MADRID. Si eres un veinteañero 'de pueblo' y de la noche a la mañana te trasladaste a la ciudad para sacarte una carrera, es inevitable que te hayan sucedido al menos dos cosas. La primera, que te hayas sentido identificado con grupos de Facebook como el de "Universitarias pueblerinas que llevan su maletita a la facultad los viernes".
La segunda, que te hayas abierto un Fotolog (cuando se llevaba tener Fotolog) en el que pretendías contar a tus amigos de toda la vida lo bien (o mal) que te desenvolvías lejos del medio rural, las vacas y el aire puro.
Esto le pasó a Raquel Córcoles, una chica de Reus que llegó a Madrid con una beca Séneca bajo el brazo y acabó convertida en su personaje estrella: Moderna de pueblo. "Me encanta Madrid. Vine para un año, acabaron contratándome donde hice las prácticas y aquí [en Madrid] llevo ya cinco", cuenta. Y en cinco años da tiempo de hacer muchas cosas. Como escribir dos libros, por ejemplo.
Todo comenzó cuando Raquel decidió presentarse como candidata para la beca Connecta't al Còmic para titulares del carné joven cuando ya estaba en la capital, en 2010. En este concurso el ganador podía recibir como premio la aparición de varias de sus viñetas en el interior de la revista El Jueves o la publicación de un libro. La de Reus consiguió esto último, con tanto éxito que acabaría llevándose también, de rebote, la colaboración semanal para El Jueves.
Su primer cómic se llamó 'Soy de pueblo' y salió tanto en castellano como en catalán. Tuvo una gran acogida y eso le valió para sacar un segundo, 'Los capullos no regalan flores', que ha superado en ventas al primero y que va ya por su tercera edición. Prueba de su buena fama es que Raquel no dejó de firmar ejemplares ni un solo fin de semana durante la pasada Feria del Libro: "Ha habido algún día flojo, pero la cantidad de gente que se pasó el primer finde fue impresionante".
Ahora bien, ¿qué sirvió de inspiración a Raquel Córcoles para sacar adelante sus primeras historias con ese estilo tan personal que conserva hasta ahora? La respuesta está en Madrid, en sus bares y en su gente. Si su musa tuviera nombre propio se llamaría La Realidad, un atractivo local conocido por sus gintonics ubicado en el corazón de Malasaña.
"Yo me mudé para vivir con dos amigas" —se aventura a explicar Raquel—, una de ellas no encontraba curro como periodista y acabó trabajando de camarera en este sitio". Entonces empezó a pasar alguna tarde allí, "para estar con ella" y porque "de vez en cuando caía alguna copa gratis", hasta que este acabó convirtiéndose en el lugar que la acercó al auténtico ambiente madrileño: "Este organiza una fiesta, este tiene un bar, este curra en una revista, este te pasa gratis...". Y la Córcoles acabó transformada en Moderna.
La atmósfera de La Realidad puede reflejarse en un solo término: postureo. Para definir este palabro hay que recurrir a un experto. En este caso, la Academia de la Lengua de Twitter: "El postureo es hacer como que sí cuando en realidad es que no". Esto es: ir a Starbucks con una máquina de escribir en lugar de un Mac, como documentan los chicos de la cuenta @Postureo_, es postureo.
Un quiero y no puedo. Un aparentar. Un mostrarse al mundo de una forma desenfadada, cool, vintage, trendy, hipster (o el anglicismo de moda que más se ajuste a la personalidad de cada uno) sin serlo realmente. O sí, qué más da. La cuestión es que todo sea muy descarado. (Advertencia: odiar la palabra postureo por no haber sido el inventor de la misma también es postureo).
Postureo es decir frases del tipo "Berlín ya no es lo que era" y no haber salido nunca de Alpedrete. O, si llevas cuatro días en Madrid y ya conoces las normas básicas de circulación en las escaleras del Metro, quejarte porque los provincianos no las respetan. Postureo también es subir fotos de algún copazo de gintonic con cardamomo a Instagram y no del ColaCao con cereales de por la noche. Y aquí ya va quedando claro lo que La Realidad alberga.
Un tuitero que escribe en una web de cine decía esto sobre La Realidad: "Mucho moderno, pero se puede estar". Esa es la clave. El sitio ya se ha asegurado la asistencia de modernos y de modernos que odian a otros modernos y necesitan comprobar que el sitio es para modernos (y subir la foto in situ a alguna red social). La decoración, el ambiente y el precio animan a acudir. Ah, y el postre estrella, el 'cupcake'.
Pero no solo de La Realidad vive el postureo. ¿Cuál sería la ruta del 'modernismo' en Madrid? El tuitero de antes añade otro sitio: "La terraza del San Antón" o lo que es lo mismo, La cocina de San Antón, un restaurante que permite admirar el paisaje en el interior de un mercado tradicional renovado que se ha convertido en el punto de encuentro perfecto para ver y ser vistos.
