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VALENCIA. En los últimos meses he tenido la oportunidad de conocer la famosa Toscana Valenciana, como muchos llaman al municipio de Fontanars dels Alforins, una población situada en el interior de la provincia de Valencia, en la zona más interior del Val d´Albaida, a 80 kilómetros del Mediterráneo y con una altitud de 600 metros sobre el nivel del mar.
Esta población con menos de 100 años de existencia tiene una climatología continental muy especial, debida al viento que atraviesa toda la Vall d´Albaida desde el Mediterráneo y que refresca todo el valle, creando así un microclima óptimo para la viticultura.
Camino de Fontanars, a lo largo la carretera CV 660, van apareciendo caminos que conducen hacia antiguas casas de campo. A pesar de pertenecer en su mayoría a familias de la antigua burguesía valenciana, y de su uso principalmente vacacional, nunca han perdido su identidad agrícola permitiendo conservar un paisaje único.
El vino, las bodegas y los viticultores se han convertido en uno de los motores para la conservación del paisaje y para la sostenibilidad de la comarca. Recientemente varias bodegas se han unido y creado la marca Terra dels Alforins, agrupando bodegas de Moixent, la Font de la Figuera y Fontanars.
Un ejemplo de esas bodegas es Bodega Casa los Frailes, casa dedicada a la producción de vino desde 1771, cuando un antiguo convento de frailes jesuitas pasó a manos de la familia Velázquez por medio de la desarmotización de Carlos III.
En el año 1999, la familia Velázquez decidió ampliar la vieja bodega y realizar una reestructuración de sus campos ampliando las variedades cultivadas. Todo con el objetivo de producir un vino propio, de calidad y que reflejara la identidad del territorio.
Como vino de pago, lo autóctono se convierte en la seña de identidad y calidad para esta bodega, que ha hecho de la uva Monastrel su referencia apoyándola con otras variedades como Cabernet Sauvignon o Tempranillo y la reutilización de otra variedad local como es la Marselan.
Los Frailes es una bodega al más puro estilo francés. Una casa bodega rodeada de sus viñedos, a través de los cuales se conserva la tierra y el paisaje, con la clara vocación de defender el ecosistema por encima de cualquier otra cosa.
Para la familia Velázquez el vino es un producto de la tierra. Creen firmemente que la tierra nos devuelve todo aquello que le damos. Conceptos como ecología o biodinámica son asumidos por Casa los Frailes como parte de su filosofía. Sus vinos son más de campo que de bodega. Como ellos dicen: " El vino es la uva".
La bodega se puede visitar todos los sábados y son curiosos los depósitos de barro que utilizaban los jesuitas para hacer vino, enterrados bajo la casa. Los Velázquez explican con pasión su motivación por la sostenibilidad y por la protección de la flora y fauna local. Para ellos el vino trasmite toda la energía que guarda el territorio.
De sus vinos destaco su nuevo tinto, el elegante 1771, homenaje a la tradición con uva 100% Monastrel, el Blanc de Trilogía con 40% de Sauvignon, 40% de Muscat y 20% de Verdil y el Moma, 50% Monastrel y 50% Marselan. Para los más golosos tienen After 3, un vino tinto dulce 100% Monastrel.
No quiero dejar de mencionar otras bodegas de la zona que producen vinos de calidad y ayudan a conservar el territorio: Bodega Rafael Cambra, Bodega Daniel Belda, Celler de Rourer de Moixent o la Cooperativa de la Font de la Figuera.
Aparte de bodegas, Fontanars esconde un secreto sorprendente: el restaurante Casa Julio, con una estrella Michelin, situado en el centro del pueblo. Es una vista obligada para foráneos y locales.
En 2005 la antigua cafetería del pueblo Casa Julio dejó paso al restaurante gastronómico de homónimo nombre, gracias a la iniciativa de Julio Biosca hijo. De la mano de José Luis Ungidos en la cocina, en 2010 obtuvieron el reconocimiento con la estrella Michelín.
Les recomiendo el menú degustación por 50 euros, IVA incluido. Snacks, tres entrantes, plato de carne o de pescado y postre. Materia prima bien seleccionada, sobre todo el pescado y el marisco de la lonja de S
anta Pola. Una cocina sencilla, tranquila y agradable, reflejo del carácter acogedor de Jose Luis y Julio.
De los platos que tomé destacaron un divertido snack de Bloody Mary sin alcohol, el huevo a baja temperatura con espárragos y perrechicos y el bacalao con patatas. La cocina de Casa Julio es humilde y contenida y trata al comensal con respeto.
Con un muy buen servicio de sala, Casa Julio es un lugar agradable, que hace fácil la experiencia gastronómica, sin estridencias, con platos de gustos fáciles y amables. A los mas experimentados nos gustaría algo más de personalidad y atrevimiento. Aunque, por su ubicación esto sería quizás un suicidio.
La unión y equilibrio entre la sala y la cocina es perfecta, algo que echo de menos en algunos restaurantes de mayor nivel y que en este caso es una muestra de profesionalidad.
Casa Julio es uno de esos restaurantes a los que te apetece volver, solo para comer bien y disfrutar de una buena compañía, algo que por obvio a veces no es fácil. Mi puntuación sobre mi comida allí sería de un 38 sobre 50.
Después de comer y para descansar preparando un buen paseo por el campo, nos podemos alojar en la casa rural Santa Elena que dirigen desde Casa Julio.
Este alojamiento acaba de abrir en la ruta del artículo y se gestionará junto con la Casa Santa Elena, que ya no la dirigen los de Casa Julio. Quedamos a su entera disposición para mostrarles el nuevo alojamiento, tematizado con el mundo del vino. Es un proyecto muy singular que intenta reunir a todas las bodegas de la zona. Mi mail es : [email protected]
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