistieron el dormitorio de los Kennedy en la Casa Blanca en los años 60, del mismo modo que a finales del siglo tejieron la seda de los vestidos de novia de la infanta Elena o, más tarde, de la princesa Letizia.

Esta situación animó al empresario a embarcarse en una renovación en la empresa que comandaba y que le llevó a abandonar su veterana fábrica en la localidad de Paiporta para instalarse en unas nuevas instalaciones en el polígono industrial de Albuixech.

La operación era costosa, pero corría el año 2003, la burbuja de la economía valenciana crecía a marchas forzadas y pocos estaban dispuestos a escuchar las señales de alarma que encendían algunos expertos sobre los riesgos que estaban asumiendo las cajas valencianas, Bancaja y la CAM.

LA FERIA MÁS GRANDE DE ESPAÑA

Para entonces, como presidente de Feria Valencia, y haciendo tándem con la que más tarde sería consellera de Industria, Belén Juste, la transformación del recinto ferial ya estaba en marcha. La demanda de los expositores era alta y los certámenes funcionaban, generándose nuevas citas y nuevas oportunidades de negocio.

Esta situación justificó para el equipo de Catalá la gran ampliación acometida entre los años 2000 y 2006, que significó la construcción de cinco pabellones nuevos y un centro de eventos, emblema de lo que tenía que ser la nueva feria, en cuya construcción participaron buena parte de las empresas valencianas entonces en alza, hoy arruinadas. Sin embargo, la institución no pudo superar un ejercicio bienal completo sin enfrentarse a la crisis.

Progresivamente, los ingresos fueron menguando, los nuevo pabellones permanecían vacíos cada vez más tiempos y sobre las cuentas de Feria Valencia pesaba una deuda de 572 millones de euros. Ya en 2011, la entidad tuvo que afrontar que los malos datos no eran pasajeros y tomar medidas de ajuste sobre el personal.

ERES Y AJUSTES EN CADENA

La empresa tuvo que prescindir de 106 de sus 320 trabajadores a través de un expediente de regulación de empleo (ERE) que sólo un año más tarde se demostró insuficiente. A partir de ese momento, la patronal asume el mando en Feria Valencia e impone al secretario general de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV), Enrique Soto, como director general.

Recién llegado, aplica un recorte de los costes laborales de un 20%, que en la dirección alcanzaron el 58%, y plantea un proyecto de reestructuración integral de la entidad. Alberto Catalá permanece durante este tiempo en su cargo, aunque cada vez más cuestionado.

La situación de su propia empresa también se complica y comienza a ser cada vez más difícil cumplir con las obligaciones. En vísperas de un nuevo ERE en Feria, Catalá deja el cargo; a los cuatro meses, el juez Castro le cita como testigo en sus investigaciones por el caso Nóos y, ya en mayo, se anuncia la suspensión de pagos de su empresa después de casi 240 años de historia familiar y su paso con huella propia por los años del auge y la caída de una forma de entender la empresa y la economía valenciana.

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1 comentario

16/05/2014 10:36

Buenos días: este empresario no es el caso "tipico" de tener cimientos de barro en sus sociedad todo lo contrario.Nada se le puede echar en cara por aprovechar las oportunidades que se le ofrecian con un nuevo gobierno afin a sus ideas. Quizas abandono parte del trabajo en su empresa por potenciar la Feria de Valencia.Dira alguno "pero saco algún provecho" no se cual habrá sido pero para un empresario y a su edad no le debe ser muy agradable hallarse en esta situación.-Demasiadas empresas familiares que nada tenian que ver con la burbuja inmobiliaria se ha ido al traste y con ello el tejido industrial de Valencia.- Atte Alejandro Pillado Marbella 2014

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