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LA OPINIÓN PUBLICADA

José María Aznar imparte una lección magistral de aznarismo

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA*. 26/05/2013 "Ocurrió con Zaplana y Camps, ocurrió con Aznar y Rajoy: el que nombra a su sucesor espera que éste le sea fiel en todo, y si es posible renuncie a la funesta tendencia a tener criterio propio"

VALENCIA. Desde que abandonó la presidencia del Gobierno, el discurso político de José María Aznar se ha tornado paulatinamente más crispado y más extremista. Aznar nunca fue un personaje simpático, pero hay una evolución en su personaje: pasó de ser alguien que intentaba caer simpático (sin demasiado éxito), a alguien que hizo de su antipatía una especie de valor ideológico y personal: soy antipático porque tengo convicciones, y las defiendo con firmeza y sin complejos. Entre el Aznar que hablaba catalán en círculos íntimos en 1996 y el Aznar que se hacía fotos con George W. Bush en las Azores en 2003 media un trecho considerable.

Ese trecho se hizo aún mayor tras su traumática salida del poder en 2004, más que empañada por el 11M (por las víctimas y por la gestión que hizo el Gobierno presidido por Aznar) y por la derrota electoral: Aznar había diseñado un partido rocoso, indestructible, dirigido por él con modos dictatoriales (tanto es así que fue Aznar quien designó a su sucesor con un "dedazo"). Y también había legado un periodo de gestión (supuestamente) virtuosa de las cuentas públicas y de bonanza económica (más supuestamente aún), destinadas a tener continuidad. Todo ello quedó truncado con la derrota en las elecciones del 14 de marzo de 2004.

Y esto, sin duda, también afectó al tipo de expresidente que fue, desde un principio, José María Aznar. A veces parece que una de las decisiones más elogiables que tomó Aznar, la muestra de desapego por el poder que sin duda fue limitarse a dos mandatos, tuvo como contraprestación convertirse en un modelo de expresidente más que intervencionista, con una forma, y un fondo, que a veces parecen una caricatura de lo que fue durante la etapa final de su presidencia. Por ese motivo, las apariciones de Aznar como expresidente, aunque siempre generaran mucha expectación, lo hacían desde la asunción, por parte del público, de que Aznar les ofrecería espectáculo, tanto en el fondo como en las formas. Un expresidente muy aficionado a dar lecciones a todo el mundo, casi siempre en un tono displicente y crispado.

Un expresidente incómodo... para propios y extraños

Durante la época de Zapatero, Aznar se hartó de criticar las políticas de su sucesor, su negociación con el terrorismo y su deslealtad con el país, y de hacerlo en múltiples foros públicos de dimensión internacional a los que el expresidente tiene acceso desde la época de su asociación con George W. Bush. Un argumento este, la deslealtad, sistemático en Aznar y particularmente curioso, cuando el que acusa de deslealtad a otros es quien se comporta, inequívocamente, de modo desleal, socavando la credibilidad internacional de su país.

Con Mariano Rajoy la crítica, como es natural, no puede darse con la misma agresividad. No en vano Rajoy es su sucesor en el PP, nombrado por el propio Aznar. Y fue precisamente Aznar quien, tras asistir a los espectáculos de desunión de la derecha española en los años 80, que llevaron a la disolución de la UCD y después a la conversión de AP en una jaula de grillos con sucesivos liderazgos, convirtió al PP en lo que es ahora: un partido fuertemente jerarquizado, con liderazgos firmes, y en ningún sitio más firmes que en la cúspide. Un partido en el que la disidencia no está bien vista y tiende a castigarse; véase, sin ir más lejos, el aislamiento de Gallardón en los años en los que se asoció con el grupo Prisa antes de hacerlo, mucho más productivamente, con la mujer del propio Aznar.

Sin embargo, no es ningún secreto que para Aznar, desde hace años, la gestión de Rajoy resulta, como mínimo, decepcionante. Es un proceso habitual con los liderazgos pretendidamente teledirigidos. Ocurrió con Zaplana y Camps, ocurrió con Aznar y Rajoy y ocurre, en general, sistemáticamente: el que nombra a su sucesor espera que éste le sea fiel en todo, y si es posible renuncie a la funesta tendencia a tener criterio propio. El sucesor, por su parte, no ve la hora de deshacerse de la ominosa sombra de su "maestro". Es lo que ha venido ocurriendo con Aznar y Rajoy, sobre todo después de la segunda derrota electoral de Rajoy, en 2008, cuando éste comienza a funcionar con un equipo designado por él y a alejarse definitivamente del aznarismo, ante el previsible enojo de su supuesto mentor.

Pero una cosa es el distanciamiento y otra la crítica, que es la que vimos escenificada en la ya famosa entrevista a Aznar en Antena 3. Una entrevista en la que el expresidente mostró, inequívocamente, su disgusto con la manera en como está gestionando el país Rajoy y, más importante aún, dio a entender su disposición a volver al primer plano de la política. Y con ello Aznar, el hombre que hizo de la unidad interna un auténtico mantra en el PP, hizo lo que más había criticado siempre: atacar al liderazgo de su partido y provocar disensiones.

