MADRID. Es de agradecer que en la pila de novedades sobre la integridad territorial de España aparezca una obra que no nazca con la advertencia de que el de enfrente va a degollar a nuestros hijos. El trabajo de Xavier Vidal-Folch pretende ser una exposición razonada de todos los sucesos que nos han llevado a la situación actual, cada vez más crítica con respecto a Cataluña, y analiza qué puede considerarse cierto y qué son falacias en un debate, cuando menos, calentito. Es de agradecer.
En este problema, para empezar, dice el autor que hay que considerar la actitud estatal. Conforme las voluntades independentistas han ido creciendo y los políticos catalanes empezaron a hablar claramente y sin rodeos de secesión, también empezaron a surgir militares retirados agitando el monigote de la guerra, luego militares en activo con palabras más sutiles pero no menos peligrosas, hasta llegar a extremos como que Luis María Anson escribiera que el proceso iniciado por Artur Mas era "una invitación al golpe de Estado". Con recortes de hemeroteca como éste luego se escriben los primeros capítulos de los libros de Historia sobre tragedias como guerras o ‘gloriosos' alzamientos.
Tampoco están mal las frases que les ha dedicado la FAES, que han hablado con tan buen castellano de "inmadurez moral" o "comportamiento pueril sublimado en impostado hecho nacional". Acompañadas de descripciones de la situación que hizo el expresidente Aznar en el extranjero, muy apropiadas para captar inversiones que alivien la crisis que sufrimos: El Estado español es "inviable", "caótico", "cada uno hace lo que le da la gana".
Y total ¿por qué los catalanes son como el doctor Maligno para estos sectores? Pues, esencialmente, ahora mismo es por el déficit fiscal. Pero es una buena pregunta, porque en territorios nacionales comparables, como Baleares, donde la diferencia entre inversiones del Estado y PIB es mucho más sangrante, el ‘problema' no se plantea en términos tan crudos y también hablan catalán de toda la vida. En cualquier caso, Vidal-Folch dice que "el pleito catalán no es un capricho, viene de lejos y es de alta intensidad". Para él, la parte decisiva, lo que lo ha visto recrudecido, ha sido la humillación con el Estatut tras el recurso del PP al Constitucional.
"En cualquier caso, resulta difícil pensar en un desarrollo armónico del Estado autonómico mientras permanezca el sinsentido jurídico de que normas equivalentes de distintos Estatutos son o no constitucionales en función de que el Estatuto que las cobija haya sido o no recurrido".
Un problema al que hay que añadirle un descenso de un 44% de la inversión del Estado y otros de mayor envergadura y complejidad como el olvido del corredor ferroviario mediterráneo por parte del Gobierno central, la no privatización del aeropuerto del Prat, la política llevada a cabo con las cajas de ahorro y los hospitales. Medidas todas ellas que merman la capacidad financiera de la Generalitat de Cataluña, en una época en que también ha sido el "laboratorio de los recortes", dice el autor, pero poca cosa comparadas con una frase que asustó a todas las viejas de Cataluña, la pronunciada por el ministro Wert de que había que "españolizar a los niños catalanes".
Con todo, Vidal-Folch dice que si Cataluña hubiera tenido un sistema fiscal como el vasco, el que pedía inicialmente Artur Mas cuando las cosas empezaban a ponerse feas, tampoco estaba claro que hubiera sorteado la crisis. "Resulta harto discutible", dice, porque sobran ejemplos como Grecia, Portugal e Irlanda, que con superávit presupuestario respecto a la UE, "en calidad de receptores netos del mismo", están como están. Y, precisamente, el ejemplo vasco no es del todo homologable:
"No hay que olvidar que, primero, esos conceptos atañen solo a la parte pública de la economía. Segundo, que el ejemplo del País Vasco, que ciertamente capeó mejor el temporal, fue solo en parte producto de su mejor balanza fiscal, y muy tributario de ausencia de efectos dramáticos en la evolución del sector inmobiliario sobre su sistema financiero, así como de una contención del gasto asociada a su estabilidad demográfica".
