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VALENCIA. Esto son dos hermanos casi adolescentes que reciben en herencia un campo de naranjos, lo venden y con lo que sacan, deciden incurrir en una inversión aparentemente suicida. "En lugar de utilizar el dinero para comprar un coche o gastárnoslo en juergas, tuvimos la malísima idea de montar una librería galería en octubre de 1985", introduce uno de ellos, Juan Pedro Font de Mora. "Teníamos veinte años y todos los boletos para no durar ni seis meses".

La misión representaba un doble riesgo: por un lado, el riesgo inherente a toda librería; por otro, por hacerla acompañar de un espacio expositivo especializado en fotografía, una veta que no hacía presagiar excesivas fidelidades. Pero básicamente les dio igual: "Abrimos por puro interés hacia la cultura". Lo hacen en un momento de despertar artístico en plena Valencia ochentera, donde surgen iniciativas privadas y públicas como la Sala Parpalló, el IVAM, Leonarte, PostPost o galería Temple.

La elección del nombre se convierte en el primer reto. Buscando huir de nombres manidos y referenciales, organizan sesiones de madrugada invocando a la inspiración, hasta fijarse en una foto de Henri Cartier-Bresson en el Paris de 1932, en la que el fotógrafo capta a un hombre suspendido en el aire, intentando saltar sobre el agua tras coger impulso desde una escalera tumbada. Al fondo, un cartel que reza: Railowsky. Ya tenían nombre. En un principio existían dudas: "Es difícil de pronunciar para gente con problemas con las erres" o "podría parecer un agente de la KGB", rememoran.

Varios años después, Cartier-Bresson les mandará una postal advirtiéndoles de un error: el cartel de la foto era en realidad una promoción del pianista ruso Brailowsky. En la foto faltaba la B, arrancada. Tiempo después, para cerrar el círculo, el patriarca del fotorreportaje mundial Cartier-Bresson expuso en la Railowsky.

Juan Pedro Font de Mora, el agitador

Hasta aquí la historia fundacional de una pequeña librería cerca de la plaza Cánovas de Valencia que, a pesar de su escaso tamaño, es uno de los proyectos culturales más eficientes de la ciudad en las décadas recientes.

Su repercusión nacional, convirtiéndose en un templo académico de la fotografía, se explica por un esfuerzo emparentado con el de la hormiga, capaz de levantar cincuenta veces su propio peso. El propietario, Juan Pedro Font de Mora, con un cuerpo bien ligero, acompaña la metáfora: "Nos define hacer mucho con muy poco".

Criado con un agente de aduanas (su abuelo) y viviendo de puerto en puerto hasta llegar con 6 años a Valencia, Font de Mora recibe en la sala de exposiciones, que estructuralmente es la trastienda de la librería.

Premio de la Generalitat por la difusión del libro, se extiende en sus respuestas para tratar de explicar cómo aquel salto al vacío que dio con 21 años no acabó con un zambullido en el agua, sino en una continuidad con más de 200 exposiciones.

Son más de mil fotógrafos los que alguna vez expusieron entre estas paredes (capturadas en la sección de interiores de Google Street View).

El negocio

Entre la librería y la galería existe una cierta relación de parasitismo en la que es la librería la que le sirve el sustento a la galería. Sigue funcionando la venta de libros de fotografía, cine y arte, aunque el proyecto anda en una nueva pirueta: "Hemos pasado por 225 momentos de dificultad -cuenta Font de Mora-, como los primeros años, en los que no cobramos". En ese tiempo publicaron un anuncio en el que aseguraban disponer, con cierta exageración, de todos los libros para aprobar las oposiciones de Canal Nou.

Por primera y última vez, tuvieron grandes colas en la entrada. También el director inaugural de Canal Nou, Amadeu Fabregat, al poco de estrenar su cargo, acudió a Railowsky para cargar con un arsenal de libros de periodismo. "Sólo me preguntó si tenía el libro '4 buenas razones para eliminar la televisión'", recuerda el librero.

En la analítica contable del negocio se observa un descenso continuado. "Tras muchos años de crecimiento, estamos cayendo y necesitamos cambiar determinadas cosas para poder seguir abriendo". Font de Mora lo explica sin demasiada pesadumbre. Reconoce que no tiene un plan B ni un plan C, "sino hasta un plan Z", y parece decidido a seguir combatiendo. Los cambios, además de la reducción de gastos, pasan por una decidida apuesta por la hiperactividad: "Hemos cuadriplicado los actos y las salidas exteriores".

El oficio

Font de Mora fue protagonista del documental 'Universo Railowsky' , en el que era manteado en elogios por Chema Madoz, Alberto Schommer, García Alix o Bernard Plossu, y donde reflexionaba sobre su oficio, más cercano al de un evangelizador cultural que al de un simple comerciante de libros.

Da vueltas sobre los secretos que le han permitido mantener durante casi tres décadas un templo nacional de libros y fotografías, y los encuentra en el entusiasmo ("para que algo funcione al menos hay que hacer las cosas con pasión"), los sacrificios ("quien ahora monte algo debe asumir los grandes sacrificios que va a tener que hacer"), la ausencia de perspectivas grandilocuentes ("nunca pensamos en hacernos ricos; no creíamos que íbamos a durar tanto"), y, por qué no, en las cervezas frescas que guarda en la nevera de la librería, y que saca para recibir a algunos de los clientes más especiales, con los que suele debatir durante horas "manteniendo la tradición de la conversación".

Railowsky es una de las iniciativas privadas más entusiastas del sector cultural valenciano, además de un lugar reverenciado, cuyo propietario, como en la foto de Cartier-Bresson, sigue empeñado en alargar el salto. Una buen noticia.