Un retorno inverosímil

Las elecciones de 2004 fueron leídas por muchos en términos casi plebiscitarios. Aunque Aznar no se presentara, muchos votaron contra él, hinchando la participación y dando la victoria final al PSOE. Desde entonces, Aznar se ha convertido en un personaje casi mítico para muchos, en términos de confrontación política, pues representa la quintaesencia de todos los males para buena parte de la izquierda española, y también representa mucho de lo mejor que aportó el PP en su anterior etapa de Gobierno para la mayoría de la militancia. Aznar es tan amado en su partido como odiado fuera de él. Y, en ese sentido, su vuelta sería el sueño perverso de unos y otros.

¿Puede volver Aznar? Todo es posible en política, pero sus posibilidades parecen escasas. Probablemente fuese víctima, en un hipotético intento de volver, de los principios que él mismo instauró en el PP: en la duda, la mayoría de los dirigentes del partido se aferrarán a quienes ahora mandan, huyendo de "aventuras" de ningún tipo. De hecho, eso es justo lo que ha ocurrido en los días que han transcurrido desde que se emitió la entrevista: el PP actual ha reconvenido a Aznar con diversos grados de hostilidad, y ha hecho profesión de fe en Rajoy, con algunas excepciones (Aguirre, Gallardón, Ignacio González) que cabe leer como parte de su propia agenda sucesoria, y no tanto como apoyo a un eventual retorno de Aznar.

Probablemente, ni el propio Aznar esté pensando en volver. Sus motivos para salir así a la palestra quizás tengan más que ver con las noticias, cada vez más alarmantes, que han surgido en las últimas semanas respecto de él y de su entorno: informaciones de cobro de sobresueldos por parte de Aznar en el marco de la investigación por los papeles de Bárcenas, sospechosos "regalos" de boda de la trama Gürtel en el festival de la opulencia y el poder del aznarismo que fue la boda Agag-Aznar, e incluso la caída definitiva de Miguel Blesa, uno de los más estrechos amigos de Aznar en la década de los noventa, hasta tal punto que éste logró auparlo a la presidencia de Cajamadrid.

Son noticias que ponen en duda la honorabilidad del expresidente, que probablemente seguirán coleando durante meses, y que desde luego no se solventarán solas, a base de declaraciones agresivas y desdeñosas. Y que se dan, además, en un contexto de enmienda a la totalidad de lo que quedaba del legado aznarista: su buena gestión económica, que su sucesor (incapaz de enderezar el rumbo frente a la crisis) y los hechos (el desplome de la burbuja inmobiliaria) ponen cada vez más en duda.

Por tanto, tal vez detrás de las críticas de Aznar haya mucho más de hartazgo personal, de enfado por las informaciones que menudean sobre su persona, que de discrepancia ideológica, aunque cabe decir que, sin duda, Aznar tiene razón, al menos, en su crítica a Rajoy: el presidente prometió hacer una serie de cosas al llegar al Gobierno para después hacer, en casi todo lo sustancial (pero no así en la agenda ideológica), exactamente lo contrario.

#prayfor... Camps también se reivindica

En esta convulsa semana, también hemos tenido mucha actividad en la política autonómica y local. Entre las noticias más relevantes, figuran varias que afectan a otro expresidente, en este caso de la Generalitat Valenciana, Francesc Camps. Acorralado por los periodistas, Camps hizo de la necesidad virtud y aprovechó para reivindicar su última victoria electoral, en 2011, como manera implícita de reivindicar también su legado, que, comprensiblemente, se ha puesto en tela de juicio, a la vista del estado actual de la Comunitat Valenciana.

Por desgracia para Camps, a los pocos días de hacer estas declaraciones, y en el marco de la investigación del juez Castro, ha trascendido la noticia de su inminente imputación en el caso Nóos junto a Rita Barberá, por haber otorgado sustanciosos contratos públicos, por valor de tres millones y medio de euros, a Iñaki Urdangarin, sin que mediase concurso público ni nada que se le pareciera remotamente. Una actuación que, por desgracia, también es parte de su "legado".

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Guillermo López García es profesor titular
de Periodismo de la Universitat de València
@GuillermoLPD

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4 comentarios

cimerin escribió
28/05/2013 13:55

no quiero hacer comentario al respecto de este elemento creo que es de psiquiatra deja corto a los grandes guerreros con las tonterias que dice / estara poseido por alguna fuerza extraña y tonta de alguna galaxia chemari callate estas mejor

Johan escribió
27/05/2013 18:55

Aznar acaudillando, los demás solo somos ganado o vivimos en otro país. 'Cumpliré con mi responsabilidad, mi conciencia, mi partido y <b>mi país</b>'

Manuel escribió
27/05/2013 11:41

Un (mal) expresidente http://histericapeninsula.blogspot.com.es/2013/05/un-mal-expresidente.html

jose escribió
27/05/2013 09:35

Creo que Aznar pensará en Rajoy, sonriendo como una ratica con bigote: "los enemigos que buscamos no viven en los valles del ebro ni en las montañas murcianas..." Saludos

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