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VALENCIA. Paco Roca, premio nacional del cómic, galáctico de la ilustración, tendrá una calle en Valencia más pronto que tarde por su condición de auténtico tifón artístico. O debería. Mientras usted lee esto es posible que a Roca -que además de todo es un hombre con una grave carencia de divismo- le estén entrevistando en varios sitios a la vez. Porque a Paco Roca lo entrevistan mucho, "hasta salir en la revista Pronto o la revista Mia".

El barrio de Paco fue el de Patraix, un microcosmos donde tal vez comenzó a despuntar su universo. "Era un buen lugar para jugar, con descampados en los que jugar partidos de fútbol interminables, y un buen lugar para explorar, con huertas muy cercanas", cuenta. Y el patio trasero de su niñez lo encontró en el circuito de bicis de los jardines de Viveros. "Me he pasado muchos domingos allí metido". Rodando y rodando, probando la resistencia de las tardes.

Hace dos telediarios, MacDiego, que comisarió su exposición-apoteosis en el MuVIM (un poco más y la prolongan hasta 2015), señalaba aquí al lado que "lo que está pasando con Paco Roca es excepcional y merecido".

Por eso, porque acabará teniendo una calle en la ciudad y porque es parte de ella, preguntarle por sus lugares espléndidos de Valencia tiene un valor añadido. En el tour que nos esboza hay una marca común: todos son lugares donde se celebra la importancia de estar reunidos; la virtud del contagio social. 

- Empezamos en el teatro de marionetas La Estrella. Tiene dos salas en la ciudad (la del Cabanyal y la Petxina), y son producto de la pasión -qué importa si racional o no- de Gabriel Fariza y Maite Miralles (e hijos) por levantar templos donde dar vida a títeres. Desde 1978, cuando fundaron su compañía, han rodado con más de 2000 representaciones por medio mundo, al estilo de los artistas nómadas. Valencia es su "sede central", aunque acaban de reconvertir una masía en Alcalá de la Selva (Teruel) para las actuaciones de verano. A Paco Roca le gusta pasarse por la sala del Cabanyal porque "es un lugar mágico". La atmósfera algo más que acogedora hace que cuando comience la función se desborde un sentimiento científicamente inexplicable.

- Roca propone seguir en el Cabanyal y poner pie en Casa Montaña, la taberna centenaria -de 1836 a adelante- que Emiliano García Domeme pilló en 1994 para relanzarla como casi casi un tabernáculo. Emiliano suele hablar del "factor humano", y esa quizá es una de las diferencias, que se cuela por la taberna, la mesa redonda, la bodega, la sala de barricas y la sala de catas. La ofensiva gastronómica se arma de anchoas, croquetas de bacalao, clóchinas, michirones y mucho vino. "Me gusta comer bien, pero para mí el acto de comer tiene mucho de social y Montaña es un lugar idóneo para las tertulias con amigos", reflexiona Roca. Las tertulias están tan adheridas a Casa Montaña que periódicamente Emiliano las convoca. Las dos las últimas levaban el título 'Humor y Gastronomía', y ‘La administración pública local, reflexiones en torno a su oportunidad y necesidad' (toma ya). Un porcentaje de Valencia se hace aquí.

- Y para acabar, epílogo a la tarde bajo el olivo de Café Lisboa, en la plaza del Doctor Collado. "El punto perfecto para tomarse algo con el sol invernal o a la sombra veraniega", resume nuestro protagonista. El 98% de perfiles sobre este lugar terminan señalando que es un garito "bohemio" (como si eso fuese bueno), pero sobre todo lo que es, rozándole la espalda a la Lonja, es punto de reunión. Su potencia radica en que convierte la ciudad en un pueblo, cuya mayor preocupación pasa a ser departir de la vida con los tuyos. Y a otra cosa.

Éste es, más o menos, el tour perfecto para Paco Roca, integrado por templos espléndidos que dibujan su Valencia. O al revés, a estas alturas ya no sé.