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VALENCIA. Hace unas semanas el canal ruso RT (Russia Today) entrevistaba a Juan Vidal. Lo presentaban como la gran sorpresa de la moda española. Uno de aquellos talentos que tras confirmar las expectativas de sus ojeadores está a punto de dar un gran paso. Terminaba de participar en la principal pasarela de la capital moscovita -se apuntó a través de un formulario vía web-, que le ha supuesto una brecha clave para adentrarse en un mercado que gasta, y mucho, en productos de moda. Desde entonces vende parte de su colección en una tienda del centro de Moscú.

El valenciano, que apenas supera los 30, escuchaba en medio de un plató futurista lleno de tonos azules las preguntas que el entrevistador le hacía en torno a su esplendoroso futuro. Con su voz severa y un aspecto algo rudo como quien te diseña el mejor traje de tu armario después de pasar la mañana en la granja, Vidal rehusaba hablar de sus posibilidades y remitía a un presente donde lucha por crear, además de vestidos, una estructura empresarial lo suficientemente fiable como para no derribar toda su firma al primer tropiezo.

"Estamos preocupados por lo complejo que resulta crear una empresa. Nuestra estructura es pequeña y está por encontrar el modelo que funcione", resume a ValenciaPlaza.com. Es la inquietud empresarial del hombre cuyo éxito repentino le plantea nuevas exigencias.

El aval de Vogue y Amancio Ortega

Unos días antes de su paso por Moscú, Vogue e Inditex habían lanzado definitivamente la carrera de Juan Vidal. En una noche calurosa de mayo, ganó entre 80 candidatos el premio 'Who's On Next'  que la revista concede a la figura joven más relevante. Un certamen creado en Italia por la editorial Condé Nast y cuya intención en su versión ibérica es aupar a un español a la dirección creativa de una gran firma europea. El premio, con el mecenazgo de Inditex -a la caza de talentos-, estaba valorado económicamente en 100.000 euros. Fueron a parar a Elda.

Porque todo empezó allí. En la trastienda de un comercio en el centro de Elda regentado por Gracia, su madre, y en el que se vendían prendas de diseñadores internacionales, algunas de las más caras de todo el Vinalopó. La trastienda se convirtió para Juan Vidal en la primera zona de formación, donde vestía maniquíes o simplemente destrozaba la ropa. La tradición familiar haría el resto: tanto su bisabuelo como su abuelo como su padre habían sido sastres. Era una maraña difícil de sortear y de la que sólo trató de escapar con una mínima rebeldía cuando se puso, por poco tiempo, a estudiar Bellas Artes y a especializarse en fotografía.

Pronto despuntó a medio camino entre Barcelona, donde obtuvo los primeros reconocimientos, y Valencia, donde protagonizó algunos de los mejores desfiles de la Valencia Fashion Week, hasta provocar que la tienda familiar de Elda fuera convirtiéndose en el nuevo centro neurálgico de la marca Juan Vidal ("el taller de siempre se ha adaptado a las nuevas necesidades dentro del mismo espacio", explica). Sus padres pasaron a trabajar para su hijo. Un cambio en el ADN familiar sobre el que reflexiona así: "Es complicado trabajar en familia porque hay un exceso de confianza y las discusiones se convierten en el pan nuestro de cada día".

La cautela es una seña identitaria del verbo de Vidal. Reconoce que están valorando un cambio de sede para darle más volumen a la firma. Pero no sin antes repensarlo ("todavía no estamos seguros"). Otra de sus características es la obsesión por convertir cada una de sus colecciones en un personaje femenino con un nombre y unos atributos propios (Margarita, Victoria, Candela...). Y el tercer aspecto fácilmente distinguible, como un tic, es su repetición del término 'movimiento': "Estamos en continuo movimiento", "hoy los jóvenes tenemos que tener más movimiento que nunca"...

Alianza con Dolce & Gabbana

Y en plena sesión de movimiento acudió a Zip Zone, la feria de expositores que se celebra durante la Paris Fashion Week en el Palacio del Louvre. "Me cambió la vida", afirma el protagonista. Un par de italianos en busca de mercancía trasteaban entre sus diseños hasta que, después de varias vueltas, se presentaron: eran ojeadores de Dolce & Gabbana.

Una furgoneta mediante y varios días después, Juan Vidal hizo su desembarco en Italia para vender en alianza con la firma transalpina. Le llevan compradas cuatro colecciones e Italia se ha convertido en la principal base de ventas, frente a localizaciones más complicadas, como Valencia, donde sus trajes, a menudo con un precio superior a los 800 euros, han tenido una entrada menos fulgurante.

Rusia y Oriente Medio (con puntos de venta en Kuwait y Arabia Saudí) se plantean como las nuevos yacimientos para una compañía que no quiere precipitarse: "Somos muy pequeños y a veces estamos algo perdidos", señala Juan Vidal sobre la estructura de su empresa, describiendo la fase en la que la mayor promesa de la moda española necesita crecer en tamaño para equilibrar su empresa a su reputación.

De momento, y trascendiendo a las habituales luchas intestinas del sector, Vidal supone un chute de adrenalina lo suficientemente potente para llegar de aquí hasta más allá de Moscú.