Moderna suma otros tantos a la lista: "Últimamente recomiendan mucho las fiestas del Diamante Negro. Imprescindibles". "Para salir también está el Independance, el Ocho y medio... y hasta que lo cierren, el mítico Nasti, que era un poco caro para lo que había, pero acababa siendo bastante recurrente".
La cuenta de Twitter de @Postureo_ y el blog de Moderna, aunque comparten el mismo incisivo humor, no tienen nada que ver. "A veces me confunden con ellos", puntualiza Raquel. Ambos nacieron a principios del año pasado, cuando el vocablo empezó a coger fuerza, y desde entonces han llegado nuevos locales para darle todavía más sentido a su creación. Uno de ellos, La Bicicleta, es el sitio ideal para beberse un café rodeado de bicicletas y sentirte 'ecoguay' aunque no hayas vuelto a subirte a una bici desde que te caíste de una a los 12 años. Luego está el tema de los cafés-librería, donde tomar té entre libros de Shakespeare y Bukowski (aunque tú no hayas superado aún la etapa 'Teo va al mercado'). Otro nuevo clásico es el Coconut Bar, la réplica de El Fabuloso, un local de copas que ha alcanzado un éxito bastante importante en los últimos años y que Moderna incluye en su particular 'top 10' de sitios de moda por Madrid.
Detrás del Coconut Bar y El Fabuloso está Silvia Superstar, ex Killer Barbies y ex Aerolíneas Federales, dos grupos musicales formados en Vigo en distintas décadas. Sus bares poco tienen que ver con la tierra de las vieiras y las gaitas. Ambos destacan por haber hecho de una estética vistosa, exótica y colorida su seña de identidad. El Fabuloso con aspecto de 'casa retro', con adoración por el barroquismo y lo kitsch, y el Coconut aspirando a ser un pedacito de costa tropical en Madrid, con sus palmeras y su altar a Elvis Presley y todo. El Fabuloso, además, se ha hecho todavía más conocido desde que acoge (con cierta frecuencia) a Alaska y Mario, culmen del postureo cañí.
Moderna tampoco se deja fuera de su repertorio a uno de esos templos del modernismo contemporáneo, uno de esos 'bares de viejos' (sin faltar) al que peregrinan fieles de todo pelaje. Se trata del Josealfredo, en el número 22 de la calle Silva, y allí hay que ir si uno quiere probar cócteles y gintonics como si estuviera en un casino venido a menos. "Estudiada sordidez", lo llaman algunos.
A escasos metros de allí, en la perpendicular calle Pez, se encuentra El Palentino, capaz de juntar bajo el mismo techo tanto a jubilados con un tinto en la mano como a estudiantes de Séneca o Erasmus en busca de copas a bajo precio (low cost, que dirían). A estas alturas es imposible no recordar el sesudo análisis que apareció hace unos meses en la revista GQ sobre este interesante asunto: "¿Por qué los hipsters prefieren los bares de viejos?". Poco más se puede aportar. De verdad.
En cuanto a cafeterías, destaca El rincón "para desayunar", explica Raquel, "y el Lolina para tomarte algo por la tarde". Los dos en la misma calle: Espíritu Santo, algo así como el paseo del postureo de Malasaña. Si buscas muffins, allí los tendrás. Si quieres estrenar tu cámara lomo haciendo fotos a escaparates chulos, pásate por el Happy Day. Si quieres jugártela y arriesgarte a no encontrar sitio en ninguna parte, este es tu lugar, porque por lo general aquí no cabe ni un alfiler.
Ningún local de estas dos aceras destaca por ser excesivamente grande, aunque el Lolina sí cuenta con una planta baja de lo más apetecible. Con teles antiguas y sofás a modo de decoración, es el lugar ideal para una primera cita lejos del bullicio de fuera. Aunque hay que tener cuidado, porque nunca se sabe cuándo puede aparecer un ex con la suya y convertir este sitio 'cuqui' en un campo de batalla para ver quién toma su batido (riquísimos) con más glamour.
Pero ojo, que a pesar de lo que se ha dicho aquí, en ningún caso el postureo es algo negativo. Ni tampoco es cuestión de meterse con los pueblos ni con una gran ciudad como Madrid. En Barcelona también tienen lo suyo: los skaters del MACBA, los universitarios de Gràcia, los dandis del Raval con su longboard bajo el brazo, la sala Apolo, la Razz...
Porque Moderna tiene para todos y sus historias se pueden aplicar a todos los países dentro de eso que llamamos 'cultura occidental'. Porque presentó su libro traducido al italiano en Milán y lo petó. Y porque allí descubrió que hasta en Milán hay un 'barrio de Malasaña': "Y allí también había tiendas vintage, barecillos cool...".
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