VALENCIA. En la ficción los superhéroes suelen llevar capa voladora y gallumbos bien apretados. En la realidad, a los que opositan para ello se les suele reconocer más por la bata blanca perpetua, que en el caso de Damià Tormo, un joven valenciano al borde de la edad de Cristo, combina incesantemente con el traje y la corbata. En cada entrevista se refiere a esta dualidad en la vestimenta para perfilar su tarea: la del científico convertido en empresario con el fin de que sus investigaciones se conviertan en una aportación palpable a la sociedad.
Damià Tormo es una sensación científica premiada sin parar (hace dos años la revista americana Technology Review, una suerte de libro sagrado de la innovación, lo eligió como uno de los mejores jóvenes españoles del futuro) por su misión contra el cáncer. Vestido con traje y corbata ha fundado seis empresas relacionadas con la biotecnología, de la que destaca BiOncoTech, situada en el Parc Científic de Paterna. Vestido con bata blanca ha pasado miles de horas de investigación en Bonn, Michigan, Madrid y Valencia.
En apariencia tiene aspecto de hombre relajado que despliega sus pensamientos como si los rumiara para no caer en inexactitudes. Se ajusta a la figura del pionero que se abre paso a base de insistencia, clamando por un nuevo modelo económico, el del conocimiento, que, en el horizonte ideal, debería sustentar el porvenir valenciano. Por eso llama a los inversionistas a apostar por empresas biotecnológicas como la suya, que suponen "retornos económicos muy muy grandes". Al trasluz hay un retorno todavía más beneficioso: el social, aportando, por ejemplo, oportunidades de supervivencia a enfermos con tumores que hoy no tienen cura.
El origen de Tormo se sitúa en una familia llena de oncólogos cuyas reuniones se parecían a un congreso de oncología. Pronto empezó a pensar en dedicarse al tratamiento contra el cáncer, pero dando un giro al guión.; en lugar de ser médico, sería investigador, "para salvar a muchos al mismo tiempo". Comenzó licenciándose en biología por la Universitat de València, investigó durante 4 años en Bonn, luego Michigan, más tarde el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Madrid... y en la escena más reciente, empresario con visos de héroe.
HALLAZGO CANÍBAL EN BONN
Sus compañeros lo definen como "un hombre con una capacidad de liderazgo innata; un jefe muy cercano", comenta Elena Caballero, gestora de proyectos de BiOncoTech, la spin-off que Damià Tormo puso en marcha para seguir desarrollando los hallazgos realizados en el CNIO y basados fundamentalmente en la evolución de un fármaco: el BO-110, creado "a pachas" entre Tormo y la científica gallega Marisol Soengas.
El BO-110 también podría llamarse "esperanza", porque es lo que puede traer a futuros enfermos de melanoma metastático, cáncer de vejiga o cáncer de páncreas, del que se diagnostican 170.000 casos con una mortalidad cercana al cien por cien. El fármaco, en los estudios preclínicos, tiene una efectividad total. Supondría una oportunidad de curación para cánceres muy voraces.
La clave del descubrimiento fue la aplicación de una estructura sintética con apariencia de virus llevada hasta un lugar concreto de la célula tumoral. Damià Tormo tuvo la idea estando en Bonn y al comenzar a aplicarla condujo un proceso que roza la ciencia ficción: las células tumorales, al creerse atacadas por un virus que en realidad no es tal, deciden suicidarse antes de ser invadidas, y se autodestruyen finalmente mediante una frenética fase de canibalismo.
MILLONES DE EUROS Y LA PRUEBA DEFINITIVA EN 2014
Esta suerte de engaño al tumor ha sido un éxito en animales y, aunque se apela a la precaución, las grandes expectativas han provocado, entre otras cosas, que diferentes inversionistas apuesten por BiOncoTech -la creadora del fármaco-, que ya ha levantado varios millones de euros gracias a aportaciones públicas, como la de la Fundación Genoma España, o de líneas Business Angels participadas por el IVF; y por aportaciones privadas, como la del promotor inmobiliario José Luis Miguel (Onofre Miguel), decidido a cambiar ladrillos por biotecnología, quién sabe si como señal de un cambio de modelo productivo.
Se espera que a mediados o finales de 2014 la esperanza llamada técnicamente BO-110 entre en fase clínica. De momento, este joven obsesionado con que su descubrimiento "no quedara sólo como una publicación en una revista científica", ya ha conseguido, combinando bata blanca con corbata, superar el laberinto de trabas al avance científico hasta imponer el peso de una investigación de ocho años. Ha supuesto una aventura intensa por las dificultades del entorno (España es uno de los últimos países en porcentaje de patentes biotecnológicas concedidas, "a pesar de que producimos mucha ciencia"), pero podría tener unas consecuencias heroicas: salvar miles de vidas.
Damià Tormo es una de las mejores muestras de los muchos activos especiales que nos rodean.
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