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OPINIÓN / 'LAS DOS CARAS DE LA MONEDA'

Mitos e infundios sobre la inestabilidad económica de los gobiernos de coalición

MANUEL ILLUECA. 11/05/2014

LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

Manuel Illueca

Profesor en la Universitat Jaume I de Castellón e investigador del IVIE
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No se trata solo de aprobar más medidas dolorosas. Lo fundamental es generar un marco institucional estable, promover unas reglas de juego aceptables para todos y alcanzar un acuerdo social válido para una generación

VALENCIA. La profundidad de la crisis económica actual y el hartazgo social hacia la praxis política han generado cambios profundos en la intención de voto de los españoles. Lejos queda el escenario anterior a 2008, cuando el Partido Socialista y el Partido Popular se repartían el 85% del electorado. Hoy por hoy, las encuestas sitúan este porcentaje en torno al 60% de los votos emitidos, abocando a la política española a una nueva situación en la cual las coaliciones de múltiples partidos serán imprescindibles para formar gobierno en los tres niveles de la administración.

Muchos temen que la entrada en el gobierno de los partidos minoritarios podría generar cambios en las políticas económicas actuales e introducir mayor inestabilidad económica. Básicamente los detractores de los gobiernos de coalición apuntan dos argumentos fundamentales en este sentido: a) Los partidos minoritarios carecen de experiencia de gobierno y tienen posturas radicales en cuestiones económicas clave, como la política fiscal, el mercado de trabajo o la educación pública; y b) ante la imposibilidad de alcanzar amplios acuerdos programáticos con los partidos moderados, su participación en el gobierno tiende a generar parálisis política.

Sin embargo, la evidencia empírica no parece confirmar estos temores. Un libro reciente de Irfan Noorrudin, publicado en 2013 por Cambridge University Press (Coalition Politics and Economic Development: Credibility and the Strength of Weak Governments), analiza específicamente el efecto de los gobiernos de coalición sobre la volatilidad de la tasa de crecimiento del PIB.

El autor hace los deberes convenientemente: utiliza una muestra amplia de países con información disponible para el periodo 1960-2004, distingue distintas ventanas para estimar la varianza incondicional de la tasa de crecimiento del PIB (para todo el periodo, cada 5 y cada 10 años), presenta una medida de volatilidad alternativa a la varianza que controla por la trayectoria reciente de la economía, y desarrolla distintos ejercicios que mitigan los problemas de endogeneidad propios de este tipo de estudios.

Los resultados son concluyentes. La existencia de gobiernos en coalición disminuye significativamente la volatilidad de la tasa de crecimiento del PIB, en todas las medidas consideradas, para todo el periodo analizado y tomando diferencias por ventanas de estimación. Es más, un análisis adicional desarrollado con micro datos a nivel de empresa confirma que, con gobiernos de coalición, las empresas tienden a invertir más en equipos y establecimientos comerciales.

Además, aumenta el ahorro doméstico y la inversión extranjera. Los resultados son robustos a la introducción de variables de control tanto de naturaleza política (calidad de las instituciones, e inestabilidad política), como de naturaleza económica (grado de apertura al comercio internacional, variables macroeconómicas fundamentales, y características del sistema financiero).

¿Qué razones proporciona el autor para explicar estos sorprendentes resultados? Noorrudin se centra en el papel del Estado como generador de las condiciones necesarias para estimular la inversión y la creación de empresas. Desde su punto de vista, la clave no estriba únicamente en aprobar las medidas económicas necesarias para evitar las crisis económicas, sino fundamentalmente en garantizar al inversor que las medidas adoptadas no serán revocadas al cabo de unos pocos años por un nuevo gobierno.

No se trata de buscar un liderazgo fuerte, respaldado por una oligarquía de élites "inclusivas", que apruebe medidas efectivas pero, al mismo tiempo, dolorosas, con una cierta dosis de determinación y entusiasmo político. Lo fundamental es generar un marco institucional estable, y promover unas reglas de juego aceptables para el conjunto de la ciudadanía. Lo imprescindible en definitiva es alcanzar un acuerdo social estable para una generación.

En opinión del autor, la credibilidad a largo plazo de las políticas económicas es mayor si son aprobadas por un gobierno de coalición que refleje las distintas sensibilidades sociales. Los cambios de criterio son menos frecuentes si la autoridad para legislar es compartida por distintos partidos políticos que responden ante distintos colectivos sociales.

Puesto que el gobierno responde ante electores con intereses distintos, los partidos más alejados del centro tienden a moderar sus planteamientos para facilitar el acuerdo programático. Los pactos son más difíciles de alcanzar pero, una vez alcanzados, son más difíciles de revertir. Y de hecho, la evidencia empírica confirma que los gobiernos de coalición impulsan la estabilidad macroeconómica y no lo contrario.

Buena prueba de ello es lo acontecido en España en los últimos años. Es cierto que, hasta la crisis de los años 10, España había vivido una etapa de estabilidad económica sin precedentes, con una sucesión de gobiernos fundamentalmente monocolor. Y es cierto que, en general, las instituciones económicas han gozado de una gran estabilidad. Pero ello ha sido posible gracias al acuerdo -con matices- entre los dos grandes partidos acerca de las políticas económicas fundamentales: defensa del estado del bienestar y modernización de la economía mediante políticas de oferta, liberalización e incremento de la competencia.

Piensen sin embargo, en otro tipo de políticas en las cuales los dos principales partidos españoles tienen visiones contrapuestas. En educación, por ejemplo, asistimos a un continuo vaivén de reformas que imposibilitan la creación de un marco estable para la formación integral de los ciudadanos. Un gobierno de coalición abriría una ventana de oportunidad para alcanzar un acuerdo satisfactorio para el conjunto de la sociedad, sobre unos principios básicos aceptados por todos.

En definitiva, conviene dejar de lado los mitos infundados sobre el teórico desastre que acompaña a los gobiernos de coalición. Primero, conviene recordar que la fragmentación del electorado se debe a la ineficacia de los propios gobiernos monocolor para gestionar la crisis y, en general, para regenerar la vida política española. Y segundo, cabe señalar que la evidencia empírica disponible a nivel internacional no permite concluir que los gobiernos de coalición generen inestabilidad económica.

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Manuel Illueca

Profesor en la Universitat Jaume I de Castellón e investigador del IVIE
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1 comentario

claramunt escribió
11/05/2014 11:59

Benvinguda l'anàlisi: més quan des d'ací i allí s'amenaça amb les plagues d'Egipte contra les possibles coalicions. És lamentable que mitjans de comunicació i persones responsables i amb estudis es dediquen a combatre les idees que no els agraden amb estratègies tan barroeres i tan inconsistents. Les coalicions de govern en efecte, s'equilibren i són més eficaces, estableixen mecanismes de fiscalització interna i representen millor l'electorat que el vell "turno" de la segona restauració.

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