VALENCIA. Nació sonriendo. Sus ojos brillan cuando habla de sus héroes, especialmente de su padre. Sólo le ha costado cuarenta años decirle que le quería y dice que fue una de las decisiones más bonitas de su vida. Tiene dos hijas, un marido, una casa con patio, dos perros, un conejo, un gato, una tortuga y un montón de reconocimientos. Finalista del Nadal con ‘Algo tan parecido al amor' y del Planeta con ‘El tiempo mientras tanto', los premios se llevan bien con ella.
No en vano se dio a conocer con el Ateneo Joven de Sevilla por ‘Para que nada se pierda'. En su última novela, ‘El rayo dormido', uno de sus personajes formó parte de la Nueve, la compañía de voluntarios españoles que lucharon contra los nazis en la II Guerra Mundial, héroes olvidados, semidesconocidos, personas sencillas como los héroes de su vida: su padre, su madre, su marido...
-El amor es el protagonista de todos sus libros. Carnal, romántico, trágico... ¿El amor y el desamor son el motor del mundo? ¿De su mundo?
-El amor es el motor del mundo, por supuesto. Del amor depende todo lo demás: el odio, la venganza, el deseo de ser mejor, el deseo a secas... Está el amor y luego todo lo demás.
-¿Cuántas veces se puede amar en una vida? ¿Y desamar?
-Muchas. Infinitas, especialmente en el desamor, que es más permanente, deja incluso más huella. Los expertos en comportamientos amorosos, como Helen Fisher, dicen que el amor tiene tres fases: impulso sexual indiscriminado, atracción sexual selectiva y apego o cariño. El primero puede durar toda la vida. El segundo, es inusualmente largo en el ser humano con respecto a otros animales y dura como mucho dieciocho meses, y el tercero... pues evoluciona con quien lo siente y también puede ser largo o eterno o corto. Y a partir de ahí...
-¿Y qué es el amor?
-Un asteroide: el 1221 (risas). Es más: es un grupo de asteroides que tienen una medida determinada y que se acercan a la órbita de la tierra sin llegar a atravesarla. Es verdad. El amor es eso y es también el modo en el que la humanidad y todas las especies que forman el mundo han podido sobrevivir. Y es la respuesta química del organismo a unos determinados estímulos. Y, además, es la fuerza que mueve el mundo. Es muchas cosas, como ve.
-‘El rayo dormido' es su última novela. ¿Tiene algo en el horno?
-Sí, estoy a punto de terminar una novela que se titula ‘Dame la mano'. Trata sobre una amiga argentina, una de mis amigas más queridas, que se quedó viuda de la noche a la mañana, prácticamente, con dos hijas y sin nadie aquí. Trata sobre cómo sobrevivimos nos toque lo que nos toque vivir y sobre la necesidad de comunicarnos con el mundo.
-¿Qué es lo que le atrajo de la historia?
-Era una historia que me llegó. Esta amiga hizo una cosa muy bonita. Como tenía acceso al perfil de Facebook de su marido, durante un tiempo comentaba las cosas que le sucedían empleando la ‘voz' de su marido. Así, por ejemplo, describía el funeral desde el punto de vista del fallecido. Compartir, escribir, es una forma de liberar el dolor.
-Es una manera de exorcizarlo.
-Sí. Hay un momento en el libro de Millás ‘El mundo' que me encanta, cuando cuenta como su padre está inventando un producto que abre la herida y en el momento la cauteriza. Y Millás dice: ‘En ese momento comprendí porque quería ser escritor; porque escribir abre la herida y en el momento la cauteriza'.
-¿Dónde está la felicidad?
-La felicidad está en lo que forma parte de uno, que no viene de fuera. A mí me hace feliz meterme en la piscina de plástico del patio con mis hijas y mi marido, ver una peli juntos, tener conversaciones con Carmen, mi hija mayor, sobre cómo ve ella el mundo... No lo puedo describir, pero a veces miro a mis hijas y mi marido y, joder, es que siento la felicidad dentro del pecho como si fuera algo físico, como si estuviera dentro, como si en una radiografía pudieran verse los dos pulmones, el corazón y la felicidad.
-Trabaja, madre de dos niñas y escribe novelas y ensayos. ¿Superwoman o insensata?
-Ni una cosa ni la otra. Trabajo mucho pero tengo mucha ayuda y poco a poco he aprendido a ser más organizada, a dividir el tiempo y, sobre todo, a disfrutar de lo que hago en el momento que lo estoy haciendo. Cuando nació Carmen, mi hija mayor, me agobiaba mucho porque estaba tan cansada que me decía: ¿cómo voy a escribir un libro si no soy capaz ni de leer uno? Venía de ser finalista del Nadal, de una actividad muy intensa y, de repente, me parecía que mi vida personal no es que se hubiera parado... ¡es que estaba muerta! Pero un día me dije: "Mira es verdad que no estás escribiendo, pero tu hija sólo va a tener este día una vez en la vida, así que más te vale disfrutarlo". Y eso hice, dejé pasar el tiempo con el convencimiento de que lo que me había dicho Alicia Giménez Barlett, que vivir también era escribir, era verdad. Y en eso estoy.
-Además es concejala en su ayuntamiento. ¿El compromiso es una obligación?
