Comparte esta noticia

• Tweet
• meneame

Otras noticias

• Heródoto, el clásico que nos enseñó a entender al otro
• Nolan, interesado en un remake ‘humano' de Akira
• Las óperas de Palermo y Montecarlo se suman al festival del Mediterráneo

VALENCIA. Le preguntamos a Mónica Oltra cuál sería su paseo ideal por la Valencia que mejores sensaciones le proporciona, y nos propone un trayecto que no cabe ni serigrafiado sobre su camiseta. Porque se extiende como lo ha hecho ella sobre el parlamentarismo valenciano: a brotes y rompiendo costuras.

En uno de estos días de calor la ruta comenzaría en la Devesa de El Saler, que a Oltra le recuerda a su infancia, cuando comía en la Devesa y no en la playa para evitar que el bocata se le llenara de una mayoría absoluta de arena. El entorno, dice, "facilita poder perderse y reencontrarse" una y otra vez, pero sobre todo, "es un lugar especial en mi relación de pareja, aunque eso ya me lo guardo para mi". Y se lo guarda.

La política más mediática de las que ha dado el reino en la última hornada vivió su primera Valencia con ojos germánicos. "Cuando todavía vivía en Alemania veníamos todos los veranos al barrio de la Fuensanta, donde acabé viviendo y donde ahora pertenezco a una falla. Me gusta por cómo está concebido, con pocas alturas, espacios verdes en medio", señala antes de aprovechar para colarnos un espacio de oposición: "se trata de esos barrios periféricos que desgraciadamente la alcaldesa lleva años abandonando porque no forman parte de la Valencia de expansión chic".

Si se tiene que poner una camiseta, se pone la del Carmen: "lo tengo en el corazón y vivió allí por elección propia; no me une ninguna vinculación familiar". Mónica Oltra, que tiene en la impulsividad a su mejor asesor, a veces siente que es como el mismísimo barrio: "su estructura no es geométrica, ni ordenada, es caótica, y en ocasiones me veo reflejada". Y en esas le lanza otra lisonja: "una de las mejores cosas es que puedes ir de un lado a otro por muchos caminos. Me gusta que no sea siempre la línea recta el mismo camino, sino que a veces haya que caminar por sendas desordenadas para llegar al mismo lugar". Tomen nota.

En el Carmen bajaba las escaleras para entrar al Capsa, el garito de la calle San Ramón; iba a la Marxa; y se tomaba el agua de Valencia en el patio fresco del Covarrubias. Los recita desde la melancolía. "Ahora la vida nocturna, entre el cargo público y la maternidad, se limita bastante...". Por eso es más fácil encontrarla en la librería Astral, donde la calle Quart más bulliciosa. "Parece mentira que entre tanto movimiento puedas entrar en esta librería y te adentres en un espacio de armonía".

La Astral, un lugar con hordas de fieles, lleva más de 20 años abierta; fue pionera en la venta de libros sobre yoga y meditación. Lourdes, su propietaria, nos enseña los dos bestsellers del momento: 'Proceso de la presencia' y 'Ho'oponopono', un libro de filosofía hawaiiana sobre el perdón. Y define así su establecimiento: "es una ventana para vivir de una manera más independiente a nivel espiritual y psicológico". Mónica Oltra lo confirma: "cuando entras te encuentras inmerso en un espacio de paz. Llevo muchos años viniendo aquí".