VALENCIA. A finales de los años 50, apareció El eternauta, un cómic argentino de ciencia ficción creado por H.G. Oesterheld, desaparecido en 1977 como víctima de la dictadura militar. El cómic era una historia de ciencia ficción con invasión de extraterrestres. El primer ataque contra la Tierra se producía en forma de nevada, con copos de nieve que mataban a quienes los tocaban. Al ver lo que estaba pasando, un grupo de amigos que estaban cenando en una casa empiezan a discutir sobre qué hacer ante ese panorama. Uno de ellos, Favalli, un profesor de Física muy inteligente, decía que lo primero era conseguir armas porque, según su reflexión: "¿Qué sabemos hasta dónde pueden llegar las ambiciones, los apetitos de otros, en una situación como ésta, donde no habrá policía ni autoridad que sirva de freno?"
Este principio es el que ha utilizado la extrema derecha para justificar las políticas de privatización y enriquecimiento de políticos y empresarios afines. Es un discurso que llevamos décadas escuchando: vivimos una continua situación de excepción por diversos motivos. como la crisis económica, la crisis moral, la inmigración, el gran número de funcionarios, el aborto, el matrimonio gay o el terrorismo etarra-islamista. Como estamos en una situación excepcional, hay que tomar medidas de emergencia, hay que hacer lo que hay que hacer porque es lo que hay que hacer, reducir los derechos sociales, la sanidad y la educación porque no se puede hacer otra cosa. Como sobra todo lo público, la policía y la seguridad también tienen que ir privatizándose porque es mejor que cada uno se defienda por sí mismo que encomendar tal función a un grupo de funcionarios.
Esta lógica es la que ha hecho que una aberración como la protección constitucional de la posesión de armas en Estados Unidos siga vigente hoy en día. Y no sólo eso, sino que encima continúa en el centro del debate público, como recuerdan una y otra vez muchísimas películas que alertan sobre esa situación. Una de las más recordadas es Bowling for Columbine, el documental de Michael Moore que alertaba del establecimiento de una cultura del miedo por parte del gobierno y de los medios de comunicación para asegurar que siga adelante el negocio de la venta de armas. Esta cultura del miedo se basa en una desinformación organizada: si se eliminan las escuelas públicas, lo único que se consigue es acabar con el espíritu crítico y no crear ciudadanos, sino consumidores dispuestos a comprar lo que se les venda.
La última película de Ethan Hawke, La noche de las bestias, reflexiona sobre este asunto. Y, como El eternauta, lo hace desde la ciencia ficción. Estamos en el año 2020. Estados Unidos ha conseguido reducir el paro al 1% con una curiosa medida: creando "la purga", una fiesta anual en la que, durante una noche, se permite el asesinato. De esta manera, la gente puede sacar todos sus rencores más violentos para, durante el resto del año, seguir funcionando en sociedad. Al dar esta vía de escape, la sociedad se siente más libre y la rueda puede seguir girando, con los vecinos saludándose de manera hipócrita: si esa noche no han podido matar al amigo al que tanto envidian, ya lo intentarán el año que viene.
Ethan Hawke interpreta a James Sandin, el tipo más odiado de su barrio pijo porque se ha forrado vendiendo sistemas de seguridad a todos sus vecinos para que estén a salvo la noche de "la purga". Vamos, que la violencia es un gran negocio para mucha gente, una advertencia que sirve tanto para la "guerra contra el terror" como para todo el tinglado que se montan los gobiernos cuando se buscan enemigos imaginarios. Sandin tiene una vida perfecta, con su mujer, sus dos hijos y su casa magnífica que, por supuesto, es muy segura pero no tanto. Porque, cuando llega la hora de la verdad, cuando empieza "la purga", Sandin le confiesa a su mujer que su sistema no es infalible. Por mucho que inviertas en seguridad, siempre se necesita más y más, porque no hay ningún sistema perfecto y el capitalismo tiene que seguir vendiendo cosas para funcionar. También en el negocio de la seguridad.
La segunda reflexión que lanza la película es la de la institucionalización de la violencia como control social. Eso de que haya una noche con impunidad para el delito puede parecer muy futurista, pero no lo es tanto. Por eso, el director (James DeMonaco) sitúa la acción en un futuro muy cercano del que sólo nos separan 7 años. Y no es tan futurista porque ya tenemos hoy esas herramientas de control. Un primer ejemplo sería el fútbol, que permite que, domingo tras domingo, la gente haga el animal (desde aparcar el coche en las puertas de los hospitales hasta amenazar de muerte a grito pelado) sin que las autoridades respondan. Existe un consenso de libertad absoluta en los límites temporales del ritual futbolístico semanal. De este modo, tras dar este margen, podemos volver al trabajo durante toda la semana, puteados con sueldos miserables y una creciente precariedad. Pero, eso sí, con el aliciente de que el próximo fin de semana volveremos a ser libres en el próximo partido.
El segundo ejemplo son las fiestas municipales. En Valencia están las fallas, donde la exaltación de la anarquía nihilista y etílica se convierte en ley. Durante los días de la fiesta, puedes hacer de todo en la calle: vomitar, mear, cocinar productos insalubres, gritar y dar rienda suelta a la contaminación acústica. Como en cualquier fiesta de las grandes, cualquier tipo de reglamentación europea sensata se percibe como una intromisión en la libertad individual y en nuestra razón de ser como pueblo. Tendríamos muchos más ejemplos al respecto de esta impunidad en las leyes (como jefes de estado que son impunes o empresarios que pueden comprar la justicia) y que nos demuestran que el escenario de la película no es en absoluto aberrante.
A partir de ahí, La noche de las bestias nos presenta un futuro inmediato muy aterrador, en el que la cultura de las armas da paso a la cultura de la violencia. Ya no es que sea legal poseer armas, es que lo legal es matar directamente. No obstante, la película pone algunos frenos a este discurso para que no quede tan animal y no estemos hablando de una cinta radical antisistema. De hecho, la familia protagonista irá cambiando su discurso extremista pro-armas con el transcurso de la historia para acabar dándonos una lección moral: hay que aprender a vivir en sociedad sin ir matándonos por ahí. Lástima que los hechos, como muestran una y otra vez cómics y películas, indiquen que la dirección a la que vamos es la detestable en lugar de la deseable.
Ficha técnica
La noche de las bestias (The Purge)
EE.UU., 2013, 85´
Director: James DeMonaco
Intérpretes: Ethan Hawke, Lena Headey, Max Burkholder, Adelaide Kane, Edwin Hodge, Rhys Wakefield
Sinopsis: En el año 2020, Estados Unidos ha conseguido erradicar la delincuencia y el paro. Todo gracias a una medida muy popular, "la purga", una fiesta anual en la que se puede asesinar a cualquiera. Se trata de una fiesta que canaliza la violencia y permite que siga funcionando la sociedad capitalista.
En realidad, en USA no necesitan ninguna noche de purga, ya tienen el Ejército al que van a parar los negros, chicanos y blancos paletos (los hillbillies) y si hablamos de grandes ciudades, la droga, el gran negocio para meter en cárceles privadas mano de obra barata mientras cuatro grandes hombres de negocios se hacen millonarios.
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