¿Son obras de arte algunas creaciones de nuestros mejores cocineros? ¿Podemos llamarlos artistas o simplemente cocineros? ¿Es más sabroso un plato si pasa a ser considerado obra de arte?
VALENCIA. Fue en verano de 2007, cuando Roger Buergel como director artístico, invitó a Ferrán Adriá a participar como artista en la prestigiosa Documenta de Kassel 12. A partir de ese momento se abrió oficialmente la caja de pandora: el debate entre, por y para la gastronomía y arte.
Les recomiendo el documental 'Documenting Documenta: El Bulli en Kassel' y el libro "Comer para pensar". Fieles reflejos de lo que sucedió en Documenta 12. La primera vez que se invitó a un cocinero a participar en un certamen de arte contemporáneo.
Fuera de polémicas, la participación de Ferrán se limitó a reservar una mesa diaria en el Bulli para los invitados que la Documenta decidiera. ¡Simplemente genial¡
Durante las últimas décadas el mundo del arte se ha interesado por otras disciplinas no consideradas tradicionalmente como artísticas, pero que realizan un trabajo fronterizo con el hecho artístico en la búsqueda quimérica de la naturaleza del arte.
La gastronomía ha sido una de esas actividades que ha llamado la atención de críticos, teóricos y artistas, empañando la creación de nuestros cocineros con una polémica estéril sobre si es o no arte la creación de algunos platos.
Sin pretender ser excesivamente riguroso, partiremos de la definición que Marcel Duchamp realiza de una obra de arte al explicar sus Ready Made en la segunda década del siglo XX: "La creación artística es el resultado de la voluntad del creador, sin que sea necesario la formación, el talento o la propia intervención".
La voluntad, es pues la clave para la clasificación de cualquier acción humana como obra de arte. Voluntad que personalmente no he encontrado en ninguno de los mejores cocineros con los que he podido hablar sobre este tema. El propio Ferrán dice que no tiene ningún interés en considerarse artista.
A pesar de esto es popular considerar el trabajo de Adriá, Dacosta, Roca, Arzak y otros como obras arte y a ellos mismos como artistas.
Creo que toda esta confusión proviene del mundo de las emociones. Me explicaré. La cocina casi desde siempre ha utilizado los cinco sentidos como instrumentos de trabajo en su búsqueda no solo por alimentar sino por trasmitir emoción y felicidad.
Comemos con el gusto, pero también con la vista, el olfato, el tacto e incluso el oído. La influencia sobre nuestros sentidos por parte de la comida ha cambiado y evolucionado a lo largo de los siglos, y ha llegado en la actualidad a su zenit.
Pero ya había algo más que mera subsistencia en las bacanales romanas o en los banquetes palaciegos del Renacimiento. Sin embargo durante el siglo XX y sus vanguardias el arte se hace más emocional, dejando de ser únicamente un arte retínico, como bien explicaba Duchamp.
Hay momentos o lugares en los que realmente nos sentimos seducidos por lo que comemos. Nuestra razón deja de dirigirnos y nuestras emociones nos dominan. Pasamos a formar parte de la vida de otro. La obra de los cocineros pasa a formar parte de nuestro cuerpo y de alguna manera será para siempre, en forma de memoria o recuerdo.
Esto no sucede siempre. ¿Pero no es nuestra memoria gastronómica parte de nosotros, parte de lo que somos? ¿Quién no recuerda la sopa de su madre o la primera vez que probó su plato fetiche en un buen restaurante?
Esto es lo que para mí es la magia con la que defino algún restaurante o algún plato concreto. Esa conexión emocional e intelectual entre cocinero y comensal. Hay otros que prefieren llamarlo arte, aunque a sus creadores ni se les pase por la cabeza.
La gastronomía juega con ventaja a la hora de llegar al ser humano. Todos los días nos acercamos a comer varias veces y lo que comemos actúa sobre nuestras emociones y pasiones. Algo que en el arte es más costoso luchando por conseguir superar la barrera de lo visual.
Si catalogamos algo como artístico parece que lo estamos dotando de mayor calidad. Hoy en día, y siempre bajo la mirada de Duchamp, esto no tiene que ser siempre cierto. Los platos que preparaba Adría en el Bulli no fueron mejores después de su participación en la Domenta de Kassel.
Esta confusión entre arte y gastronomía ha creado y sigue creando grandes fracasos, como los de algunos cocineros que priman lo visual sobre el sabor de sus platos o algunos críticos que mas allá de establecer paralelismos entre arte y gastronomía, pretenden vincular procesos creativos totalmente diferentes.
No todo lo que se crea es arte, ni todo lo artístico es bueno, ni todo el arte es creativo. La gastronomía no es arte, pues no pretende serlo.
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