VALENCIA. El año pasado, se estrenó en Estados Unidos un documental demoledor: The House I Live In, una película que analiza la "guerra contra las drogas", la campaña de prohibición y represión puesta en marcha por el gobierno de Ronald Reagan en los años 80 contra el consumo y tráfico de sustancias estupefacientes. Se trata de una campaña que, con los años, no sólo se ha mantenido, sino que también se ha reforzado con el aumento de las penas de prisión y el endurecimiento de las leyes.
Como pasó en los años de la persecución del consumo de alcohol en la época de Al Capone, tanta prohibición no ha hecho más que aumentar la demanda. Sin embargo, se da una diferencia agravante: que esta guerra contra las drogas dura ya décadas, de manera que los efectos sociales son mucho más profundos que los que dejó la batalla contra las bebidas alcohólicas. Porque la prohibición del alcohol terminó y las mafias acabaron en la cárcel, mientras que el tema de las drogas se ha convertido en un problema de primer nivel en los últimos años.
La conclusión del documental era desoladora: la "guerra contra las drogas" es una estrategia organizada por el partido republicano de Reagan con el objetivo de someter a la población. Su desarrollo ha corrido en paralelo a la privatización del sistema penitenciario estadounidense. Así, con un sistema represivo y el aumento exponencial de las penas, el país alberga una cantidad impresionante de reclusos para sostener una siniestra burbuja inmobiliaria: la construcción de prisiones. Se trata de una industria que da beneficios a las empresas adjudicatarias, al tiempo que mantiene fuera de circulación a miles de pobres, negros e indeseables que nunca votarían al partido republicano (ni al demócrata).
La conversión de Estados Unidos en una especie de "archipiélago gulag" en aumento, es decir, de una macrocárcel formada por infinidad de presidios diseminados por todo el país, está creando efectos perversos. Es evidente: no es bueno para ningún estado que se imponga una exclusión de clase, encarcelando a una parte importante de la población ya sea por las leyes anti-drogas o cualquier otro motivo propio de países tercermundistas (disidencia política, diferencias religiosas, uso de la libertad de expresión, etc.).
La realidad es tan absurda que se ha llegado al punto de generar un sistema de persecución y delación, que parecía pertenecer a tiempos pasados. Y el cine está empezando a reflejar ya este clima, incluso en el cine de ficción de Hollywood. Éste es uno de los puntos más interesantes de El mensajero, la última película de acción protagonizada por Dwayne Johnson, una estrella de la lucha libre que ha hecho sus pinitos en el cine, en películas como El rey escorpión o Fast & Furious (5 y 6).
En El mensajero, Johnson encarna a un camionero que decide ayudar a su hijo adolescente, que se enfrenta a una pena de 10 años de cárcel por posesión de anfetaminas. El chaval es buena persona y lo que pasa es que tenía las pastillas en su casa porque se las había pasado su mejor amigo, también detenido por la policía, para tenderle una trampa y así conseguir él una reducción de su condena. El planteamiento de la película es, por lo tanto, prometedor: nos muestra un país de chivatos, con unas leyes que obligan a la ciudadanía a sospechar unos de otros. Una sociedad que en muy poco difiere de las sociedades totalitarias descritas en películas como La vida de los otros. Aquí, el departamento anti-drogas de EE.UU., la DEA, se parece mucho a la Stasi de la antigua RDA.
Para poder sacar a su hijo de la cárcel, el camionero decide pedirle a uno de sus trabajadores, que estuvo también en prisión, que le introduzca en el mundillo del trapicheo. Su objetivo es infiltrarse para desmantelar un importante cártel mexicano: si lo consigue, el gobierno norteamericano se compromete a indultar a su hijo. El camionero pondrá su camión al servicio del cártel para transportar cocaína y acercarse al capo.
La película deriva hacia la típica historia de acción con padre sufrido que consigue desmantelar él solito un importante tinglado de drogas, llegando a donde no llegan las autoridades estadounidenses. Con un mensaje claro: estamos perdiendo la lucha contra las drogas pero si colaboramos entre todos, podremos. No obstante, al ofrecer un retrato tan bestial de cómo está el patio, queda trazada una reflexión sobre la sinrazón de unas medidas que no sirven para nada.
Y todo ello mientras Hollywood, por otro lado, sigue alimentando esa ilusión de lo que mola divertirse con drogas. En las carteleras podemos ver estos días Resacón 3, la tercera parte de Resacón en Las Vegas, la saga de comedias sobre unos amigachos que se van siempre de fiesta, se lo pasan de lujo y, lo que es mejor aún, al día siguiente no recuerdan nada. Aquí el argumento ha variado algo pero el mensaje sigue siendo el mismo: para evadirnos de la rutina mediocre, nada mejor que una fiesta de desfase con los colegas. Es lo más revitalizante que existe para volver con fuerzas a esa mediocridad.
Es de esta manera como se propugna un modelo social curioso. La sociedad norteamericana se ha convertido en un campo de concentración si desfasas con drogas y eres pobre y negro. Pero si eres blanco y tienes pasta, pues te haces unos tiritos y unos chupitos con rohipnol y nada, a disfrutar de la noche. Porque ésa es la mejor diversión posible que te ofrece tu país. Esto de la diferencia entre blancos y negros puede parecer un mensaje muy demodé, muy de los años 60. Pero el documental The House I Live In, lo deja bien clarito, apoyándose en los estudios realizados a tal efecto: ese racismo antinegro y antipobre se está dando con más rabia que nunca. Tan evidente resulta que hasta el cine de acción empieza a reflejar el problema.
Fichas técnicas
El mensajero (Snitch)
EE.UU., 2013, 112'
Director: Ric Roman Waugh
Intérpretes: Dwayne Johnson, Susan Sarandon, Jon Bernthal
Sinopsis: El hijo de un camionero es detenido por la policía acusado de tráfico de drogas. Para sacarlo de la cárcel, su padre llega a un trato con la policía: se infiltrará en un cártel mexicano y ayudará a la detención de un famoso capo
R3sacón (The Hangover Part III)
EE.UU., 2013, 100'
Director: Todd Phillips
Intérpretes: Bradley Cooper, Ed Helms, Zach Galifianakis, Justin Bartha, Ken Jeong, John Goodman
Sinopsis: Vuelven a las andadas los amigos de Resacón en Las Vegas, embarcados otra vez en la misión de salvar a Doug. En esta ocasión, ha sido secuestrado por un tipo llamado Marshall, que pide que le entreguen a Chow a cambio
Precisamente el documental dice que la war on drugs no es sobre la raza aunque los primeros en caer fueron la población negra, como demuestra que ahora el problema es la metanfetamina, de uso habitual entre blancos pobres. La war on drugs es primariamente guerra de clases, un Auschwitz para con los pobres, puro biopoder.
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