Aunque, para contextualizar este debate, la obra añade que otras regiones más desarrolladas dentro de su país en otras zonas del mundo, suelen tener un déficit fiscal aproximado de un 4%, dos puntos menos que Cataluña en un cálculo aproximado con el baile de cifras que hay en este país en esa cuestión.
En otro orden de cosas, el periodista del El País también critica que el centralismo español invalide las analogías que se hacen del problema catalán con el de Quebec en Canadá o Escocia en Reino Unido con la excusa de que España siempre ha sido una y no cincuenta y una. Aquí, al inicio de la obra, subraya que no. Que España ha sido España muy recientemente, antes eran ‘Las Españas' y que, concretamente, Cataluña ha tenido leyes propias y estuvo "entre 1640 y 1652 adscrita a la soberanía francesa.
Esto es importante porque se recurre a la sacrosanta Historia para invalidar un mandato democrático, como sería un referendum, que encima se quiere prohibir, como claman algunas voces autorizadas, antes de que se convoque. Algo que en Canadá, cita, no lo hacen ni poniendo encima de la mesa su sacrosanta Constitución. Allí, el Supremo dictaminó sobre Quebec que "el orden constitucional canadiense no podía permanecer indiferente ante la expresión clara, por parte de una mayoría clara de quebequeses, de no seguir formando parte de Canadá". Algo parecido al caso de David Cameron con Escocia.
No obstante, la Unión Europea, señala, tampoco lo pone fácil. Prodi y Barroso se han manifestado en contra en repetidas ocasiones. Un nuevo Estado nacería fuera de la UE. Aunque la doctrina de los independentistas de Escocia es que, una vez dentro, si hay que volver a entrar "la negociación no será tan farragosa". Si bien, esta interpretación no tiene en cuenta que para ingresar en la Unión Europea es necesaria la unanimidad de los socios. Imaginen a Rajoy o sus sucesores con la llave en la mano, qué contentos iban a estar.
Pero hay un dato más problemático. Hasta en las separaciones amistosas, documenta Vidal-Folch, el comercio entre los dos nuevos países disminuye. En el recurrente caso checoslovaco, "las exportaciones checas a Eslovaquia bajaron del 22% al 9% entre 1993, el año de la separación, y 2011, mientras que las eslovacas a la República Checa, del 42 al 15 en el mismo periodo". En España es cierto que el comercio catalán con el resto del país ha disminuido desde un 80% en 1980 a un 47% en la actualidad, pero aún así la incidencia en el PIB y el desempleo sería importante.
Por lo demás, otra conclusión que encontramos en ‘¿Cataluña independiente?' es que los dos nacionalismos, el centralista y el catalán, se alimentan mutuamente. Si bien, hay un hecho que parece ignorarse en Madrid en esa dinámica: cuanto más se impulsan mutuamente estas dos tendencias, la que más sale ganando es la catalana, que no tiene nada que ganar en el resto del territorio. Es una cuestión de lógica que se ve claramente reflejada en el pensamiento de los jóvenes, aunque no faltan quienes lo achacan a un ‘lavado de cerebro' catalán.
Pero, por lo pronto, Mas ha pasado en muy poco tiempo de escribir que sería "irresponsable" llevar a Cataluña hacia una independencia que significase "una frustración colectiva" a ponerse al frente del intento secesionista. Antes era pragmático por la cuestión económica, ahora intenta, dice el autor, "arrastrar o neutralizar" a los empresarios antes que "seducirlos". El nacionalismo español está trabajando duro y eficazmente ‘retroalimentándose'.
Al inicio de la obra, se alude a que de los problemas históricos de España, el agrario, el militar, el eclesiástico y el regional, sólo este último permanecía sin encauzar o resolver parcialmente en el siglo XXI. Da la impresión, tras la lectura de este libro, que quienes le echan gasolina al fuego al asunto territorial el mayor interés que tienen es que resurjan los otros males seculares que, para ellos, se conoce, son virtudes.
Título: ¿Cataluña independiente?
Editorial: Catarata/Fundación Alternativas
Autor: Xavier Vidal-Folch
Precio: 14 euros (IVA incluido)
Nª de páginas: 144
Yo no tengo ningún problema con el dret a decidir siempre y cuando en mi comarca catalana también se respete. Saludos.
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