-Obligación tiene un poso negativo, así que, no, no es una obligación. Cada uno hace lo que cree que tiene que hacer y luego los demás somos libres de opinar. Para mí no es bueno vivir sin intentar hacer algo que supere la propia persona. Siento el compromiso como algo muy fuerte. No un compromiso de hacer cosas que vayan a cambiar el mundo, pero sí de intentarlo, al menos.
-¿No le importa que le señalen con el dedo?
-Me gustaría decir: "no, no me importa, me da exactamente igual lo que piensen de mi..."
-¿...pero?
-Sí, me importa.
-Me impresionó la historia de que le habían dejado una nota metiéndose con su nuevo coche. Se la conté a un amigo y me dijo: ‘Eso le pasa por aparcar en la calle'. ¿Sintió miedo?
-Hay gente muy chunga, muy envidiosa, muy cabrona. Lo del coche me dio mucha rabia, pero no miedo. Me dio rabia porque no es ni mucho menos un coche de alta gama, es un coche acorde con nuestras necesidades, pero barato barato barato... Pensé joder, si nos compramos un Porsche nos queman la casa. Eso me jode, porque pienso que esa gente chunga no merece el esfuerzo de tantas personas por mejorar la situación.
-¿Qué le molesta más: la envidia o la mentira?
-No sabría decir, las dos cosas me molestan muchísimo. Me molesta la mezquindad en el ser humano, y el mezquino suele ser envidioso y mentiroso.
-Si usted fuera alcaldesa...
-Funcionaría por imitación a Pepe Almenar, mi alcalde. Y me rodearía de un equipo de gente que sabe lo que hace. Pero aclaro que no, que no voy a ser alcaldesa. Ese es un rumor que cada equis tiempo circula por mi pueblo. Me han llegado a decir: "va, que lo sé de buena tinta"; y yo pienso: "¡coño, pues de mejor tinta lo sé yo!".
-Ama su pequeño pueblo, Picanya. ¿Amar a su pueblo es una forma de amar todos los pueblos pequeños?
-Pues, la verdad, nunca me lo había planteado en esos términos. Creo que es una forma de amar a la gente que forma todos los pueblos pequeños que al final forman algo más grande, una comunidad, un país, el mundo. A mí la gente de mi pueblo me gusta, con sus defectos. Nos conocemos de toda la vida.
-¿Los que se han pasado tres pueblos se dan cuenta de ello y por eso echan balones fuera cuando llegan las manifestaciones, o cree usted que son sinceros cuando echan la culpa es de los demás?
-Yo creo que los que se han pasado tres pueblos no se han pasado tres, sino miles de pueblos. Y creo, además, que están tan convencidos de que han obrado bien que no se van a dar cuenta de nada ni siquiera si sus barbas comenzaran a arder. Creo que la gente tiene, tenemos, todo el derecho del mundo a estar indignados y a mostrar nuestra indignación. Creo que es necesario manifestarse, pero que eso no sirve de nada si el día que toca votar te quedas en casa porque crees que todos los políticos son iguales, que todos los partidos son iguales. Porque eso no es verdad. A la democracia hay que hacerla funcionar, y funciona a base de votos.
-¿Vivimos en el atardecer de España?
-El anochecer, más bien. Estamos en una situación negra como la noche. Pero la parte positiva es que por larga que sea la noche, siempre amanece.
-¿Le gustan los atardeceres?
-A mí en invierno el atardecer me produce una especie de tonta congoja, me da como pena... Pero en verano, son tan sutiles que a penas te das cuenta del cambio. Yo suelo verlo reflejado en los cristales de mi casa, desde mi despacho.
-Recuérdeme uno de su vida.
-En Ibiza, un mes de junio. Fui a dar una charla al instituto de un amigo, profesor de literatura, y nos quedamos los tres, Carlos, Carmen y yo, en su casa una semana, y nos llevó a ver atardecer en el hostal La Torre, en Sant Antoni de Portmany. Fue espectacular. Carmen correteando por ahí mientras caía el sol, nosotros tomándonos una cerveza...
-Y uno que le gustaría ver.
-Me gustaría volver a ver atardecer desde el Empire State de Nueva York.
-¿Lo pondría de perfil en su Facebook?
-¡Claro!
-Espero que cuelgue el enlace de esta entrevista.
-Delo por hecho. Yo soy de las que lo cuelgan (casi) todo.
PROUST NO PREGUNTARÍA ESTO
"La sinceridad está sobrevalorada"
-¿Mentiras piadosas o verdades crueles?
Mentiras piadosas. La sinceridad está sobrevalorada.
-¿Amores pasajeros o pasajes de amor?
Depende del momento, de la circunstancia...
-¿Bob Esponja o Dora Exploradora?
Bob, por supuesto. No me fío de una niña que va a todas partes con un mono que habla.
-¿Karaoke o Gimnasio?
Karaoke. Si voy, canto y tomo algo. Mi relación con el gimnasio se reduce a pagar sin aparecer.
-¿Batido o Helado?
Helado.
-¿Sobres o Trajes?
Yo soy de email y de vestido.
-¿Alaya o Ruz?
Cualquiera de los dos. Ambos son necesarios para garantizar que aquí el que la hace la paga sea de donde sea.
-¿Truco o Trato?
Trato. Ya no salen conejos de las chisteras. Ahora toca acercar posturas.
-¿Besos o abrazos?
¿Por qué no y? Besos y abrazos.
-¿Gin-tonic o Martini?
Gin-tonic. El Martini me da dolor de cabeza.
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